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En el álbum de Vladimir hay una foto en la que aparecen tres mujeres, todas ellas jóvenes, de una edad similar. Dos están sentadas en ... un banco y otra está detrás. Las tres posan con un crío, de no más de dos años en su regazo. Junto a ellas, en la imagen en blanco y negro, otro niño un poco mayor que el resto y un hombre. Sobre la foto hay pintadas a bolígrafo dos cruces. Una de ellas cae sobre las piernas de la mujer que está sentada en el centro y la otra sobre las piernas del pequeño que sostiene entre sus brazos. Son Vladimir Merino y su madre, Carmen Barrera.
La foto la envió Carmen a sus padres desde Moscú, donde ella vivía junto a su hijo. Sus padres estaban en España. Hacía casi veinte años que no los veía y las cruces era la única forma de que los abuelos reconocieran a un nieto que aún no habían conocido y a una mujer que se fue del País Vasco siendo una niña de once años y a la que no habían vuelto a ver.
Carmen fue una Niña de Rusia. Al estallar la Guerra Civil en España, ella embarcó junto a otros miles de niños españoles, camino a la Unión Soviética. El objetivo era alejarlos de la muerte y el horror y que pudieran regresar a casa una vez que la guerra hubiera terminado, pero todo se complicó y «a diferencia de otros niños que salieron a otros países, los de Rusia no pudieron volver al terminar la guerra», cuenta Vladimir Merino. Había estallado la Segunda Guerra Mundial y la Unión Soviética estaba metida en el conflicto.
«Mi madre fue evacuada a la Unión Soviética con 11 años, acompañada de su hermano de 9. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial los enviaron en un tren en dirección a Siberia para alejarlos del frente, pero su hermano falleció en ese tren», explica Vladimir pasando muy de puntillas por las atrocidades a las que tuvo que enfrentarse aquella niña.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial Carmen pudo volver a Moscú, donde pudo rehacer su vida, estudiar una carrera universitaria y donde tuvo a su hijo Vladimir. No pudo volver a España, a su casa, hasta pasados 19 años, es decir con 30 y cuando su hijo tenía ya cinco años de edad.
Toda esta historia ha marcado la vida de Vladimir, que desde hace más de cuarenta años es vecino de Benalmádena. Hace cuatro años su madre, Carmen, que residía también en Benalmádena junto a él y su familia, falleció. Un año después de su muerte a Vladimir le llegó información de que existía un fondo de dibujos pintados por los niños durante la Guerra Civil Española. Un fondo que por diferentes motivos, estaba repartido entre Madrid, Barcelona, Nueva York, California y Moscú. Aquello le tocó la fibra sensible, le recordó a su madre y se puso a investigar.
Así fue como descubrió que hay 1.172 dibujos conservados en la Biblioteca Nacional de España; 152 en la Universidad de Colombia; 651 en la Universidad de San Diego (en ambos casos llegaron allí a través de un grupo religioso que estuvo en España ayudando a los niños), otros tantos en el Archivo Nacional de Cataluña y también en el Centro Español de Moscú, un centro creado por los niños que se hicieron adultos y se quedaron allí. Todos los dibujos tienen más de ochenta años y no pueden ser exhibidos por el riesgo a dañarlos. Pero Vladimir tenía claro que de alguna manera necesitaba tener esos dibujos para rendir con ellos homenaje a su madre y a los miles y miles de niños exiliados.
Así fue como contactó con el Archivo Nacional y con el Ayuntamiento de Benalmádena, de manera que éste último accedió a la compra de un fondo de 40 dibujos digital izados, que ya forman parte del fondo cultural municipal. A esos sumó otras reproducciones que compró él por su cuenta y con todo armó una exposición que se titula 'Y además dibujan'.
Se trata de una muestra que ya ha itinerado por 23 destinos distintos y que ahora está haciendo parada en la Facultad de Educación de la Universidad de Málaga (UMA). De allí viajará a Benalmádena, al IES Al Baytar, donde podrá visitar a partir del 21 de abril. El 28 de abril Vladimir Merino ofrecerá una charla a los estudiantes del centro en la que les contará toda esta historia, la historia de cómo se creó una exposición que sobre todo pretende ser «un grito por la paz», según palabras de su organizador.
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