Yusuf Hamied
Yusuf Hamied, el altruista millonario que cambió el rumbo de CudecaYusuf Hamied
Yusuf Hamied, el altruista millonario que cambió el rumbo de CudecaÉl es una de esas personas a las que cuesta leer desde fuera, pero lo hace a propósito, porque tiene la suficiente inteligencia como para mantenerse siempre en silencio y dejar que sus actos hablen por él. Es un erudito, un luchador, muy reservado en ... cuando a su estilo de vida y firme defensor de mejorar la vida de los demás. Es una de esas personas que ha venido al mundo a cambiarlo, a mejorarlo. Y ahora sí, puede decir con la boca grande que lo ha conseguido. Hablamos de uno de los pioneros de la lucha contra el SIDA, del presidente de la compañía farmacéutica que cambió la historia en India, uno de los hombres más ricos y reconocidos de su país. Como muchos lo describen: el hombre que desafió a las grandes farmacéuticas con el fin de hacer los medicamentos más accesibles.
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Su nombre es Yusuf Hamied, tiene 86 años, es nacido en Vilnia (Lituania) aunque criado en la India y es licenciado y doctorado en Química por la Universidad de Cambridge. Muchos se preguntarán, ¿Qué tiene que ver exactamente con Málaga? Hace sólo un mes, este ilustre científico fue nombrado hijo predilecto de Benalmádena dada su contribución millonaria a la fundación Cudeca, en la que es considerado su gran impulsor económico. Incluso, el pasado año se inauguró el Centro de Estudios Yusuf Hamied, anexo a las instalaciones de Cudeca y en el que se desarrollan diferentes formaciones guiadas a los cuidados paliativos. Además, aunque no reside como tal en la zona, su mujer y él tienen casa en Marbella, la cual frecuentan al menos 2-3 veces al año.
Pero para entender verdaderamente su historia, hay que retrotraerse al principio. Porque alguien que para muchos de nosotros podía ser un completo desconocido, resulta ser un icono mundial de la industria farmacéutica. Aunque no lo reconozca, Yusuf es un adelantado a su tiempo, y posiblemente la diversidad cultural y el bagaje académico con el que ya contaba su familia, fue clave en su forma de pensar. Su padre Khwaja Abdul (musulmán) era de la India, aunque sus raíces eran afganas y persas; su madre Luba Derczanska (judía) era lituana -antes Polonia-. Aunque ambos vivieron períodos de guerra, siempre lograron salir adelante y vieron en los estudios su vía de escape. Ambos se conocieron estudiando en Berlín, aunque más tarde se trasladaron a Bombay para empezar una nueva vida.
Allí, el padre de la familia, también químico, fue quien creó la compañía Cipla (en 1935), la cual revolucionó más tarde su primogénito, aunque siempre partiendo de la visión de su padre. «Las personas de la India no pueden costearse medicaciones cara. Nuestra misión era hacer accesible los medicamentos para todos, que a nadie se le denegara la medicación que necesitaba», reza Yusuf, que accedió amablemente a una entrevista con SUR en Benalmádena, en su última visita al centro que lleva su nombre.
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Yusuf siempre compartió la filosofía de su padre, por eso apostó por seguir su camino, doctorándose en Química en Cambridge tras formarse en un colegio privado católico en Bombay (entonces colonia británica). Cuando regresó de Reino Unido, no tardó en implicarse con Cipla. «India era un país muy pobre y no se producían fármacos allí. Un momento crucial para Cipla fue durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la medicación desde Europa ya ni siquiera llegaba al país. Entonces Cipla comenzó a preparar todos los fármacos que no llegaban y, tras la guerra, y la llegada de la independencia (1947) creció mucho más el negocio», recuerda.
Sin embargo, fue a partir de mediados de los 70' cuando la compañía dio un verdadero giro. «Mi padre era un hombre importante, estaba muy implicado con el gobierno, era un hombre educado y con formación universitaria. Él negoció con el gobierno de la India para cambiar la Ley sobre los monopolios en las patentes de los medicamentos, y lo consiguió, logrando que el monopolio sólo recayera en el proceso para crear el producto, no en el producto en sí. A esta nueva forma de fabricación la llamamos ingeniería inversa», explica. Un movimiento astuto con el que rompieron todos los esquemas de las grandes compañías, que acabaron yéndose del país y dejándoles vía libre en Cipla.
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«Cipla consiguió combinar los tres antirretrovirales en un único fármaco y lo vendíamos por menos de 1 dólar al día en 2001 (costes que luego se fueron abaratando aún más), mientras que en Estados Unidos valía de 15-20.000 (entre 41 y 54 al día) dólares al año el tratamiento», afirma Yusuf, orgulloso por uno de los mayores logros de su carrera. Ya como presidente de la compañía, desarrolló numerosos medicamentos más para enfermedades cardiovasculares, diabetes, artritis… Pero sin duda, fue este producto contra el VIH el que le llevó a alcanzar la fama mundial, también por el hecho de lograr su exportación a toda África y a países del Tercer Mundo, antes desatendidos en este aspecto.
Cipla pasó a ser entonces una de las 50 compañías farmacéuticas más poderosas del mundo y la número 12 en cuando a creadoras de medicamentos genéricos. En lo personal, su fortuna le llevó a ser una de los 25 personas más ricas del país y a poseer, a día de hoy, 2 mil millones de dólares según la Lista Forbes. Pero el dinero siempre le ha quemado en las manos. Yusuf y su mujer viven cómodamente, eso es innegable; a día de hoy su residencia fiscal está en Inglaterra aunque combina su tiempo entre aquella zona, Bombay y Marbella. Sin embargo, su fin nunca ha sido lucrarse. «Las medicinas salvan y cuidan de la vida. Tener un negocio para mi nunca estaría completo si no tuviera una visión humanitaria. Siempre se me ha inculcado y lo he desarrollado toda mi vida».
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Sus donaciones en diferentes proyectos siempre han sido cuantiosas. En Cambridge, por ejemplo, gracias a estas, se creó una Cátedra de Química con su nombre; además ha colaborado con numerosas fundaciones de relevancia, como MacMillan, la cual le llevó a interesarte por primera vez en el mundo de los cuidados paliativos. Tras conocer este proyecto, impulsó en India un Instituto de cuidados paliativos y formación para enfermeros.
Pocos años después, esta misma rama contra el cáncer recaló de nuevo en su vida. «Vine como turista a Málaga en 2003, tenía amigos en Marbella y fui a comer con ellos y de repente, fue amor a primera vista. Entonces mi mujer y yo decidimos comprar una casa en Marbella y vivir allí al menos unos 2-3 veces al año». Fue en Marbella donde conoció a la princesa Maria Luisa (de Prusia), esposa del conde Rudi, dueño del Marbella Club. «Ella tenía una asociación contra el Sida en Marbella, Concordia, y me impliqué con ellos durante años; ella sigue siendo una gran amiga. En Concordia había una mujer trabajando que también estaba asociada con Cudeca, Chelo», relata.
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Fue más adelante cuando conoció a la creadora de la Fundación, la británica Joan Hunt (ya fallecida). «La conocí por primera vez en 2010 y fue, de nuevo, amor a primera vista con el pryecto», reconoce Hamied. Su inversión fue millonaria, aunque no le gusta hablar de cifras específicamente. Reconoce que aún queda mucho por hacer en Cudeca para lograr un proyecto sólido, con futuro y que sea capaz de formar profesionales en el sector, pero también asegura que él estará ahí para ver crecer el proyecto, especialmente el Instituto que lleva su nombre: «Me gustaría que el Instituto transmitiera la importancia de que todo el mundo debe tener acceso a cuidados paliativos», valora. Seguiría charlando durante horas, pero pese a su edad, su mente y su agenda no dejan de funcionar; aún le queda mucho por dar.
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