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Miguel Gámez
Martes, 19 de julio 2016, 00:43
La Unión, Nacha Pop y Danza Invisible (los tres míticos grupos de este año en La Noche Rosa) representan un valioso ejemplo de lo que suponía la movida musical en los años 80 en toda España. Algo cambió en aquella época, en la moda, en el estilo de vida y en cómo divertirse los jóvenes. Gran parte del mérito se le debe al empresario y promotor musical Patrick Joostens, español aunque nacido por circunstancias en Bélgica, de 55 años, que lleva en este mundillo desde los 15.
Patrick fue siempre un enamorado de una década maravillosa, cuyas raíces hay que encontrarlas en Europa. Viajante insaciable, conocía los estilos de moda y musicales centroeuropeos antes de que llegaran a nuestro país y por ello no dudó ni un ápice en aportar su grano de arena a que España, en general, y su Fuengirola, en particular, se sumaran al vagón de la movida.
«Recuerdo, en especial, el verano de 1983, cuando abrimos la discoteca Pink. Todo empezó con el Rockola de Madrid, una discoteca muy vanguardista, que fue un triunfo total», comenta este apasionado de la noche.
Pero la clave estuvo, según confiesa, en un viaje en interraíl que hizo con amigos y socios por gran parte de Europa. «Vimos cosas que aquí en la Costa del Sol no existían en cuanto a la música, la forma de vestir y el estilo a la hora de bailar. No tenía nada que ver con lo de aquí y fue todo un éxito».
Su habilidad para los idiomas, para establecer relaciones con los demás y sus conocimientos sobre música, además de los contactos, le llevó a ser el principal organizador de La Noche Rosa de Fuengirola, que en su primera edición (1984) contó con grupos de la talla de los torremolinense Danza Invisible, Modas Clandestinas y nada menos que Radio Futura, que ese año estrenó Escuela de Calor.
«Javier Ojeda (exvocalista de Danza Invisible) era muy amigo nuestro. Danza tocaba en nuestro local y se fue generando toda esa marcha. La movida empezó en 1981 en un bar de copas llamado Póker. Después surgió el Pink, luego dimos un pelotazo tremendo en la Plaza de Toros, ya que allí alquilamos un local que llamamos el Tendido Pink».
Patrick Joostens abrió la discoteca Pink de Fuengirola en 1983, que se sumó al bar de copas Póker de 1981, y más tarde alquiló en la Plaza de Toros un local que fue «un pelotazo», llamado Tendido Pink. Por Pink pasaron «todos los artistas y grupos famosos de aquella época», recuerda el empresario fuengiroleño
Los ojos le echan chispas cuando habla del comienzo de los años 80, donde los grupos de música parecían salir de las piedras con una calidad excepcional: El Último de la Fila, Mecano, Gabinete Caligari, Modestia Aparte, Los Ronaldos, Loquillo y los Trogloditas, La Guardia, Héroes del Silencio, Hombres G, Duncan Dhu, Alaska y Dinarama, Los Secretos, Seguridad Social, Presuntos Implicados, Cómplices y un largo etcétera.
«La primera Noche Rosa fue en 1984, a raíz de juntarnos unos cuantos amigos: Salvador Cuevas, Pepe Santana (exdueño de la tienda de música Euterpe) y yo. Ya he dicho que en ese año actuaron Danza, Radio Futura y Modas Clandestinas, mientras que al año siguiente fueron Danza, Gabinete Caligari y Golpes Bajos. Para mí, el verano eran las movidas de la noche. A Pink venía gente de toda España. Todos los artistas y grupos famosos pasaban por el local. Recuerdo a Gunilla von Bismarck, Antonio Flores, Sydney OConnor, Rosario Flores, Antonio Vega, Loquillo, la Orquesta Mondragón... Teníamos un Citröen CX rosa para hacer publicidad de Fuengirola», comenta con una sonrisa dibujada en los labios.
En muchas ocasiones, la discoteca Pink estaba tan abarrotada de gente que Patrick confiesa que «el calor se hacía insoportable. A veces, éramos 1.000 personas. Salíamos a las diez de la mañana, cuando las playas ya comenzaban a llenarse de gente. Era la época en que el parque de atracciones Tívoli World (donde también actuaban los mejores artistas) se puso de moda».
Patrick Joostens es en la actualidad el propietario de varias empresas. Una de ellas es Improductions, junto a su socio José Ramón Díaz, que se dedica a la organización y celebración de eventos, conciertos, fiestas, ocio para los niños, etc. Esta sociedad se dedica a instalar carruseles e instalaciones deportivas en las playas, en parques públicos y en centros comerciales. También tiene otros negocios con familiares y amigos. Todo ese trabajo le resta tiempo para disfrutar de tiempo para otros menesteres. Patrick admite que, después de cuarenta años trabajando, «lo ideal sería retirarse». Cuando se le pregunta cómo sería su verano ideal, sorprende por su respuesta: «El verano ideal es irrepetible, es como el de 1983».
Para él, afrontar la época estival es «trabajar». «Estoy siempre liado. Voy a conciertos. No voy a negar que tengo tiempo para tomarme unas cervezas e ir de marcha, pero no soy de los que pisan la playa ni la piscina. No hay tiempo para eso», explica sin que tenga la menor envidia por aquellas personas que se dan un chapuzón cuando hace más calor.
Él, el rey de la movida de los años 80 en la Costa del Sol, prefiere el calor de la gente, el calor de la noche, esa escuela de calor que nos regaló Radio Futura. Hace falta valor para hacer lo que él ha hecho durante cuatro décadas, para continuar haciendo disfrutar a miles de melómanos en La Noche Rosa.
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