Secciones
Servicios
Destacamos
JUAN FRANCISCO GUTIÉRREZ LOZANO
Domingo, 10 de agosto 2014, 00:53
Usted cree que no ha estado nunca en el Hotel Meliá Don Pepe y qué va. Quizá no haya entrado, vale, pero seguro que lo habrá visto mil veces en el cine o en la tele. Por ejemplo: alguna tarde en ese placer culpable llamado 'Cine de Barrio', en otros programas de televisión o como trasfondo de posados de las estrellas que merodearon alguna vez por la Costa del Sol. Además de hacer gala de sus cinco estrellas durante cinco décadas (justo cumple medio siglo este año), el Don Pepe, sobre todo, ha hecho gente, mucha gente.
Un libro recogió en 2004, en su cuarenta aniversario, un sinfín de recuerdos y fotos de sus ilustres visitantes. Famosos de acá y de allá; de antes y de ahora; del arte, la ciencia, los toros, el cine, la música o la juerga. Desde Don Juan Carlos y Doña Sofía, cuando eran Príncipes de España, pasando por la reina Fabiola o reyes del mambo como Bob Hope. Sin olvidar a emperadores de la canción como Lola Flores, Raphael o Rocío Jurado (qué no daría yo por haber visto alguno de sus shows veraniegos, entarimados sobre la piscina de chorro central); ni al mundo taurino (desde El Cordobés para arriba, o de Curro Romero para abajo); ni al maridaje de ambos (léase Paquirri & Isabel Pantoja). Y así, hasta llegar, el mes pasado, a otra gala de Global Gift con Eva Longoria.
Mingote incluyó en aquel libro una viñeta donde un marinero desoía los cantos de tres sirenas: «Os agradezco la invitación a quedarme con vosotras, pero prefiero el Don Pepe». De ese atractivo para el relumbrón vino el renombre del hotel; el nombre de pila venía de Don José Meliá, fundador del emporio turístico que también llevó su apellido. Meliá plantaba aquí su cuartel general muchos meses. «En la 725. Siempre se quedaba en la habitación 725», recuerda el jovial Antonio, jefe de bares del hotel. «Siempre estaba pendiente de todo, conocía a todos los trabajadores por su nombre», dice este hombre, que lleva cuarenta años en plantilla y al que le resta poco para jubilarse. «Cuando entré, hasta era difícil llegar aquí». Ahora su cafetería y sus restaurantes están abiertos a visitantes y vecinos de Marbella.
Como el Pez Espada, el Don Pepe atrajo a la flor, la nata y la crema de la crema de todo el 'quién era quién', sobre todo nacional. Y no sólo del faranduleo: también a otros como Camilo José Cela, Severo Ochoa o el doctor Barnard, el pionero de los trasplantes de corazón. La prensa del corazón, claro, desplazó pronto aquí a los primeros 'paparazzi' y a sus firmas más egregias e incipientes. Carmen Rigalt dejó escrito que el Don Pepe era como un 'Titanic' en tierra firme. Un buque que no se ha hundido, que sigue bien a flote y que no vive de la nostalgia.
Mónica, del departamento comercial, dice que este año apenas tienen habitaciones libres de las 194 existentes, con alojados de toda la vida y otros nuevos que proceden de toda Europa (y con creciente clientela rusa). Y no queda sitio ni en las suites de lujo, valga la redundancia: áticos con nombres (Roche Bobois; Moët & Chandon) y tarifas no aptas para pacientes del doctor Barnard.
El hotel tiene detalles del gran resort que es hoy (palapas, grill con música en directo, 'pool bar', spa; miel sobre hojuelas, vaya) y otros del gran hotel que siempre fue. Conviven las arañas en los techos con los 'stands' de cava, ostras y bombones de lujo. Entre sus servicios a tutiplén, el Don Pepe mantiene guiños a su pasado. No en plan añejo: no hay una galería de fotos rollo «usted no sabe donde se está quedando». Hablamos de fineza: como la estrella-sol de bronce de la entrada; como las fuentes en el suelo con nenúfares, ahora con caminitos hacia la 'shop area' (con peluquería e inmobiliaria de lujo y de guardia).
Un grato olor impregna toda la recepción. «Es un aroma propio de la cadena. Tiene mucho éxito y los clientes se lo llevan en ambientadores o vaporizadores», me aclara Mónica. Ese embriagador efluvio hace parecer hasta normal que haya estanterías cargadas de libros en las zonas de espera (quizá sean lo único de bolsillo aquí, pero son un detallazo, otro más).
Puede que por mi falta de costumbre, por el aroma inhalado o por mis placeres culpables, nada más poner un pie en el jardín me entraron ganas de tararear un 'dabadabadá' en homenaje a las 'Buby Girls'. Sí, aquellas bailarinas -al son de Antón García Abril- que embobaron a Martínez Soria y a López Vázquez en la película 'El turismo es un gran invento' (1968), rodada en este santuario del milagro turístico. Antonio me recuerda el lío que suponía cada rodaje para el hotel, pero que al final eran divertidos. Y se sincera: «Hasta en una película salgo yo, al lado del ascensor, tapando un cable».
En fin, que para ser sinceros, el Don Pepe es un cincuentón que no lo parece. Porque desde joven, desde 1964, tuvo ese porte levemente combado, como de bumerán rendido al sol, con sus alas de ventanales adorando al Mediterráneo. Lástima que arriba ya no aparezcan las letras cursivas que componían el Gran Meliá Don Pepe. Ahora se han quedado en la mitad y han perdido su parte castiza: para quienes nunca pusimos un pie en el hotel, era lo que más recordábamos de nuestras visitas.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.