Ezequiel entra a la cámara hiperbárica de Xanit acompañado por su tío.

El día en que Ezequiel conoció el mar

«¡Aquí hace calor!», celebra al llegar a Málaga el pequeño, que tratará su ceguera en Pekín

Ana Pérez-Bryan

Miércoles, 2 de julio 2014, 01:37

Los niños sólo quieren jugar. Parece una obviedad, pero un chaval de 6 años lo que desea es divertirse, esté en Málaga o en Pekín. Ezequiel Farias no es una excepción. Es consciente de que su llegada a Málaga representa, probablemente, la primera escala en un viaje mucho más importante que el físico: el de volver a ver. El pequeño, nacido en un pequeño pueblo de la Patagonia argentina, se mueve apenas por destellos de fuego porque una retinopatía prematura afectó a sus ojos. Ahora, frente a la cámara hiperbárica del Hospital Xanit Internacional, donde se someterá en estos días a varias pruebas, sólo piensa en escaparse a la playa. Se lo pregunta a su tío Daniel Paílla, que lo agarra de la mano y lo acompaña una y otra vez. «¿Pero cuándo vamos a ir a por el bañador?», insiste Ezequiel, que aún no conoce el mar aunque sí la importancia de los exámenes previos que ha de pasar en Málaga antes de volar a Pekín.

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Allí se someterá a un novedoso tratamiento en la clínica del doctor Like Wu, que aplica una técnica que consiste en inyectar células madre en el nervio óptico y que representa una esperanza más que solvente para que Ezequiel, además de disfrutar del mar, pueda verlo. «Estamos contentísimos, muy optimistas». Lo celebra el tío Daniel, impulsor de la campaña solidaria de la que participa Xanit y que permitirá a Ezequiel viajar a China el próximo jueves para ponerse en las manos del doctor Wu. Él y su familia se aferran a la esperanza porque las primeras pruebas, y sobre todo «el fondo de ojo», han dado buenos resultados: «El oftalmólogo se ha sorprendido por su capacidad de percibir las luces y los colores», aplaude Daniel.

A su lado, Ezequiel confirma de forma escueta que él también está «muy contento». «Y no estoy cansado», añade el pequeño a pesar que nada más aterrizar comenzó con el ritual de enlazar un estudio con otro. Sigue preguntando por la playa porque en su país es invierno y quizás no está acostumbrado a un cambio tan brusco de estación: «¡Aquí hace calor!». Su tío lo tranquiliza, emite una carcajada y le dice que ya queda poco para ir a la playa de Fuengirola, donde Daniel cumplirá una de las promesas que le hizo, hace unos años, en una de sus visitas a Argentina. La segunda es que volvería a ver. Que iba a remover «cielo y tierra» para conseguir que los casi 100.000 euros que necesitaban para el tratamiento no fueran un obstáculo en una familia que vive del trabajo de jornalero del padre.

Y así lo hizo. Desde hace cuatro años ha asumido como suya la lucha de Ezequiel, un niño que a pesar de sus limitaciones es capaz de montar en bicicleta, jugar al fútbol y hacer «alguna que otra travesura» en compañía de su hermano pequeño, Lautaro. Juntos soplarán las cuatro velas de la tarta del benjamín en Pekín, una aventura que Ezequiel pone casi a la misma altura que la visita a la playa o que las pruebas en el hospital. «Todo está siendo muy divertido», admite el pequeño paciente mientras enreda con los guantes de látex que le han regalado en la consulta del dentista. «¡Su hermanito incluso le ha hecho una revisión y le ha dicho que tiene una muela picada!», bromea Daniel, que contempla con ternura cómo Lautaro pregunta a cada descubrimiento si él también está invitado a compartir todo eso. Y lo está. Quizás no a asistir a la gala solidaria que Xanit celebra el próximo 4 de julio (viernes) en el Teatro Ciudad de Marbella con un concierto de la soprano Begoña Alberdi, porque justo un día antes la familia embarca acompañada de Daniel rumbo a China. Pero eso será después de que todos hayan disfrutado del mar como sólo los niños saben hacer. Y eso es así aquí y en Pekín.

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