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Una yubarta sale a la superficie en la costa de California. Matthew Savoca
Las ballenas comen el triple de lo que se creía (que ya era mucho)

Las ballenas comen el triple de lo que se creía (que ya era mucho)

Son enormes plantas procesadoras de kril y la recuperación de sus poblaciones podría ayudar a mitigar el cambio climático, según un estudio publicado en 'Nature'

Miércoles, 3 de noviembre 2021

Las ballenas comen el triple de lo que los científicos creían y juegan un papel clave en la ingeniería de los ecosistemas marinos, según un estudio que publica la revista 'Nature'. Los animales más grandes conocidos son unos enormes procesadores de kril –pequeños crustáceos–, sus heces son una fuente de nutrientes crucial en mar abierto y la recuperación de sus poblaciones a cifras previas a las de la caza industrial podría ayudar en la lucha contra el cambio climático, apuntan los autores de la investigación, liderada por el ecólogo marino Matthew Savoca, de la Universidad de Stanford.

El estudio se basa en datos recogidos entre 2010 y 2019 por dispositivos colocados a 321 ballenas de siete especies que viven en el Atlántico, el Pacífico y el Antártico. Unido con una ventosa a su espalda, cada equipo era una especie de teléfono inteligente con cámara, micrófono, GPS y acelerómetro que rastreaba el movimiento del animal. Además, drones fotografiaron a 105 ejemplares para medir su tamaño, e investigadores acudieron rápidamente en lanchas neumáticas con ecosondas a los sitios donde se alimentaban las ballenas para medir el tamaño y la densidad de los bancos de presas.

A partir de esas tres fuentes de información, Savoca y sus colaboradores han calculado cuánto comen los grandes cetáceos. Las cifras resultan apabullantes: una ballena azul adulta –que puede medir 30 metros y pesar 120 toneladas, el equivalente a 20 elefantes africanos– puede comer 16 toneladas diarias de kril, mientras que una ballena franca glacial –conocida también como la ballena de los vascos– devora 5; y una boreal, 6. En 2008 se calculaba que todas las ballenas del ecosistema de la Corriente de California, que se extiende desde la Columbia Británica (Canadá) hasta México y es uno de los más productivos del mundo, consumían anualmente 2 millones de toneladas de peces, kril, otro zooplancton y calamares. Según los nuevos datos, cada una de las tres poblaciones de ballena azul, yubarta y rorcual común de ese ecosistema necesita 2 millones de toneladas anuales de alimento.

Galería. Así se alimenta la majestuosa ballena azul.

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Galería. Así se alimenta la majestuosa ballena azul.

Sin ballenas, un ecosistema empobrecido

Los autores calculan que a principios del siglo XX la ballena Minke, la azul, la yubarta y el rorcual común consumían en el Ártico unos 430 millones de toneladas de kril anuales. Esa cantidad supone el doble del kril actual en ese océano. «Es impresionante. Es más del doble que la producción mundial de pescado, que ronda los 180 millones toneladas, de los que algo más de la mitad corresponden a la acuicultura. Este estudio revela que, a consecuencia de la caza masiva de ballenas, se ha emprobrecido el ecosistema porque se han dejado de procesar enormes cantidades de kril», indica Juan Ignacio Pérez, catedrático de Fisiología Animal de la Universidad del País Vasco que no ha participado en la investigación.

Durante el siglo pasado, el ser humano mató como mínimo 2,9 millones de ballenas, según un estudio publicado en la 'Marine Fisheries Review' en 2015. Suele decirse que, en ausencia del depredador, las presas se multiplican. Parece lógico, pero en el caso del kril ocurre lo contrario. «Se da un fenómeno paradójico. Al no procesar las ballenas todo ese kril, no hay un reciclaje rápido del hierro que contiene y no se pone ese mineral a disposición de las microalgas, con lo que se produce menos kril y automáticamente hay menos alimento para las ballenas», explica Pérez. En muchas partes del océano, falta el hierro como nutriente y ahí entran en escena las ballenas, que, como comen mucho kril, defecan mucho hierro.

Como son cetáceos y respiran aire, las ballenas tienden a defecar cerca de la superficie, donde las algas microscópicas que forman el fitoplancton usan ese hierro y otros nutrientes en la fotosíntesis. «Los microorganismos liberan muy rápidamente el hierro que contienen las heces de las ballenas y lo ponen a disposición del fitoplancton, que lo usa para crecer. El kril se come el fitoplancton y la ballena, el kril. Al acelerar el reciclaje del hierro, la ballena acelera todo el ciclo biológico», afirma el biólogo vasco, autor del libro 'Animales ejemplares' (Next Door Publishers, 2020). «Las ballenas actúan como plantas móviles procesadoras de kril», afirma Savoca. Investigaciones anteriores han demostrado que sus heces contienen 10 millones de veces más hierro que el disuelto en el agua del océano Antártico.

Capturadoras de CO2

Pérez destaca cómo los autores llaman la atención sobre el papel de las ballenas como capturadoras de dióxido carbono (CO2). «Ellos dicen que tenemos un animal gigantesco que pone más hierro a disposición del fitoplancton y con eso se consigue que esos productores primarios atrapen más CO2 de la atmósfera para crecer. ¿Dónde acaba todo ese CO2 que absorbe el fitoplancton? En los tejidos de la ballena, que es un almacén gigantesco de carbono. El ciclo del hierro actúa como una trampa de carbono porque la ballena es un gran comedor de kril, que asu vez come el fitoplancton. Esta es, para mí, una de las conclusiones más interesantes de este estudio», dice el biólogo y director de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.

Y si quieres más ciencia...

«La contribución de las ballenas a la productividad global y la retirada de carbono probablemente estuvieron a la par que la de los ecosistemas forestales de continentes enteros, en términos de escala», dice Nicholas Pyenson, conservador de fósiles marinos del Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano y coautor del estudio. «Ese sistema –añade– todavía está ahí, y ayudar a las ballenas a recuperarse podría restaurar el funcionamiento del ecosistema perdido y proporcionar una solución climática natural».

Sembrar hierro en el mar para aumentar su productividad

«Hay quien piensa que una forma de aumentar la productividad del mar consistiría en añadir hierro en determinadas zonas para ponerlo a disposición del fitoplancton», indica Juan Ignacio Pérez. Uno de los partidarios de esa practica, que tiene opositores en la comunidad científica, es el biólogo marino Victor Smetacek, del Instituto Alfred Wegener alemán. «Tenemos los medios para imitar la fertilización con hierro realizada por las ballenas para provocar floraciones de diatomeas para alimentar al kril y, por tanto, a las ballenas», escribe en 'Nature' en un comentario del estudio liderado por Savoca. Smetacek cree que la 'siembra' de hierro podría restaurar la situación de los ecosistemas marinos previa a la gran matanza de ballenas con mayor rapidez, aunque recuerda que los experimentos necesarios para probar esa hipótesis todavía no se han hecho.

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