![Joseíllo de Rosa y Pepe El Loro, los últimos caleros de la Axarquía](https://s3.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2023/10/13/calerosaxarquia_20231013211035-RjM871qo20l4cdq3dvITzeP-1200x840@Diario%20Sur.jpg)
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José Torres 'Joseíllo de Rosa', un vecino de Frigiliana de 77 años, y José Rodríguez 'Pepe El Loro', natural de Cómpeta y de 75 años, son los dos últimos caleros artesanales vivos que quedan en la Axarquía. Hasta hace apenas medio siglo en la comarca ... oriental malagueña había más de 80 caleras en funcionamiento en las que se cocían las piedras calizas de las Sierras Tejeda, Almijara y Alhama, para producir la llamada cal viva, con la que se daba el característico blanco a las fachadas de los pueblos y de los cortijos que salpican su escarpada orografía.
Sin embargo, el avance de la pintura plástica ha ido arrinconando a este producto totalmente natural y artesanal, que no obstante aún se produce, con técnicas más industriales, en hornos situados en provincias españolas como Sevilla y Valencia. En la finca de Joseíllo de Rosa se conservan los restos del que fue su horno de cal, que perteneció a su padre y que se encendió por última vez en 2007. A partir de entonces, la Junta de Andalucía le prohibió volver a hacerlo por el riesgo de incendio, al estar situado a apenas 200 metros del parque natural.
Sin embargo, en el caso de Pepe El Loro su parcela y su horno de cal siguen en activo. La última vez que lo puso en funcionamiento fue este pasado mes de julio y aún tiene piedras de cal a la venta a un módico precio. El proceso de elaboración de este producto totalmente natural es muy laborioso, pues exige recopilar centenares de kilos de piedras calizas, las que abundan en las sierras axárquicas. Una vez conformado el horno, piedra sobre piedra, como si de una auténtica pirámide se tratara, se prende fuego por debajo, usando leña y todo tipo de maderas.
«Hay que mantener la temperatura constante, durante seis, siete y hasta ocho días, en función de las condiciones atmosféricas y de humedad», cuenta Rosalind Burns, una artista visual afincada en Frigiliana que este año ha elaborado el documental 'La cal, los últimos caleros de la Axarquía', disponible en la plataforma Vimeo y que se exhibió por primera vez en unas jornadas temáticas sobre los usos y las profesiones desaparecidas de la sierra, celebradas en la localidad axárquica el pasado abril.
«Cuando llegué a vivir a Frigiliana hace 17 años, junto a mi marido Christopher, nos instalamos en un cortijo en el campo y tengo como vecino a Joseíllo de Rosa», cuenta Burns, de 65 años, nacida en la zona desértica de Atacama en Chile, pero que vivió buena parte de su vida en Estados Unidos. «Mi familia y apellidos paternos son originarios de Escocia», confiesa la autora del documental con el que ha querido rendir tributo a un oficio «que va a perderse en unos años si nadie lo remedia», se lamenta Burns, cuyo apellido tiene la curiosa traducción de 'ardiendo', todo un guiño a los hornos de cal.
Pero no todo está perdido. El hijo de José Rodríguez, Samuel, de 26 años, tiene intención de continuar con el legado de su padre, pues es lo que ha vivido desde pequeño. Aunque confiesa que no se puede vivir solamente de producir la cal, asegura que va a continuar con el horno de su progenitor si las autoridades se lo permiten. De hecho, para recolectar las piedras calizas que necesita para elaborar la cal viva, Samuel y José recurren a los numerosos carriles que recorren el parque natural, donde tienen el permiso de la Junta para extraer piedras tras los trabajos de mantenimiento y en las zonas de arrollamientos tras las lluvias, aunque lamentablemente cada vez son menos frecuentes.
Para Burns, la cal viva «tiene unas propiedades que no ofrece la pintura plástica». «Los mayores de los pueblos te lo dicen, que las casas antiguas se mantenían por la cal, ya que les daba fuerza a la estructura, las impermeabilizaba y las desinfectaba, ya que estaban hechas de barro y de piedra», sostiene la autora del documental, que dura unos 26 minutos. La realizadora, que contó con la ayuda de su sobrina Purto Hoffmann como cámara, destaca que este material también ayuda a las viviendas a mantenerlas frescas en verano, «porque las paredes respiran».
El principal inconveniente del uso de la cal en las fachadas e interiores de los inmuebles es que su durabilidad es muy inferior a la que ofrecen las pinturas plásticas, de manera que requieren de un mantenimiento casi anual. «La materia prima es mucho más barata, pero el problema es la mano de obra», apunta la artista visual. Eso sí, aún hay ayuntamientos de la Axarquía, como el de Arenas, que compran cal a Pepe El Loro. «Hace 30 años eran muchos más», advierte.
Otro de los usos que se da actualmente a este producto es el pintado de los troncos de los árboles subtropicales para protegerlos de las altas temperaturas y de los estragos de la sequía. Rodríguez y su hijo Samuel confían en que los malagueños sigan empleando la cal como se ha venido haciendo desde hace siglos. En el parque natural de las Sierras Tejeda, Almijara y Alhama quedan decenas de restos de hornos, testigos mudos de la pérdida de un oficio milenario y de un pasado reciente que, lamentablemente para ellos, ya no volverá.
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