SOS insectos. Los expertos llevan unos años alertando de la 'insextinción', las consecuencias para la vida de su progresivo declive. Una situación que aunque no se acabe de percibir del todo en las ciudades y grandes localidades, sí se tiene en el medio rural. El ... entomólogo veleño Rafael Yus ha publicado ahora un libro sobre este fenómeno de investigación reciente que mantiene en alerta a la comunidad científica.
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La obra se titula 'Insextinción: causas y consecuencias del declive y extinción de los insectos' y está editada por el Gabinete de Estudios de la Naturaleza de la Axarquía. Según su autor, se trata del primer libro escrito en España, cuyo título ya indica que versa sobre la problemática de la extinción de los insectos, y uno de los primeros en todo el mundo, «ya que se trata de un tema del que se ha tenido conocimiento científico hace muy pocos años, a pesar de que se cuenta en cientos los artículos científicos escritos por todo el mundo sobre esta cuestión, que actualmente ya empieza a ser considerada seriamente por la comunidad científica».
Su autor asegura que él mismo ha percibido este declive desde los tremendos cambios provocados por la agricultura de subtropicales en la Axarquía, la desecación de los cauces fluviales, las urbanizaciones y la transformación de los arenales costeros, «que han provocado la destrucción de multitud de hábitats de insectos», apostilla. «Hay especies de insectos descritas durante el siglo XX que hoy día ya no se ven, por lo que se han extinguido a nivel local», advierte.
Según Yus, «el problema ya se advertía desde los años noventa, en que los apicultores empezaron a constatar que estaban disminuyendo las poblaciones de abejas, hecho que se atribuyó al empleo de insecticidas». Por la misma razón, según este entomólogo, los agricultores también advertían de que había muy pocos insectos polinizadores y por esta razón «no cuajaban los frutos». «Estudios posteriores confirman que la agricultura intensiva contribuye en un 46% de los factores del declive de los insectos», apostilla el autor.
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Un importante paso lo dieron los entomólogos alemanes del grupo Krefeld en un estudio publicado en 2017, en el que compararon las especies de escarabajos (del suelo) y de polillas (mariposas nocturnas) que se conocían en 1990 en parques naturales alemanes, con los que pudieron encontrar en el 2016, «encontrando que se había producido una reducción del 76% del número de especies», apunta. Poco después lo confirmaron en otro estudio similar realizado en los Países Bajos. Casi al mismo tiempo, en Gran Bretaña llegaron a la misma conclusión: había menos especies de polillas.
«Pero entonces la comunidad científica lo consideró un problema local. No así la prensa sensacionalista, como la revista inglesa 'The Guardian' que hablaba del 'Armagedón de los insectos' y la americana 'The New York Times', que lo calificaba como el 'Apocalipsis de los insectos'. Según Yus, un paso decisivo lo dio en 2019 un español, el biólogo Francisco Sánchez-Bayo, adscrito a la Universidad de Sydney (Australia), que realizó una revisión del »estado de la cuestión«, consultando cientos de trabajos publicados en todo el mundo sobre declive de insectos, a través de las herramientas de internet, y sus resultados, publicado en la revista 'Biological Conservation', »confirman aquellos primeros estudios, extendiéndolos a numerosos órdenes de insectos, indicando, además cuáles son los factores que han conducido a este declive«, puntualiza.
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Con posterioridad revistas científicas «muy serias y exigentes» como 'Nature' y 'Science', publicaron artículos sobre esta temática, a pesar de que, como sucediera con otras alarmas ambientales, como el cambio climático, «todavía hay científicos negacionistas que no admiten estas conclusiones», apunta. Entre los factores que han contribuido al declive de los insectos se encuentra, en primer lugar, la agricultura intensiva, «como también se ha comprobado en la Axarquía, no sólo porque ha disminuido la superficie forestal, sino porque emplea grandes insumos de pesticidas, especialmente los neonicotinoides, y fertilizantes, especialmente los compuestos nitrogenados, que dañan a la fauna de insectos, tanto la terrestre como la acuática», describe el autor veleño.
Otro factora tener en cuenta, según el autor, es «la fragmentación del territorio por las infraestructuras y las urbanizaciones, que provoca aislamiento y disminución de las poblaciones de insectos». «La progresiva introducción de especies invasoras, que desplazan a las autóctonas, directa o indirectamente. Otro factor nocivo es el exceso de iluminación en carreteras y ciudades, que desorienta a los insectos», describe.
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Según Yus, en los últimos años también se está tomando conciencia del efecto del cambio climático, «que provoca un desplazamiento de los insectos a mayores altitudes, donde ya no existen las plantas o animales de los que se nutrían, o bien eclosionan en un momento en el que la floración ya ha pasado y, por tanto, no pueden reproducirse, etc. Todo ello se recrudece en momentos extremos como las sequías y olas de calor», puntualiza.
Según Yus, «la extinción de los insectos tiene consecuencias catastróficas para los ecosistemas terrestres y acuáticos, y finalmente repercuten en los intereses humanos». Por ejemplo, la disminución de polinizadores hace más difícil la formación de los frutos que tomamos como alimentos. Si entre los insectos que desparecen están los depredadores, que controlan a las posibles plagas, las plagas serán más frecuentes. Por otra parte, hay muchos vertebrados que se alimentan de insectos, de modo que si faltan afectan a la supervivencia de anfibios, reptiles, aves y mamíferos.
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«Y esto puede afectar directamente al ser humano, especialmente en los países como China y México, en los que la única proteína de animales que ingieren son los insectos, que por cierto ya está autorizado que se consuman en Europa, como alternativa a la proteína de grandes animales, que es muy costosa desde el punto de vista económico y ambiental», argumenta el entomólogo.
El libro termina con un capítulo dedicado a la mitigación de este problema, «que se ha de abordar seriamente antes de que sea demasiado tarde», advierto. A su juicio, algo tan sencillo como sustituir las praderas monoespecíficas de césped en las ciudades, por praderas de plantas con flores diversas, «ya supone un importante servicio que puede suministrarse en un núcleo urbano». La restauración de ecosistemas dañados, o la naturalización de espacios urbanos degradados como los bosques urbanos, que ahora se están proyectando junto a la desembocadura del río Vélez, «son una magnífica oportunidad de lograr el establecimiento de nuevas comunidades de insectos», sostiene Yus.
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La construcción de los llamados «hoteles de insectos», para facilitar la reproducción de los mismos, está al alcance de cualquiera que tenga un jardín, y no supone ningún peligro para las personas. Pero, para el autor del libro, «donde se tienen que tomar medidas contundentes es desde la Unión Europea, condicionando las ayudas a la agricultura al compromiso de no usar pesticidas y fertilizantes nitrogenados y forestar con plantas floridas y aromáticas autóctonas los espacios no cultivados, como los taludes de las terrazas». Tras una primera en Vélez-Málaga, Nerja acogerá una presentación de mismo libro el jueves 6 de noviembre a las 19.30 horas, en el salón de actos del Museo de Nerja.
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