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El arquitecto malagueño Pablo Farfán recuerda que aquella escapada por el corazón de la Axarquía «fue por pura casualidad, porque teníamos otro plan, pero se nos torció». Decidieron adentrarse por la carretera que conecta Algarrobo con Cómpeta, y tomaron el desvío que lleva hasta Salares ... , tras pasar por Árchez. Era el año 2015. «Fue un flechazo, empecé a fijarme en los nombres de las calles, en los muros de cal viva, con hasta diez centímetros de espesor, y pensé que cada capa es una micra, eran siglos de historia delante de mis ojos», recuerda.
De esa escapada surgió la posibilidad de comprarse una casa en Salares, en la calle Castillejo, un inmueble tradicional que está pendiente de rehabilitar. Lo hará siendo fiel a sus principios de aplicar la arquitectura tradicional, con técnicas antiguas traídas a la actualidad. «He viajado e investigado mucho sobre arquitectura tradicional y creo que el casco urbano de Salares es lo más antiguo que he visto, tras recorrer Portugal, Venezuela, Marruecos o Cuba, entre otros muchos países», argumenta este malagueño de 51 años, que hace apenas una década decidió venirse de Madrid, donde trabajó durante más de veinte años.
Aunque nació en la capital y tiene familia en Alhaurín de la Torre, Farfán no había estado en su vida en Salares, uno de los pueblos más pequeños de la provincia, con apenas 187 habitantes empadronados a 1 de enero de 2023, según el INE. «Sí conocía Cómpeta, Canillas de Albaida y Frigiliana, pero esta parte de la Axarquía era nueva para mí», confiesa este profesional, que desde ese momento «se obsesionó» con investigar el legado arquitectónico, histórico y cultural de este pequeño pueblo, enclavado en las estribaciones de la Sierra Almijara, también conocida en esa zona como la Sierra de Bentomiz, conformando una auténtica puerta de entrada hacia la provincia de Granada.
«La ubicación de Salares es muy estratégica, por lo que debió tener un castillo muy importante, más que una alquería», advierte este investigador, quien destaca que en la trama urbana, conformada por unas 300 viviendas, aún pueden apreciarse numerosos vestigios de la época nazarí, entre los siglos XII y XIII, como restos de murallas y torres, más allá del alminar de la iglesia. «Es un auténtico tesoro, una joya escondida, que ha permanecido casi intacta, a pesar de que han pasado más de ocho siglos», resume Farfán, que está ultimando la publicación de su trabajo de investigación en un libro, que tiene previsto titular 'Arquitectura nazarí de Salares en la Axarquía'.
Tras más de siete años de investigación, en los que ha consultado numerosa documentación de todo tipo, incluyendo los conocidos libros de apeos y repartimientos, del siglo XVI, que se conservan en la Real Chancillería de Granada, el arquitecto malagueño, con la ayuda de Alberto Escolano, ha podido localizar los restos de lo que fueron las antiguas murallas, varias de las torres y la posible ubicación de lo que fue el castillo nazarí. «Debió de ser una fortaleza muy importante, porque era el último punto antes de pasar por la sierra hacia Granada, que era la capital del reino», apostilla Farfán, quien agradece «toda la ayuda» que le ha brindado siempre el dueño del bar Teo.
Estos vestigios nazaríes se observan con claridad en los materiales de los que están hechos buena parte de las viviendas, de piedras del río, o ripios, y barro, «con una técnica parecida a la de los balates, que también se ve en las acequias, y en el puente medieval», describe Farfán. Otra de las técnicas constructivas que siguen siendo visibles en la trama urbana de Salares son los muros de tapial o tierra compactada, «que es una técnica de los bereberes, que se ve en otros pueblos del norte de África, en Marruecos, como Chauen, o en la Alcazaba de Málaga», describe.
La presencia de arcadas, alfices o vierteaguas en las viviendas son, a su juicio, «otros signos inequívocos de la profunda huella nazarí del municipio». «Salares es, posiblemente, el mejor exponente, pero hay elementos parecidos en otros pueblos de la comarca como Árchez, Canillas de Albaida, Canillas de Aceituno, Cútar y Frigiliana, principalmente», apunta Farfán, quien destaca que el Ayuntamiento está colaborando con él activamente en este trabajo de investigación que está a punto de culminarse con la publicación del libro.
«Queremos hacer aún algunas pruebas más sobre el terreno, tomando muestras de ladrillos para someterlos a técnicas de termoluminiscencia para conocer con más exactitud la edad de los materiales», avanza el arquitecto malagueño, para quien otro de los secretos que aún guarda Salares es la posible existencia de restos de tenerías, esto es, antiguos talleres donde se trabajaban las pieles de los animales. «En la comarca del Marquesado del Zenete, en Granada, se han identificado todos estos elementos, y coinciden con lo que hay en Salares», apunta.
Para Farfán, el mayor valor de su trabajo es, precisamente, que «puede servir como un modelo metodológico para escalarlo y aplicarlo en otros municipios de la zona». «Más que una protección por parte de las autoridades de este patrimonio, creo que hay que darlo a conocer, ponerlo en valor, para que así haya una conciencia de la gente más joven, de que esto es un gran potencial, porque las nuevas generaciones están buscando cada vez más casas antiguas para rehabilitarlas», sostiene el arquitecto malagueño. A su juicio, las administraciones deberían promover acuerdos con los dueños de las viviendas que están abandonas en Salares para rehabilitarlas y frenar así la decadencia y la despoblación, «porque esta zona tiene un potencial increíble», concluye.
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