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José Rodríguez Cámara
Rincón de la Victoria
Lunes, 4 de diciembre 2023
Las precipitaciones que, por el momento, descargan en Málaga no deben hacer perder la perspectiva y, en cada hogar, es necesario hacer todo lo posible para ahorrar agua ante la situación de sequía. Ese mensaje que, en teoría, es irrefutable, en la práctica, no siempre ... es atendido. Pero hay algunas conductas que pueden servir de ejemplo. Una de las buenas es la que protagonizan niños y niñas de Rincón de la Victoria que, con algo tan sencillo como no tirar por el desagüe el agua que sale del grifo mientras se calienta la ducha, son capacees de recoger unos 300 litros a la semana. El destino de este líquido elemento no es otro que el huerto del colegio.
«Cuándo comenzaron las restricciones en el suministro por la falta de agua, desde el Ayuntamiento, se nos comunicó que no podíamos regar el huerto. Ahí se nos ocurrió la idea», relata Silvia Martín Romero, una de las maestras de cuarto de Primaria del colegio Gregorio Marañón. Lo que pensaron es todo un proyecto educativo, de gran calado, por sus efectos prácticos y por cómo traslada valores positivos a los alumnos y alumnas y, lo más importante, en todas sus casas.
Tres días a a la semana, los escolares acuden a las clases con una botella. El recipiente se ha rellenado previamente, a la hora del baño, y, a su vez, se deposita en cubos de grandes dimensiones que sirven de depósitos. Así, se evita que el huerto del colegio se muera.
Los participantes son pequeños rinconeros y rinconeras que llenan las aulas desde Infantil a sexto curso de Primaria. Solo entre el Gregorio Marañón, de La Cala del Moral, y el Tierno Galván, en Rincón, dos de los centros más participativos, hay setecientos voluntarios que mantien frescas las lechugas, las acelgas, las coles y hasta las fresas que hay plantadas. «Nos llega a sobrar agua, que no se tira claro, y hacemos excursiones dentro del propio colegio, para regar nuestro pequeño jardín botánico, donde hay especies autóctonas», explica la profesora.
Sofía y Julia, dos de las niñas implicadas, dan las claves, para que el sistema de abastecimiento de los huertos vaya bien: hace falta un cubo, para recoger bien el agua que sale del grifo, la colaboración de mamá o papá, para ayudar con el acarreo y un embudo, para que no se desperdicie ni una gota en el rellenado de cada botella que, por supuesto, debe ser transportada debidamente tapada al centro. La idea, de pura sencilla, es brillantísima.
Además, el compromiso medioambiental no se queda ahí. Los centros cuentan con composteras, proporcionadas por el Ayuntamiento, donde depositan retos de comida, como pieles de fruta o de patatas, que también se transportan a clase para convertirlos en abono que, a su vez, sirve para el huerto. «Un día me llegó una madre, que hay que decir que también se implican mucho, con un agua blanca, que me dijo que era de cocer la pasta y, claro, también sirve para regar, el agua no se tira», dice la maestra.
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