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Las Cuevas del Cantal son el nombre de los 2 kilómetros de cavidades que hacen de Rincón de la Victoria un queso Gruyere. Trece de estos agujeros son prehistóricos, excavadas por el mar hace millones de años; por ello tienen la protección de bienes de ... interés cultural. Este patrimonio, que es clave para entender las primeras poblaciones en la Bahía de Málaga y la convivencia entre neandertales y homo sapiens, cumple 50 años desde su última apertura al público.
El relato más conocido sobre estas cavernas es el de guardia suizo Antonio de la Nari, que, tras servir al Santo Padre, se trasladó a Málaga, con un mapa, convencido de que era la llave para descubrir las riquezas escondidas allí. Esta es una de las razones por las que la Cueva del Tesoro se llama así, aunque no todo es tan simple.
Para empezar, si se quiere contar la historia del militar vaticano se puede ir todavía más lejos, añadir un toque tenebroso a su ya terrible muerte, enterrado vivo por un barrenazo que se le fue de las manos, mientras buscaba las famosas joyas abriendo galerías subterráneas. Lo sabe bien Pedro Cantalejo que, desde hace 42 años, investiga, como reconocido ciéntifico que es, los valores de este patrimonio arqueológico. «Cuándo ocurrió lo del suizo, en el XIX, aquí había una venta y un cuartel de la Guardia Civil y algunos aseguraban que escuchaban al fantasma de este hombre», apunta. «Hay que decirle al gran público que las cuevas están en la literatura malagueña desde el siglo XVII y que aquí se levanta el primer plano topográfico publicado en España», aclara Pedro Cantalejo, que se pone serio para dejar claro que, con motivo del 50 aniversario de la apertura a las visitas de la Cueva del Tesoro, es un buen momento, para «decir la verdad».
Una de estas certezas es que, de las cavidades, en el siglo XIX, se recogía murcielaguina, un fertilizante natural, a partir de los excrementos de los murciélagos; un abono que era un tesoro. Esto hizo que se creara una pequeña industria para su extracción. La infraestructura minera existente, unido al naciente interés naturalista en todo el mundo, de la mano de Darwin, hace que dos sociedades, la Malagueña de Ciencias y la Excursionista, comiencen a promover visitas a las grutas y, de este modo, llega también el considerado «papa de la arqueología», de la mano del pionero de esta disciplina en Málaga, Miguel Such, Henri Breuil. Este último, en dos publicaciones, 'L'Anthropologie' y 'Rock Paintings of Southern Andalusia', descubre al mundo, a comienzos del pasado XX, las primeras pinturas rupestres localizadas en la Cueva del Higuerón (que luego será rebautizada como del Tesoro y que es la número 12 de este tipo hollada en el mundo, única en Europa), y la de la Victoria. «Rincón está desde entonces en un lugar científico muy relevante en el mundo», aclara Cantalejo. Pero, con la Guerra Civil, también se da una quiebra en los intereses de la sociedad.
Los terrenos dónde estaban las Cuevas eran de Modesto Laza, miembro de una conocida saga malagueña, y este decide venderlas a un sobrino, Manuel, que necesitaba ayuda. Había estado a punto de ser ejecutado por masón; por decirlo suavemente, los tiempos de la dictadura no le favorecían, por lo que las tierras le harían el trago más llevable.
Manuel Laza, guiado por un interés investigador que heredó de su tío, decide, junto a Simeón Giménez Reyna, impulsor del Museo Arqueológico de Málaga, organizar nuevas excavaciones en estos recovecos.
Laza y Giménez Reyna descubren restos neolíticos y, sabedores de su valor, dan parte al arqueólogo del régimen de Franco, Julio Martínez Santa-Olalla. A este se le atribuyen, además de un afán por reivindicar la «esencia» celta y visigoda patria, lazos con la 'Ahnenerbe', sociedad nazi que apoyaba y financiaba investigaciones sobre la raza aria. Martínez Santa-Olalla viaja a Málaga, en 1941, y «convence» a sus anfitriones de que los restos, unas 700 piezas de enorme interés, debían mostrarse como «exponente del Neolítico en España», en el Museo Arqueológico Nacional. Allí siguen.
Entre los argumentos de Martínez Santa-Olalla esgrime, una pistola sobre la mesa del despacho escenario de la reunión. Manuel Laza se lo contó a Pedro Cantalejo. Para más 'inri', lo que hizo el emisario gubernamental fue quedarse con este patrimonio y luego venderlo al centro museístico, no le guiaba el interés general.
Al calor de la explosión turística de las Cuevas de Nerja, entre los 60 y los 74 del siglo pasado, Manuel Laza, consciente del gran valor de su propiedad para atraer visitantes, prepara estas cavidades para abrirlas al público, «con un espectáculo magnífico». Con la voz 'en off' de Matías Prats, sonido envolvente, luces y un lago se narraba la historia de las cavidades, con un guión que incluía, la prehistoria, el tiempo que Marco Craso llegó a estar escondido allí o el famoso tesoro. «Este modelo, gestionado por una familia, al final, llevó a esta recurso a no ser competitivo», dice Pedro Cantalejo.
El concejal de Turismo de Rincón, Antonio José Martín, que, recuerda que aquel montaje como «algo fascinante», aclara que, desde 2023, las Cuevas son patrimonio municipal, tras comprarla a los herederos de Laza. «Ahora, tras unos años en los que no hemos podido hacer todo lo que queríamos, el objetivo es llevarlas al siglo XXI», precisa el edil. «En 2023, logramos atraer unos setenta mil habitantes», explica, convencido de las bondades de un recurso más que turístico, cultural, en el que se mezcla una visita accesible, a la Cueva del Tesoro, con la científica, a la Victoria, donde la experiencia está destinada a amantes de la arqueología que podrán ver excavaciones «en directo» que demuestran que ya hubo neandertales allí hace 48.000 años.
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