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Jesús Ramesh Babu Gudapati es natural de la India. Comenzó a ejercer el sacerdocio hace ahora nueve años, la mitad de ellos en su país natal. El Obispado le invitó a venirse a Málaga en 2014. Llegó sin saber nada de español. Ha estado ... como ayudante en varias parroquias de la Carretera de Cádiz en la capital, hasta que en noviembre de 2018 fue nombrado párroco de Benajarafe y Chilches, y posteriormente también de Cájiz. Aquello representó para este cura de 37 años una gran alegría, aunque ya le habían advertido que se trataba una parroquia difícil y que su antecesor sufrió algo similar. Lo que no podía imaginar de ningún modo es que un grupo de menores y jóvenes le iban a hacer la vida imposible con amenazas racistas, pintadas, insultos, intentos de agresión, exceso de ruidos, daños en su coche y en la casa parroquial, una situación que lejos de ir resolviéndose se ha agravado.
–¿Cómo se siente con todo lo que está viviendo?
–No lo sé. Me duele, porque son personas que forman parte de mi parroquia y ya no se qué hacer.
–¿Se esperaba una situación como la que está sufriendo?
–Nunca. El Obispo me ha mandado siempre a parroquias donde no existía este ambiente. En la India y en Málaga siempre me han respetado y me han tratado con cariño. No lo esperaba y no se cómo manejar una situación así. El Obispado y la gente me aconsejaba que llamara a la policía, pero los causantes han empeorado la situación. He intentando dialogar, ser más agradable. He hecho todo lo posible, pero...
–¿Qué es lo que más le duele de esta situación de acoso?
–En la parroquia estoy disfrutando mucho. La gente es muy buena, en su mayoría. Hay más gente. Oficio misa diaria y todos están muy contentos. El problema es sólo con un grupo que no tiene nada que ver con el pueblo. Me duele, primero, porque estos jóvenes vayan por mal camino, lo destruyan todo y que me amenacen.
–¿Cómo empezó todo?
–Fue casi al principio de llegar a la parroquia. Hay un grupo de jóvenes que se reúnen todos los días junto a la casa parroquial a beber y tomar estupefacientes, dando gritos hasta las dos y las tres de la madrugada. Comenzaron a pegar una noche en la puerta para pedir que les diera dinero, y que si no se lo daba, que me fuera.
–¿Es cierto que por llamar a la policía le están amenazando cada vez más?
–Así es. Cuando llamo a la policía, a veces vienen, y los jóvenes se van, pero cuando los agentes abandonan el lugar, regresan peor. La actitud ha empeorado, están más agresivos y ahora cuando salga en la prensa no se cómo vendrán. Me temo que la situación será mucho peor.
–¿Siente miedo?
–No se que decir. Inseguridad, sí. Son unos treinta los que forman el grupo. No tengo vecinos cerca y si pasa algo nadie se entera. Aquí sólo hay gente por las mañanas, cuando el centro de salud, la tenencia de alcaldía y el colegio están abiertos.
–¿Pedirá al Obispado que le cambien de parroquia?
–Siento que soy el padre espiritual de la parroquia y de las personas que la forman. Le pido al Señor que me diga lo que quiere que haga, si merece la pena luchar. Yo estoy dispuesto a seguir, pero si la situación empeora, creo que esto no beneficia a nadie. Pero no está en mi mano, sino en la del señor Obispo.
–Son las 18.00 horas y ya ha venido la Policía Local, ¿qué ha pasado?
–Acababa de comer y estaba descansando un momento cuando de nuevo han empezado a decir: 'Vamos a acabar con este cura'. He llamado a un amigo para pedirle que viniera a acompañarme y contárselo y creo que ha sido él quien ha llamado.
–Dice que es un grupo de unos 30 jóvenes, ¿todos son los que le amenazan?
–No, son dos o tres, pero los demás no hacen nada para evitarlo y siguen a los cabecillas. Les he dicho que lo que me molesta son las amenazas, los insultos y cuando hacen daño. Estoy muy triste.
–¿Cree que la policía podía y puede hacer mucho más de lo que hace?
–Pienso que si desde un primer momento se lo hubieran tomado en serio y hubieran actuado no se habría llegado a esta situación. Han dejado pasar mucho tiempo. Vienen y no siempre cuando se les llama, toman notas de su identificación y se van. Ahora la cosa ha empeorado. He presentado como párroco varias denuncias y creo que se lo tenían que haber tomado en serio. No han investigado de verdad ni se han pasado un fin de semana para ver qué estaba pasando.
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