La Universidad de Stanford, en EE UU, es una de las más prestigiosas de todo mundo. De sus aulas han salido varios premios Nobel y grandes genios actuales como los creadores de Google, Serguei Brin y Larry Page. El centro californiano ha publicado esta semana ... una clasificación en la que analiza a la élite de la investigación en el planeta, el llamado 'índice del 2%', es decir, el porcentaje que consigue mayores referencias en publicaciones y que reconoce la trayectoria profesional.
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Ahí se han colado, dentro del ámbito de la Biología Vegetal y la Botánica, cinco investigadores del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea de La Mayora CSIC-UMA, que tiene sedes en la capital malagueña y Algarrobo, lo que da idea de la pujanza de este centro a nivel internacional. «Más allá de este reconocimiento, lo de estar en el 2% de los mejores investigadores de tu ámbito profesional tiene que servir para seguir reivindicando que el Gobierno central llegue a este porcentaje del PIB para la investigación, pero de manera real, no sobre el papel», expresa Jesús Navas, de 59 años, en un encuentro con SUR junto a sus cuatro compañeros. Este científico está especializado en la comprensión y descubrimiento de potenciales actores en la interacción entre los virus de plantas y el insecto vector mosca blanca.
«Lo lamentable es que aunque digan que es el 1,36% del PIB, en la práctica es menos porque una buena parte del dinero no se llega a ejecutar», apostilla Gonzalo Claros, quien destaca en el índice de Standford como el primer autor a nivel mundial en la categoría de 'Inteligencia artificial y procesamiento de imágenes' dentro del ámbito de la Biología Vegetal. Científico adscrito a La Mayora desde abril de 2019, Claros, de 57 años, ha trabajado recientemente en la regulación de la dependencia del óxido nítrico para el rajado del fruto de pimiento y en el perfil de expresión génica de la lima mexicana como respuesta a la inoculación con 'candidatus liberibacter asiaticus'. Ahora trabaja en un proyecto sobre la identificación y caracterización de componentes de interés agroalimentario y carácter saludable en la semilla del olivo.
Dentro de la categoría 'Polímeros', y teniendo en cuenta toda su trayectoria investigadora, destaca Antonio Heredia, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la UMA, de 63 años, con presencia en el centro algarrobeño desde 2001. Sus investigaciones versan sobre las propiedades biomecánicas de la cutícula del fruto del tomate, la génesis de la cutina de las plantas y las ultraestructura de la pared celular de la epidermis de la cutícula del fruto de tomate durante su desarrollo. En la actualidad, Antonio Heredia está trabajando en un proyecto sobre los aspectos genéticos y biofísicos de la formación de la cutícula del fruto de tomate.
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Aunque puedan parecer trabajos que no tienen una aplicación directa con el ciudadano de a pie, Heredia, como su compañero Iñaki Hormaza, defienden la «importancia» de la investigación en hortofruticultura «para mejorar las cosechas y la producción agroalimentaria». «Con la crisis del coronavirus se ha demostrado la importancia del sector primario, aunque todo se pare, hay que abastecer de alimentos a la población«, expresa Hormaza, de 56 años.
Este experto, que obtiene el puesto 36 de la clasificación, ha trabajado desde su incorporación al instituto malagueño en la optimización del manejo y en estudios genéticos y de biología reproductiva de los cultivos de frutales subtropicales, fundamentalmente de aguacate, mango y chirimoya.
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En la lista de los mejores investigadores de 2019, la Universidad de Stanford incluye también a la científica Sonia Osorio en la categoría de 'Biología del desarrollo'. A sus 44 años, trabaja en el estudio de los genes para la mejora del fruto de la fresa en su comportamiento postcosecha.
«Los virus que estudiamos en las plantas y los coronavirus, aunque son distintos, tienen similitudes, entenderlos y manejarlos, puede ayudar a controlarlos mejor«, sostiene Navas. Los cinco insisten en »confiar y desear« que el aumento de los presupuestos para la investigación que puedan conllevar los fondos europeos Covid-19, alcance »a todos los ámbitos«.
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El estudio de la Universidad de Stanford no sólo incluye a los cinco investigadores en Biología Vegetal y Botánica de La Mayora. Hasta 31 científicos más de la Universidad de Málaga (UMA) aparecen también referenciados. En Química Analítica se incluye a Javier Laserna; en Inteligencia Artificial y Procesamiento de Imagen, a Enrique Alba y Antonio Nebro; en Ciberseguridad, Javier López y Cristina Alcaraz; y en Bioquímica y Biología Molecular, José Matés y Miguel Ángel Medina. En Sistemas Cardiovasculares y Hematología se encuentra Manuel Muñoz; mientras que en Química-Física destacan Juan Casado y Tomás Cordero y Rocío Ponce es citada en Química.
Por su parte, Isabel Moreno destaca en Ciencia Animal y Mario Durán e Ignacio González en Ingeniería Electrónica. En Optoelectrónica y Fotónica están Juan G. Wangüemert, Íñigo Molina y Alejandro Ortega. Robert Halir aparece en Teoría de la Señal y Comunicaciones. En Redes y Telecomunicaciones son Rodrigo Román y José París. Pablo Fernández destaca en Psicología, Félix López en Biología Marina e Hidrobiología, José Miguel Morales en Enfermería y Juan Morales y José Ruiz en Energía.
Esta clasificación la completan Huber Felle, en Biología Vegetal y Botánica; Marcelo Berthier, en Neurología y Neurocirugía; Cristóbal Carnero, en Química-Física; Juan Ignacio Ramos, en Matemáticas Numéricas y Computacionales; Carlos Cotta, en Inteligencia Artificial y Procesamiento de Imagen; y Juana Benavente, en Ingeniería Química.
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