Federico de la Torre: «Frigiliana es un regalo para la vista por sus calles estrechas y sus fachadas»

De la Torre estudió Magisterio compaginándolo con sus labores en el campo, necesario en la época para ayudar a su familia a salir adelante. Más tarde, habiendo dado clase en otros municipios de la provincia, llegó a Frigiliana para quedarse como profesor, siendo el primer maestro que impartía inglés en el pueblo. De este modo, y por su amor y arraigo a su lugar de nacimiento, lleva toda su vida en Frigiliana, apostando por su municipio y aireando la belleza de sus calles: «Nuestra iglesia, aunque se hicieron muchos destrozos en la Guerra Civil, no es para un pueblo de 2.000 habitantes, sino para uno de 10.000», relata, aludiendo a su cúpula y techos artesanos, construida en 1676 sobre una antigua ermita.

Además de dedicarle media vida a la enseñanza, De la Torre cuenta que tras su jubilación se ocupó durante 11 años de la fábrica de miel de caña de Frigiliana, en la que obtuvo en su regencia una producción de 320.000 kilos anuales de este producto. «Visitar Frigiliana es un regalo para la vista por sus calles estrechas y sus fachadas encaladas», pero también por su gente, de todas partes del mundo