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El actor Juan José Rodríguez, conocido como Canco, tiene «muchísimos» recuerdos de su infancia en Alfarnate. «Me recuerdo comiendo algún puchero con garbanzos, en la fonda, un sitio donde podías comer y quedarte a dormir, me recuerda mucho a la película 'El viaje a ... ninguna parte'«, detalla.
Sobre su lugar favorito, señala el monte del Santo Cristo. «Es un lugar mágico de verdad, como de una novela de Tolkien o de una película de 'El Señor de los Anillos', con las piedras, los árboles, esa combinación de la naturaleza que se ofrece en ese ascenso pequeño«, describe. Como buen cinéfilo, vuelve a evocar otro título, 'Notting Hill'. »Esa escena en la que el actor va caminado viendo todas las estaciones del año, pues me visualizo desde allí viendo todas las casas del pueblo, en las diferentes estaciones, desde la nieve en invierno, al calor del verano, cuando no hay ni un alma en la calle«, asegura.
Como embajador de su pueblo, el plan perfecto para pasar un día en Alfarnate incluiría llegar pronto, dar un buen paseo por los alrededores, «respirando aire puro, ahora que hay que llevar las mascarillas, te la puedes quitar en el campo, oler el rocío, la tierra, las plantas... Cansarte, pararte en las pilas, refrescarte y dejar que la cabeza vuele«, describe Rodríguez, quien anima a realizar 'El Camino de Alfarnate', al modo del famoso Camino de Santiago. Tras ello, llegar con hambre al pueblo, donde recomienda ir al bar de Cristóbal, y degustar allí »un buen plato de los Montes o unas migas ricas«. »Si tienes casa, te echas allí una buena siesta, y si no te sientas a tomar un café«, añade.
Otro de los atractivos para él es conocer a los habitantes «y que te cuenten historias, está lleno de leyendas». Para él, Alfarnate es «un pueblo de ensueño». «Es como un pequeño portal de Belén, tiene su río, sus casitas bajas, sus paredes de cal blanca, su iglesia, su puente, metido entre montañas, es pequeño, es como La Comarca de los Hobbit«, dice.
Lo que más le gusta del pueblo es «su gente». «Podrá transformarse con el paso del tiempo, pero la gente se mantiene allí, conserva el espíritu de acoger al visitante y de la sonrisa, la gente está feliz, no digo que lo esté siempre, pero cuando voy siempre me preguntan por mis padres, me cuentan historias de mis abuelos...«, argumenta.
Y lo que menos le gusta a Rodríguez es «lo lejos que está de mi casa en Madrid, y las pocas visitas que puedo hacer al año». «Lo que más echo de menos con la pandemia es no tener un toque de queda y poder moverme libremente dónde y cómo quiera. Y también echo de menos poder ver las caras de la gente cuando me cruzo con ellas por culpa de las mascarillas«.
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