«Cuando llegas te impacta que no haya barreras para acceder al metro»

Aunque tenía trabajo estable en España, la torroxeña Ana María Baena Salar, diplomada en Turismo por la Universidad de Málaga, decidió hace tres años hacer las maletas, junto a su marido, el ingeniero electrónico motrileño Miguel Hurtado, y poner rumbo a Alemania. «Los dos teníamos trabajo fijo pero las condiciones no eran las mejores y pensamos que si queríamos algo mejor era el momento de salir a buscarlo. En principio, queríamos irnos a un país de habla alemana para aprender y mejorar el idioma y la oferta más completa llegó desde Hamburgo», afirma.

Nada más llegar a la ciudad, que después de Berlín es la más poblada e importante del país teutón, una de las cosas que más le impactó es que no hay barreras en el metro, «y no es porque el transporte sea gratuito, simplemente confían en que la gente va a comprar el billete, a pesar de no tener que usarlo para acceder al metro». «Lo único que hay son revisores que te encuentras muy de tanto en tanto», dice, al tiempo que añade que otra cosa que le llamó mucho la atención es «lo falso del tópico de que todos los alemanes hablan inglés y lo hablan muy bien». «No es cierto», apostilla la joven torroxeña.

Baena y Hurtado llegaron a Hamburgo el 20 de marzo de 2013. Al principio, ella trabajó como asistente de equipo y gerente en una agencia de empleo y ahora lo hace como contable e investigadora para una empresa de estadísticas. «Lo que más me gusta es esa confianza en el buen hacer de la gente, como con el tema del billete de metro. A pesar de ser Hamburgo una ciudad grande, la gente se deja los carritos de los niños fuera del restaurante si éste es estrecho, en los edificios de viviendas ves los zapatos en el rellano continuamente, ya que aquí se quitan los zapatos para entrar a las casas, tanto si es la tuya como si vas de visita», comenta. Otro de los aspectos de la vida cotidiana de la ciudad germana que más llama la atención a la joven torroxeña es «la cultura de las barbacoas». «El tiempo deja mucho que desear pero a poco que sea medio bueno ves todos los jardines, parques y el entorno de los lagos llenos de gente haciendo barbacoas», describe la joven axárquica.

Sobre el tema de los refugiados, Baena cuenta que en Hamburgo han habilitado diversos centros para acogerlos, «donde puedes ir como voluntario a ayudarles o puedes donar ropa y juguetes». «En mi empresa se hizo una recolecta y un par de compañeros se encargaron de llevar todo al centro más cercano», relata. Preguntada sobre si nota racismo entre la población local, dice: «Hay veces que sí, aunque en general creo que he tenido suerte con la gente que me he ido encontrando. Donde quizás lo noté un poco más fue al empezar en mi antiguo trabajo. Al ser una agencia de empleo, la gente con la que teníamos contacto, aparte de nuestros clientes, eran personas en paro o que buscaban un trabajo mejor. Cuando llamaban o venían y veían que una extranjera que ni siquiera dominaba bien la lengua tenía un puesto y ellos estaban en el paro... pues bueno, alguno que otro no se lo tomaba bien y eran un poco desagradables, pero las compañeras siempre me ayudaron y algunas de ellas son buenas amigas ahora».

Aunque echa mucho de menos «la familia, los amigos, el sol y el calorcito, la alegría de la gente, el campo de su abuela, los boquerones, las gambas a la plancha, las cervecitas en la plaza, y ver y escuchar el mar» en su Torrox natal, esta pareja tiene decidido quedarse unos cuantos años más en Alemania.

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