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nuria vega
Martes, 23 de diciembre 2014, 12:36
Unas pocas cosas no son 46 millones de españoles. Se refería Mariano Rajoy a los casos de corrupción el 26 de octubre de un 2014 en el que esas pocas cosas han terminado por desgastar la marca PP llevándose por delante la moral y las expectativas electorales del partido. Si en 2012 el presidente del Gobierno le confesaba a Artur Mas aquel vivo en el lío, este año el lío se ha multiplicado. Rajoy ha tenido que afrontar la gestión de los diversos conflictos, que se le reproducen a medida que avanza la legislatura.
El primero, el de los escándalos que afectan al PP y que han hecho tambalear, especialmente tras el verano, las estructuras de un partido que el presidente ha dejado en manos de María Dolores de Cospedal. La corrupción nos ha destrozado, admiten los populares.
El caso de las tarjetas opacas de Caja Madrid y Bankia provocó en octubre la baja temporal de militancia de quien fue venerado entre los populares y compañero de Gobierno de Rajoy, Rodrigo Rato. Más tarde, la operación Púnica condujo a prisión al exnúmero tres de Esperanza Aguirre, Francisco Granados. El golpe más duro, sin embargo, se produjo en noviembre. El 'caso Gürtel', en el que se investiga la presunta financiación ilegal del PP, se cobró la dimisión de la ministra de Sanidad, Ana Mato, encargada en 2011 del comité de campaña que aupó a Rajoy a la Moncloa.
anuario
Su marcha del Ejecutivo facilitó la entrada de Alfonso Alonso, a quien el presidente le ha encargado transmitir la imagen más social del Gobierno cuando la recuperación económica no termina de percibirse en los hogares. El PP, mientras tanto, se va a ocupar de otro de los pilares del partido, la defensa de la unidad de España. Rajoy pretende así cerrar las filas de la derecha frente al desafío soberanista de Artur Mas, quien el 9-N logró colocar las urnas en las calles para desconcierto de los populares catalanes tras meses prometiendo que no habría consulta.
Elecciones
Los críticos del PP reprocharon entonces a Rajoy que permitiera la votación y no reaccionara en público hasta pasados tres días. Muchos pertenecían al sector más conservador del partido, que en este 2014 se ha ido distanciando del presidente. Tras la marcha de algunos miembros de la formación al nuevo partido VOX, el ala dura se quedó sin referente en enero cuando Jaime Mayor Oreja anunció que no repetiría como candidato en las elecciones europeas. Meses después, la decisión del jefe del Ejecutivo de retirar la polémica reforma de la ley del aborto terminó de revolver los ánimos y abocó, además, a Alberto Ruiz Gallardón a dimitir.
Rajoy se enfrenta ahora a uno de los años más complicados. Los comicios municipales y autonómicos amenazan con catástrofe y pueden restar legitimidad interna a quien pretende repetir como cabeza de cartel en las generales. Revalidar es lo que desea y ya ha avanzado su intención de no adelantar la cita con las urnas. El PP da por hecho que ganará a pesar de todo, aunque tenga que ser con una pírrica mayoría una vez dilapidada la absoluta. De hecho, hay un dogma al que se aferran en el partido ante la irrupción de Podemos en el panorama político: En este país ha sido siempre así, quien gana las elecciones, gobierna.
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