
Dice el tango que veinte años no son nada, pero la mitad del tiempo robando da para mucho. Más de seiscientos millones de euros de los desempleados se otorgaron sin ningún tipo de control, pero no sin ton ni son, porque las cantidades cuando no se asignaban a un familiar o a un amigo, le tocaban en suerte a un socialista. Para la historia universal del latrocinio quedarán aquellos parados que, para cobrar las indemnizaciones, aparecían de golpe en empresas que no habían pisado en su vida, a veces con una antigüedad como trabajador mayor a la suya propia.
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Seis años de cárcel le han caído a José Antonio Griñán, por malversar el dinero de los más necesitados tolerando un entramado que permitía a los altos cargos del PSOE trajinar con esas ayudas para crear redes de clientelismo. Una forma de gobernar cercana a la Cosa Nostra, que ha mandado a exconsejeros otrora todopoderosos, como José Antonio Vieira, Francisco Vallejo o Carmen Martínez Aguayo, al trullo.
En los 1.700 folios de la sentencia hay cárcel también para antiguos viceconsejeros y directores generales, lo que demuestra que, más que hechos delictivos de una o varias personas, se trataba de un monumental compadreo delincuencial, de una banda organizada que actuaba con total descaro, pues se creían impunes gobernando un maremágnum administrativo inextricable que ellos mismos habían creado ex profeso.
La llamada pieza política de los ERE, con veintiún ex altos cargos imputados, llega a su fin a expensas de posibles acciones de los condenados ante el Tribunal Supremo. Pero quedan otras doscientas piezas del mayor, con el permiso de Puyol y de su familia, escándalo de nuestra democracia.
Manuel Chaves, nuestro presidente más duradero, dejó el cargo en herencia a Griñán, futuro presidiario. El que fuera también presidente del Partido Socialista ha sido condenado a 9 años de inhabilitación, la exministra Magdalena Álvarez o el factótum del gobierno socialista, Gaspar Zarrías, también han sido inhabilitados. Que te inhabiliten cuando ya no eres nada es sin duda un castigo menor. Sin embargo, la condena a Chaves es una sanción a una época y a un modelo político, el del régimen socialista andaluz, que acabó siendo una gran estafa.
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Juanma Moreno ha hablado de vergüenza y el secretario de Organización de los socialistas andaluces ha defendido la «honorabilidad y honradez» de Manuel Chaves y José Antonio Griñán, a pesar de las condenas. Los huevos como el caballo de Espartero y la moral como la del Alcoyano. El PP de Casado, ya antes de conocer la sentencia, pretendía convertir este caso en lo que fue la Gürtel para Rajoy, imposibilitando los posibles pactos venideros. Pero Pablo Iglesias no permitirá que este inconveniente acabe con su sueño de ser vicepresidente. La que debería ir dimitiendo, y marchándose bien lejos, a su casa al menos, es Susana Díaz, heredera política de los condenados, sin los cuales nunca hubiese sido Presidenta de la Junta. Si sigue, volverá a ganar las elecciones. Esa es la verdadera vergüenza.
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