El Partido Popular de Andalucía celebró el pasado martes, apenas dos días después de las elecciones europeas, un Comité Ejecutivo Autonómico para hacer balance de esos comicios, en los que consiguió completar el ciclo exitoso abierto en las elecciones autonómicas de 2022 y que incluyó ... también las victorias en las municipales y en las generales de 2023. En medio del ambiente de euforia que se respiraba en la reunión, el presidente del partido y de la Junta, Juanma Moreno, creyó oportuno recordar que el PP ganador no ha formado siempre parte del paisaje en Andalucía. «Estamos fraguados en la derrota y en la frustración, esto nos da un punto de humildad y por eso somos prudentes y serenos», dijo.
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En efecto, antes de que los electores le dieran una victoria arrolladora en los comicios autonómicos de 2022, Juanma Moreno había sufrido nueve derrotas electorales en Andalucía y de hecho, cuando llegó a la presidencia lo hizo con resultado magro y gracias a que pudo tejer un acuerdo parlamentario con otras dos formaciones. No fue hasta después de llevar más de tres años en la presidencia cuando consiguió la primera mayoría absoluta para su partido.
Sin embargo, ni siquiera en esa ocasión se dejó ganar por la euforia. Tras obtener el 43 por ciento de los votos aseguró que entre su masa de electores había lo que denominó como «voto prestado», un concepto que aún hoy se resiste a abandonar.
¿Qué era el voto prestado al que aludía Moreno? El de ciudadanos que habitualmente no votaban al PP, pero que en aquella ocasión decidieron hacerlo por alguna circunstancia especial. De hecho, la estrategia de los populares en las elecciones de 2022 se centró en que los electores sintieran que se les estaba haciendo una pregunta: Juanma Moreno va a gobernar. ¿Quiere usted que lo haga en solitario o con Macarena Olona como vicepresidenta? En el PP están convencidos de que muchos votantes progresistas se sintieron interpelados y pusieron la papeleta que respaldaba a Juanma Moreno respondiendo a esa pregunta. Los politólogos dicen que quien acierta con la pregunta correcta es el que se lleva el gato al agua.
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Dos años y tres elecciones después en las que las preguntas a los votantes fueron otras, el PP sigue ganando en Andalucía, una comunidad que históricamente ha sido considerada sociológicamente de centro izquierda y que el propio Moreno siempre la ha caracterizado de esa manera. ¿Los populares encadenan victorias porque hay votantes progresistas que les siguen prestando el voto o ha habido cambio sociológico en Andalucía?
En el PP no han encontrado todavía respuesta a esta pregunta. Hay quienes aseguran que sí y hay quienes que, aunque confían que ese cambio se consiga en el futuro, sostienen que dos años es poco tiempo para darlo ya por hecho.
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Los que apuntan a la primera respuesta señalan las características especiales de las elecciones europeas, en las que la gente suele votar a aquello con lo que se identifica y que por lo tanto eran propicias para que el voto prestado volviera a su origen. Que no lo haya hecho, según quienes sostienen esta opinión, apunta a que se está produciendo un cambio.
Además, el escenario de polarización en el que los socialistas plantearon la dicotomía Sánchez o extrema derecha, la movilización del voto moderado era la más difícil de conseguir y sin embargo el PP lo logró y consiguió una victoria en Andalucía por una diferencia mayor a la obtenida en España. Estas consideraciones sustentan a quienes apuntan a la tesis de que ha habido cambio social y que los votos prestados están dejando de serlo.
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Quienes creen que ese proceso todavía no se ha completado lanzan dos advertencias. La primera es que dos años es muy poco tiempo para dar por hecho un cambio social que no se puede producir de un día para el otro. La segunda es que lo que está enfrente es un adversario especialmente debilitado por la falta de liderazgo en Andalucía y por un líder nacional cuyas políticas son difícilmente defendibles en esta parte de España. Pero se trata de dos circunstancias que no dejan de ser una anomalía y que pueden cambiar en un futuro para un partido que tiene la mayor implantación territorial, con sedes en todos y cada uno de los pueblos andaluces, incluidos aquellos en los que el PP, cinco años después de alcanzar la presidencia de la Junta, no ha conseguido aún tener presencia física.
Y hay, además, un tercer factor que avala a quienes creen que todavía es prematuro hablar de cambio social: los rendimientos electorales del PP en Andalucía están aún más ligados a la figura de su líder que a su marca. Y los liderazgos pueden ser prolongados, pero no son eternos.
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El debate no está solamente dentro del Partido Popular de Andalucía. Quienes observan desde la academia y la ciencia política la evolución electoral andaluza también aportan miradas diferentes. La politóloga Ana Salazar, directora de Idus3, ve consolidado el voto del PP, pero advierte: «Una cosa es que esté consolidado y otra es que sea inamovible».
En su opinión, en esta caso no vale hablar de voto prestado, que serviría para una elección por una causa o una circunstancia determinada, pero cuando el patrón se repite en diferentes convocatorias ese concepto ya no cuadra.
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«Ahora bien -advierte-, el ciudadano o la sociedad es lo suficientemente madura e inteligente como para cambiar su opción de voto si el gobierno que está en este momento no satisface sus necesidades, pero eso no significa que sea un voto prestado». De hecho, recuerda que en todo el periodo democrático se ha visto cómo se han ido alternando los gobiernos, «porque los votos cambian».
El sociólogo José Manuel García Moreno, del Centro de Investigación Social Aplicada (CISA) de la Universidad de Málaga, considera que, efectivamente, en las elecciones de 2022 existió lo que podría considerarse voto prestado, que venía del desencanto con lo anterior y que apuntaba a apostar por algo diferente. Y ese voto, en su opinión, se ha ido convirtiendo en un voto acomodado similar al que durante cuatro décadas mantuvo al PSOE en el poder independientemente del candidato que presentara. Ahora la clave estará es saber si ese voto se acomodará en el centro derecha también con independencia del candidato. «En ese caso sí hablaríamos ya de un cambio definitivo del título, más allá de la persona, más allá de su forma de ejercer, estaríamos hablando ya de un cambio hacia una forma diferente de ver la política», explica.
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