Rocío Blanco: «No imaginaba la política tan agria: al principio cada semana le decía a mi marido que me iba»

–Lo primero que comentan los periodistas del Parlamento Andaluz al preguntar por usted es lo rápido que habla. ¿Es un vicio que se le quedó de las oposiciones o una táctica para despistar a sus adversarios?

–En las oposiciones tienes 12 minutos para cantar cada tema y en ese tiempo tienes que dar toda la información que puedas... Y eso, claro, se te queda. Yo antes de empezar a hablar siempre me digo: Rocío, contente, intenta hablar lento. Veo a Elías [Bendodo] cómo habla en el Parlamento, tan pausado… Mira que lo intento, pero la cabra tira al monte.

–Esta es su primera experiencia en la política. ¿Qué balance hace? ¿Se la imaginaba así?

–Al principio le decía a mi marido todas las semanas: yo me voy. Imagínate a alguien tan técnico como yo, que viene del funcionariado puro y duro... Yo no era consciente de dónde me metía. Lo vi por la parte romántica: me dan la oportunidad de hacer cosas por los andaluces. Y cuando aterricé en el Parlamento y me insultaban por decir que queríamos modificar el SAE o la formación… me quedaba en 'shock', no sabía reaccionar.

–¿Qué es lo que peor lleva de la política? ¿Y algo que le haya sorprendido para bien?

–Yo con la consejería no me llevaba a engaño, sabía lo que me podía encontrar, aunque luego fue mucho más... Lo que de verdad no me imaginaba es que el mundo de la política era tan inhóspito, tan agrio. Pero han pasado dos años y medio y tengo relación de amistad real con gente de la oposición, que me preguntaba cada día por mi padre cuando estuvo enfermo. Al final he buscado la rendija para encontrar a las personas detrás de la vis política. De esta etapa me llevaré a personas, con independencia del partido que representan. Eso ha sido una sorpresa, una de las mayores ganancias que me llevo. Y lo que peor llevo es estar lejos de mi familia.

–Dentro del Gobierno, ¿con qué consejeros se lleva mejor? ¿Hacen piña los malagueños ?

–Vuelvo a las personas: tú tienes tu afinidad con quien la tienes. El éxito de este gobierno es que somos gente con mucha ilusión, con ganas de hacer cosas. Y eso une mucho. También pesa que ninguno somos de Sevilla, salvo Patricia [del Pozo, consejera de Cultura]. Luego también es importante que nadie quiere sobresalir por encima del otro y todo el mundo respeta mucho al presidente, incluido Juan Marín, que yo le sigo dando mucho mérito a esa lealtad.

–Ha dicho que esto es una etapa, pero ¿tiene fecha de fin o se plantea repetir si se lo piden?

–Me lo planteo como una etapa de cuatro años. Si me preguntan cuál es mi plan después de esta legislatura, es volver a la Inspección. Pero no pienso más allá. Soy de mirar el momento y no el futuro.

–A usted la nombró Ciudadanos, pero no tiene carné de ningún partido. ¿Eso puede cambiar en un momento dado?

–No. Además, creo que para las listas electorales siempre hay gente muy interesada y yo no me veo luchando por eso, no es mi guerra.

–Le concedieron la Cruz al Mérito Policial por su lucha contra el fraude. ¿Es un problema endémico en España?

–He asistido a muchos congresos internacionales sobre fraude y es sorprendente cuando un alemán o un francés te cuentan cosas similares a las que pasan aquí, que nos creemos que son propias de la picaresca española. Quizá está en la condición humana y en las administraciones, que a veces pecan de buenistas. Como Administración tenemos la responsabilidad de adelantarnos al fraude.

–¿Cómo se definiría como jefa? Da la impresión de tener buenas formas, pero ser muy 'apretá' con el trabajo... Hiperexigente, vamos.

–Nos pegamos una 'pechá' de trabajar en la consejería que el escolta me dice muchas veces: consejera, a quien se le diga que son políticos y salen de trabajar a las once de la noche, no se lo cree… En mi equipo somos un poco agonías, la verdad. Muchas veces ni comemos. Pero somos una piña, todo el mundo esta volcado. Lo que necesita la gente de un jefe es verte a su lado. Yo no puedo exigir e irme a mi casa.

–Tanto usted como su marido [Alfonso Conejo, jefe de la Inspección de Trabajo en Málaga] son inspectores de trabajo. ¿Les sale la vena inquisidora cuando van a algún chiringuito?

–Alguna vez hemos comentado: como saquemos la libreta, verás... Con tantos años de experiencia tenemos ya un sexto sentido. A mí me ha llegado a pasar de antes de entrar en una empresa, decir: «De aquí van a salir corriendo». ¡Y efectivamente salían corriendo!

–Habrá visto de todo en su etapa como inspectora...

–Una vez en una visita a una empresa, nos encerraron a mi compañera y a mí en una habitación. ¡Les cayó una obstrucción del quince! Y cosas que me pasaban por ser una mujer joven... Cuando iba con un compañero subinspector, me trataban a mí de ayudante. O les pedía los datos y contestaban: ahora tú dame tu teléfono para quedar para cenar.

–Más de una vez le habrán preguntado si quiere pagar en A o en B... ¿Contesta aquello de «Usted no sabe quién soy yo»?

–¡Hombre, por supuesto les contesto que en A! Intento hacerles pensar: si no se dan cuenta de que si no ingresamos en la hucha no va a haber para pagar las pensiones, o la sanidad… Me miran como diciendo: «¡A mí me dejas en paz!»