Presupuestos extra-ordinarios

Los economistas suelen equivocarse en sus pronósticos, aunque nadie los supera a la hora de explicar en qué fallaron. Las cuentas se han planificado sobre la base de un escenario de crecimiento económico en Andalucía para 2023 del 1,9 por ciento, dos décimas menos que el planteado por el Gobierno central en el conjunto de España para unos presupuestos generales tildados de irreales por exceso de optimismo. También se ha previsto un inflación anual del 4,5 por ciento. Sería difícil encontrar a alguien que no firmara al día de hoy un documento en el que le garantizaran que todo transcurrirá en esos parámetros.

Pero no es sobre esa base, sino a partir los ingresos extraordinarios, que la Junta de Andalucía va a recibir durante el próximo ejercicio, sobre los que se han elaborado unos presupuestos que pueden ser presentados sin exageración como los más sociales de la historia. Hay cifras récord de gasto en las tres patas del estado de bienestar bajo competencia autonómica -sanidad, educación y servicios sociales- y un aumento del 83 por ciento en inversiones.

Esto ha sido posible por la confluencia de tres factores en el capítulo de ingresos que pueden ser considerados extraordinarios. Es decir, que no hay garantías de que vayan a repetirse en el futuro. El primero son los fondos europeos, más de cinco mil millones de euros si se toman en cuenta los correspondientes al marco 2014-2020, el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, los REACT y los fondos del marco 2021-2027. No es en absoluto casual que el aumento del montante global de los Presupuestos en relación con los de 2021, 5.199 millones de euros -hay que recordar que este año se funciona con cuentas prorrogadas- coincida en gran medida con el montante de los fondos que llegarán de Europa, 5.489 millones.

El segundo es un aumento también extraordinario de la recaudación, un 25 por ciento, especialmente por un incremento significativo en el IVA y en el IRPF. Esta subida, de unos 3.600 millones de euros en ambos tributos, vendría a dar la razón al argumento en apariencia contradictorio sobre el que el Gobierno andaluz sustentó su política de reducciones fiscales -bajando impuestos se recauda más-, aunque ahí también pesa la inflación. El reproche que en repetidas ocasiones se le ha hecho a Pedro Sánchez -aquel de que llena los bolsillos de la hacienda pública a costa del aumento de los precios- podría valer también para la Junta. En todo caso, no es verdad que la recaudación, la del Estado y la de la autonomía, esté aumentando solamente por la carestía de la vida. Hay otros factores, como el afloramiento de economía sumergida por el uso generalizado de medios electrónicos de pago. La previsión de un aumento tan significativo de la recaudación por parte de la Consejería de Hacienda es mucho más que una expresión de deseos. Se basa en las entregas a cuenta para el año próximo que el Estado ya ha comunicado a la Junta.

El tercer factor que hace excepcionales a estos Presupuestos es el mantenimiento de la supresión de las reglas fiscales, que permite a las administraciones funcionar con un déficit superior al que regularmente marca la norma. Es una de las herencias de la pandemia que aún persisten.

Todo ello ha permitido elaborar unas cuentas fuera de lo común que será necesario no desaprovechar por lo extraordinario del momento, la incertidumbre sobre los tiempos que se avecinan y la circunstancia política que marcará el resto de la legislatura. Son las primeras cuentas desde que Juanma Moreno gobierna en Andalucía que saldrán adelante sin necesidad de negociación. Para el PP es una situación evidentemente más cómoda, pero por eso mismo su responsabilidad es mayor, lo que necesariamente será tenido en cuenta a la hora de valorar si con estos presupuestos se ha dado respuesta a las necesidades reales de Andalucía.