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Mirada periférica ·
Unas declaraciones del presidente que situaban en febrero el posible fin de la legislatura disparan las alarmas y evidencian que es la fecha de las elecciones lo que centra la atención de todosLa incertidumbre electoral en Andalucía, determinada por la situación de debilidad parlamentaria del Gobierno de la Junta, se ha convertido en algo parecido a una ansiedad que ha pasado de medirse en meses a hacerlo en semanas y, de vez en cuando, hasta en días. ... Esta semana se vivió un episodio en el que afloraron todos los elementos que forman parte de esta situación: la pugna permanente por ocupar el centro de la escena, el poder incontestable que inviste al presidente por ser él el único con acceso al botón electoral y la guerra de todos por imponer su relato, en el que una parte sustancial consiste en igualar a los adversarios y presentarse como alternativa única a alianzas maléficas: según el PP, el PSOE, el conjunto de la izquierda y Vox están en la misma estrategia de desgaste al Gobierno; para el PSOE, la única pinza que existe es la alianza entre el PP, Ciudadanos y Vox; en la interpretación de Vox, el Ejecutivo del PP y Ciudadanos no es otra cosa que una continuidad de los gobiernos socialistas. La soledad parece ser un producto de primera necesidad electoral y la capacidad de tejer alianzas y pactos, una cualidad con cotización a la baja.
Habrá que acostumbrarse. Este escenario de todos contra todos se inició cuando Vox decidió cambiar. Dejó atrás su apoyo continuo al Gobierno de los tres primeros años de legislatura para adoptar una política una amenaza permanente de ruptura que sólo se concretó en la votación de los Presupuestos pero que de amago en amago consigue situarlo todo el tiempo en el centro de los focos.
No es previsible que este escenario vaya a cambiar hasta que finalmente se disuelva la Cámara y se convoquen elecciones. Hasta entonces, confirmado ya que el Gobierno prefiere dedicar sus energías a acordar con Vox antes que conceder protagonismo a Juan Espadas aceptando alguna de sus múltiples ofertas de pacto -las que hizo y las que seguirá haciendo- cada votación en el Parlamento llevará a escenarios como los ya vividos. Hasta entonces, también, se seguirá escuchando a los gurús que vaticinan una inminente convocatoria de elecciones, como aquellos que a partir del mediodía comienzan a decir cada diez minutos que ya es de noche hasta que finalmente, con el paso de las horas, el sol se acaba ocultando y su predicción coincide con la realidad. El pasado miércoles hubo televisiones en Madrid que daban por seguras las elecciones en abril.
Ese día se vivió cierto sobresalto cuando, durante su visita a Fitur, el presidente puso febrero, o al menos hubo quienes así lo entendieron, como posible fecha de la disolución del Parlamento y la convocatoria electoral. «Si a lo largo del mes de febrero, que ya empieza el periodo de sesiones normalizado, vemos el bloqueo sistemático y permanente por ambas fuerzas políticas, lo que se ha denominado la pinza política del PSOE y Vox, no podremos seguir la legislatura. Yo no le voy a hacer perder ni un sólo minuto a los andaluces», fueron las palabras textuales, que dispararon las especulaciones sobre una convocatoria inminente a las urnas.
Cuando el presidente hacía estas declaraciones en Madrid, todavía estaba fresco el anuncio formulado un día antes por el portavoz de Vox, Manuel Gavira, de que su grupo apoyaría la propuesta presentada por el PSOE para celebrar un pleno parlamentario extraordinario y monotemático para abordar la situación de colapso de la atención primaria. La 'pinza' que el PP y Ciudadanos denuncian parecía activa. La indignación en el Gobierno era mayúscula, ya que el pleno encajaba como un guante en la estrategia del PSOE de poner a la sanidad en el primer plano del debate político.
Sin embargo, en ese momento, aún no se había celebrado en el Parlamento la sesión de la Diputación Permanente, donde se produciría un giro inesperado. En los plenos extraordinarios, cuando se celebran a petición de un solo grupo, sólo se permite la intervención del portavoz del grupo proponente -en este caso, la socialista Ángeles Férriz- además del representante del Gobierno interpelado. En la sesión se produjeron dos intervenciones que torcieron el curso de los acontecimientos. Primero, el portavoz del PP, José Antonio Nieto, advirtió de que su grupo exigiría el cumplimiento estricto del reglamento, lo que vetaba la intervención en el pleno del resto de los portavoces; después, la presidenta del Parlamento, con el aval del letrado de la Cámara, impidió que Unidas Podemos se adhiriera la propuesta socialista, lo que sí hubiese dado lugar a la intervención de todos los grupos al ser el pleno producto de una iniciativa de dos proponentes.
Así, Vox optó por abstenerse, con lo que se produjo un empate en la votación que impidió la convocatoria del pleno. El contexto en el que Juanma Moreno había realizado las declaraciones de la mañana había cambiado radicalmente.
Al día siguiente, en su participación en la maratón de colocación de primeras piedras en la que se encuentran inmersos los miembros del Gobierno, Moreno matizó la afirmación anterior, puso un «a partir de febrero» donde antes había dicho «durante el mes de febrero» y reconoció que, a la vista de los resultados el mensaje se había comunicado con escasa fortuna.
No hay nadie que pueda salir satisfecho de este episodio. La rectificación sobre la marcha de Vox ha dejado en evidencia que sus parlamentarios desconocen el reglamento de la Cámara, ya que cuando anunciaron el voto favorable a la propuesta del PSOE ignoraban que no iban a poder intervenir en el pleno finalmente frustrado. La otra posibilidad es que quizás les cuesta pasar de las palabras a los hechos en su reclamo de que haya elecciones inmediatas, porque la rectificación vino cuando de las palabras de Juanma Moreno podía desprenderse que efectivamente la llamada a las urnas estaba más cerca que nunca.
Tampoco el PSOE ha salido bien parado. Primero, porque su propuesta de un pleno monográfico -que se ajustaba como un guante a su estrategia de depositar el foco político en la sanidad- se vio frustrada. Y segundo, porque toda la atención mediática volvió a centrarse en Vox, cuyo peso político se incrementa cada vez que el Gobierno ningunea las ofertas de diálogo de Juan Espadas y hace pender toda la agenda de los vaivenes del partido de Abascal.
El presidente ha vuelto a dejar claro que es él quien tiene el control del botón con el que se puede poner fin a la legislatura. Pero los dimes y diretes de estos días no han hecho otra cosa que poner en duda el discurso de que la prioridad es la gestión y no el manejo discrecional del calendario electoral.
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