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La única certeza la fecha de las elecciones andaluzas es que cada día falta un día menos. Sólo el presidente de la Junta, que es quien tiene el mando del botón electoral, sabe cuándo se abrirán los colegios electorales y hasta es posible que a ... estas alturas aún no lo tenga decidido.
Los acontecimientos que se sucedieron en el Partido Popular desde su pírrica victoria en Castilla y León y que provocaron la mayor crisis interna de su historia trastocaron los planes de todos los grupos políticos andaluces e incluso algunas agendas gubernamentales que habían habían puesto en marcha un calendario de despedidas con punto final en el verano.
La explosión de las diferencias internas que se venían cocinando a fuego lento en el PP provocó que las fechas que con más insistencia sonaban en las quinielas –el 5 o el 12 de junio- fueran reemplazadas por otra en las preferencias de quienes practican el peligroso juego de las adivinanzas políticas: el 27 de noviembre. Se dio por hecho que el PP querría poner distancia posible entre el estallido de su crisis interna y la llamada a los ciudadanos a las urnas.
Pero tan peligroso era antes asegurar que se votaría en junio como dar por sentado ahora que será en el penúltimo mes del año. ¿Qué pasaría si en el equipo de Moreno perciben que la salida de la crisis del PP con la elección de Núñez Feijóo tiene un efecto rebote como el que experimentan las bolsas al día siguiente de alcanzarse mínimos históricos? A diferencia de lo que ocurría con Casado, el discurso Moreno casa con el del nuevo líder y se espera que el congreso, que al ser en Sevilla tendrá mayor repercusión en la opinión pública andaluza, ofrezca una exhibición, impostada o no, de unidad y entusiasmo.
Sin saber con exactitud a qué atenerse, el resto de partidos afronta el último tramo de la legislatura con el objetivo de aprovechar el tiempo que quede por delante. En el PSOE se han marcado el doble objetivo de aumentar el conocimiento de Juan Espadas en las provincias orientales –esta semana estuvo en Granada y Almería- y de socavar la imagen de moderación de Juanma Moreno. Para ello han recurrido en estos días al proyecto de Doñana, que va camino de convertirse en una cuestión incómoda para todos, y a la controvertida posición de Vox sobre los refugiados ucranianos.
Ciudadanos ya ha enseñado que sus cartas consisten en destacar su aportación al Gobierno, marcar cuanta más distancia con Vox mejor –la portavoz, Teresa Pardo, no perdió la oportunidad de hacerlo a cuenta del asunto de los refugiados-, y centrar todos sus esfuerzos en la figura de Juan Marín, que ya empieza a hablar de sí mismo en tercera persona.
En Unidas Podemos ya saben que no habrá lista conjunta con Teresa Rodríguez –ninguno de las dos partes quiere ni ha querido tal cosa-, pero a pesar de que la emblemática fecha del 28 de Febrero transcurrió sin novedades, no pierden la esperanza de conformar una plataforma amplia con otros sectores políticos y sociales. Creen haber obtenido una prórroga con el posible aplazamiento electoral, aunque saben que no contarán con el paraguas del proyecto de Yolanda Díaz, cuyos plazos son aún más lejanos.
En Vox, donde esta semana han sufrido un problema de desactualización de argumentarios –mientras su portavoz parlamentario decía una cosa sobre los refugiados ucranianos, el líder nacional sostenía lo contrario en el Congreso- Macarena Olona ya se prueba trajes de faralaes. Pero no la confirmarán como candidata hasta que haya convocatoria oficial de elecciones.
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