El Papa, Vox y los inmigrantes

Según relató Moreno a los periodistas que lo esperaban a la salida de su encuentro, el Papa se interesó especialmente por la situación de las personas migrantes, los recursos disponibles para atender sus necesidades y las posibles soluciones en origen ante ese fenómeno.

No es ni mucho menos la primera ocasión en la que Francisco, que cada vez que tiene oportunidad recuerda que él también es hijo de inmigrantes, muestra su empatía con las personas que se ven empujadas a buscarse la vida en un sitio diferente al que nacieron, aún a costa de enfrentar graves peligros en el trayecto. En su visita a Francia de septiembre del año pasado, dijo con claridad lo que piensa sobre este asunto: «Aquellos que arriesgan sus vidas en el mar no invaden, buscan ser bienvenidos».

Apenas algunas horas después, el Parlamento de Andalucía abordó el debate de una Proposición No de Ley presentada por Vox que pretendía conseguir respaldo de la Cámara a un texto de criminalización de los migrantes. Desde una perspectiva opuesta a la del líder de la Iglesia Católica, la propuesta comenzaba sosteniendo que España está sufriendo una invasión, aseguraba que se debe impulsar un bloqueo naval que proteja las costas de la llegada masiva de inmigrantes ilegales, vinculaba criminalidad con inmigración y proponía, entre otras medidas, suspender cualquier colaboración con los países de origen y con las oenegés que atienden a estas personas, encerrar en los centros de internamiento a todas las personas sin papeles hasta su expulsión, perseguir a quienes faciliten su empadronamiento y hasta suspender cualquier ayuda a Gaza, en grave crisis humanitaria por el conflicto bélico con Israel y amenazada por la hambruna.

Por ese motivo, no llamó la atención que algunos de los portavoces que intervinieron para mostrar su oposición a la propuesta de Vox, que fue rechazada contundentemente por el voto en contra del Partido Popular, el PSOE, Por Andalucía y Adelante, lo hicieran citando el Evangelio. Es difícil recordar otro debate parlamentario con tantas citas bíblicas como las que se escucharon el pasado jueves. Todas en contra de la propuesta de Vox.

Es verdad que la postura de Francisco sobre este asunto, y sobre muchos otros, no es compartida por los sectores más radicales de la Iglesia. De hecho, recientemente circuló por la red una conversación entre sacerdotes españoles que reconocían entre risas que rezan todos los días para que su jefe de filas emprenda cuanto antes su viaje definitivo hacia la eternidad. Pero no es menos cierto que desde que dejó de ser el conservador arzobispo de Buenos Aires para convertirse en el progresista Papa de Roma –por usar dos términos igual de caprichosos- Bergoglio ha dado un giro no a la doctrina de la Iglesia, sino a su discurso. Su elección como pontífice demostró hace ya más de una década que la Iglesia, amenazada en África y en América Latina por el incontenible crecimiento evangelista entre los sectores más desfavorecidos, necesitaba de una agenda que volviera a poner en el centro a los desamparados.

Una agenda compasiva que, al parecer, Vox –cuyos aliados internacionales son los protestantes Trump, Bolsonaro, Wilders y Orban- no comparte.