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En los últimos cuarenta años el diverso y heterogéneo mundo rural andaluz (donde conviven territorios de campiña, costa, montaña y zonas remotas) ha sido partícipe, al igual que el resto de la comunidad, de un proceso de desarrollo que ha dado lugar a cambios en ... su estructura y su fisonomía. A ello, han contribuido factores como la entrada de España en la UE y sus fondos de cohesión que han sido motores de modernización y transformación socioeconómica vinculados a las mejoras de las comunicaciones; los efectos, positivos y negativos, asociados a la globalización; la aparición de nuevos actores, sectores y actividades que complementan al predominante sector agroalimentario; y los cambios culturales derivados de las nuevas pautas de comportamiento de los actores rurales.
Sin embargo, el medio rural se encuentra a día de hoy en una importante encrucijada con dos desafíos estrechamente vinculados: la despoblación, que lleva aparejado un continuo envejecimiento de los habitantes de estas zonas, y la falta de rentabilidad y competitividad del sector agroalimentario. En estos días, el mundo rural andaluz alza su voz y reclama su protagonismo en la sociedad del siglo XXI con las protestas del sector agrícola y ganadero reivindicando precios dignos para las producciones, un equilibrio justo de la cadena agroalimentaria, la lucha contra la competencia desleal de productos de terceros países y contra los aranceles.
«El medio rural es hoy día un elemento fundamental que vertebra social y económicamente el territorio andaluz. Y lo es no sólo por lo que representa en términos cuantitativos de superficie, población, economía y empleo, sino también por otras cuestiones de índole cualitativa como es el importante vínculo que posee con la cultura e identidad de sus pueblos o por la labor esencial que desempeña en la gestión del patrimonio natural y cultural», destaca Pedro Sánchez Zamora, profesor de Economía Agraria de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes de la Universidad de Córdoba.
Se trata de un territorio, que con las lógicas diferencias entre zonas, se caracteriza por tener unas pirámides de población «invertidas» donde hay casos en que los jóvenes apenas representan el 12% de los habitantes, se trata de una población muy masculinizada y envejecida, según el perfil genérico que dibuja Eugenio Cejudo, profesor de Geografía Humana de la Universidad de Granada y presidente del área de Rural de la Asociación de Geógrafos Españoles.
Sobre los retos presentes que tiene el medio rural andaluz, Sánchez Zamora destaca la lucha contra el despoblamiento y el envejecimiento. Un fenómeno que en el caso de la comunidad, es especialmente «acusado» en las zonas de montaña de Sierra Morena y de las cordilleras Bética y Subbética y en menor medida en el Valle del Guadalquivir y la zonas del litoral, según Cejudo.
¿Cuáles son los otros retos del campo andaluz? La respuesta la da el profesor Sánchez Zamora, quien enumera cuestiones como el fortalecimiento del tejido socioeconómico mejorando el empleo; la atracción de jóvenes agricultores y ganaderos que garanticen el relevo generacional para lo que son necesarios incentivos como luchar contra los altos precios de la tierra o mejorar la percepción instalada en el imaginario colectivo de que la agricultura «no es una ocupación atractiva y que está pasada de moda»; la apuesta real por la innovación y la transformación digital desde el punto de vista social y económico (banda ancha, teleasistencia y formación digital de los oriundos); mejorar la competitividad de la agricultura (apoyo a la renta agraria, mejorar la orientación de las empresas en el mercado y de la posición de los agricultores en la cadena alimentaria); avanzar en el desarrollo sostenible y en la gestión de los recursos naturales; y proteger la diversidad y el paisaje.
No son tareas sencillas, pero los expertos consultados sostienen que el mundo rural andaluz cuenta con potencialidades. Para Eugenio Cejudo una de ellas pasa por hacer de la necesidad virtud y ante la situación de envejecimiento y despoblación apostar por nuevos nichos de empleo como impulsar el teletrabajo o potenciar las labores especializadas de cuidado de personas mayores y dependientes.
Pedro Sánchez Zamora añade otras como la «excelente» localización del mundo rural andaluz, su climatología; su rico y variado patrimonio cultural y natural; el potencial silvícola y agrícola para desarrollar nuevas cadenas de valor como la energía limpia, la emergente bioeconomía, la economía circular o el ecoturismo; aprovechar la fuerte implantación de agroindustrias en las zonas rurales, la bonanza del clima, la amplia trayectoria en la cada vez más demandada producción ecológica y de calidad diferenciada y el liderazgo en producciones de frutas, hortalizas o aceite de oliva; compaginar los sistemas agrarios de alto valor natural (dehesas, olivar y viñedos, junto a la ganadería extensiva) compatibles con la gestión sostenible del territorio y la elevada superficie forestal y de parques naturales protegidos.
La caza es una actividad que está fuertemente arraigada en la cultura rural andaluza y es un elemento para fijar la población, según destacan desde la Federación Andaluza de Caza.
Unas 45.000 personas, según los datos oficiales, personas trabajan en el sector cinegético andaluz, de los que 12.000 son empleos directos, a lo que hay que unir los servicios asociados indirectos: hostelería, restauración, viajes, equipamiento o taxidermia. En el 80% del territorio de la región se puede practicar la caza.
En Andalucía hay unos 256.000 cazadores con licencia, de los que más de 100.000 están federados en alguna de las 1.400 sociedades existentes. Los cotos de caza, privados o deportivos y las reservas para esta actividad superan los 7.500 y se enclavan en el medio rural.
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