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El último cara a cara parlamentario entre el presidente de la Junta, Juanma Moreno, y la portavoz socialista, Ángeles Férriz, concluyó esta semana con el ... habitual intercambio de reproches. Férriz acusó a Moreno de supeditar toda la agenda política de Andalucía a los líos internos de su partido, amagos de adelanto electoral incluidos, y Moreno le respondió que al único al que se ve en campaña es a su jefe de filas, Juan Espadas, sumergido en una gira permanente por Andalucía con la que intenta mejorar los bajos índices de conocimiento que padece fuera de la provincia de Sevilla. Seguramente a ambos les asiste algo de razón.
A nadie escapa que las especulaciones sobre un posible adelanto electoral que han venido condicionando el debate político en Andalucía durante los últimos meses -y acelerando algunas decisiones, entre ellas la de celebrar elecciones primarias en el PSOE-, tuvieron su origen a cientos de kilómetros de Andalucía. Una de ellas fue la decisión de la dirección nacional de Vox de quemar etapas en el proceso de ocupar el lugar de Ciudadanos como socio preferente del PP. Otra, aún más determinante, la adoptó la dirección nacional saliente del Partido Popular y consistió en ejercer presión sobre Juanma Moreno para que adaptara su calendario a la fallida estrategia del dúo Casado-Egea. Una estrategia que escribió su capítulo más absurdo en el adelanto electoral de Castilla y León, punto inicial de la vertiginosa caída en desgracia de la dupla que, con escasa fortuna, ha estado dirigiendo los destinos del PP desde julio de 2018. Si no hubiera sido por la firmeza de Juanma Moreno dentro de su partido para marcar sus propios tiempos, es probable que la encrucijada que ahora afronta Fernández Mañueco, impelido por las circunstancias a cambiar de socio, la hubiese tenido que enfrentar el presidente andaluz algunos meses atrás.
El breve mandato de Pablo Casado al frente del PP será historia en un mes y, seguramente, en la nueva configuración interna la organización andaluza tendrá un papel más determinante. Esto permitirá a Moreno aumentar su influencia en su partido a nivel nacional y también ampliar su margen de autonomía con el control incontestable en las ocho direcciones provinciales, algo que hasta ahora se le venía negando. Sólo basta con recordar cómo le fue impuesto desde Génova el nombre del candidato del PP a la alcaldía de Sevilla.
Todo ello cambió en apenas unas horas. Fue el martes por la mañana, cuando el giro de postura de los cinco presidentes andaluces que habían llegado hasta ahí colocados por Teodoro García Egea los dejó alineados repentinamente con las tesis de la dirección andaluza en un vertiginoso efecto cascada. Con esta crisis, la realidad interna del Partido Popular en Andalucía ha cambiado radicalmente y no es difícil vaticinar que Juanma Moreno tendrá a partir de ahora un control mas cómodo de las estructuras provinciales del partido. Seguramente pueda considerarse al presidente andaluz como uno de los ganadores del más grave conflicto interno que su partido ha sufrido a lo largo de la historia.
Si el reproche socialista sobre el presidente de la Junta por la manera en que la situación interna de su partido ha condicionado la agenda política andaluza tiene sustento en los hechos, la respuesta de Moreno también está basada en la realidad. Espadas lleva tiempo en campaña.
Pero si la injerencia de la dupla Casado-Egea le ha causado a Juanma Moreno una gran incomodidad interna, la oposición que han desarrollado los socialistas le ha permitido construir sin sobresaltos una imagen de gestor eficaz y moderado. Eso es lo que piensan, con un claro propósito de enmienda, en el propio PSOE de Andalucía.
En el equipo del secretario general del PSOE-A existe el convencimiento de que están corriendo una carrera contra el reloj después de haber perdido demasiado tiempo en una oposición sin rumbo en la que repitieron errorres que se venían arrastrando incluso desde antes de perder el poder. Ahora, acabado el tiempo de la catarsis, han puesto en marcha una estrategia construida a partir de una crítica descarnada sobre lo realizado hasta el momento en que Espadas tomó el control del partido tras vencer a Susana Díaz.
Los socialistas reconocen que durante la mayor parte de la legislatura no han sabido contrarrestar la buena imagen construida en torno a la figura de Juanma Moreno, que consideran que no está justificada. Argumentan que el presidente se ha viso beneficiado por una situación de pandemia, que puso un paréntesis en la evaluación ciudadana de la gestión del Gobierno autonómico, y en la llegada de recursos extraordinarios de la Administración General del Estado con los que entienden que se consiguió camuflar una mala gestión de Moreno. Además, consideran que el escenario político, con un PSOE que no acertó en la estrategia de oposición y el espacio más a la izquierda ahogado en una grave crisis, dejó el camino expedito al presidente.
Ahora, aseguran, ha llegado el momento de poner en evidencia esas falencias. El objetivo del PSOE es cambiar la tesis de que el presidente de la Junta reúne méritos para seguir al frente del Gobierno «simplemente porque no lo ha hecho tan mal». Para subrayar su convencimiento de que Juanma Moreno está sobrevalorado recuerdan que en la actual crisis del PP el nombre del presidente andaluz no ha sido mencionado como posible candidato a suceder a Pablo Casado. Por ese motivo, el objetivo socialista debe ser poner el foco sobre la gestión de la Junta y dejar atrás lo que consideran una estrategia de oposición suave. Con un calendario político previsto hasta el verano y la decisión ahora de seguir hasta noviembre, creen que el último tramo de la legislatura se le hará largo a Juanma Moreno.
Una de las cuestiones en las que los socialistas hacen más autocrítica sobre su línea de oposición es en el poco entusiasmo que se ha puesto en la defensa de la acción del Gobierno central, y especialmente de lo que se ha dado en llamar el 'escudo social' que permitió que la crisis sanitaria no se transformara en una crisis social sin precedentes. Admiten que están perdiendo el debate ideológico y que las medidas a su juicio acertadas del Gobierno no están calando en la opinión pública.
Parte de la autocrítica de los socialistas es que no pudieron impedir que se impusiera un debate polarizado en el que por un lado aparece el presidente del Gobierno y sus socios parlamentarios nacionalistas como encarnación de todos los males y del otro, todas las virtudes. Contra esta presentación a su juicio simplista pero que ha sido asimilada por gran parte de la sociedad, los socialistas apuestan por poner en valor lo que entienden como grandes aciertos en la gestión de Sánchez.
Aún así, reconocen que el cambio de modelo de financiación, una de las principales reivindicaciones de Andalucía (que los socialistas comparten con el Partido Popular), no está siendo abordada con la suficiente diligencia por el Gobierno central. Ese proceso, admiten en el equipo de Juan Espadas, va mucho más lento de lo que esperaban. La bandera de un nuevo sistema de financiación, que enarbolaron durante años, les puede ser arrebatada y no por su culpa.
El cambio de estilo en la oposición por parte de los socialistas se va a ver aderezada con otra iniciativa en la que Juan Espadas tiene depositadas grandes esperanzas: la política sobre el terreno. El candidato socialista alberga expectativas en lo que su equipo llama «política micro», reuniones con grupos reducidos de personas en las que escucha, explica sus propuestas para diferentes colectivos y demuestra su conocimiento de las más diversas materias, algo en lo que también confía.
A pesar de los vaticinios que los sitúan en clara desventaja, los socialistas aseguran que hay partido, que las elecciones no se decidirán en los extremos, sino en el centro, y que ganará quien logre identificarse con el mejor proyecto. En eso confían.
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