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Todos los focos apuntan ahora hacia Andalucía. Tras las elecciones en Castilla y León, el calendario político vuelve a señalar hacia el sur y si no se producen más sobresaltos que alteren la agenda, la próxima convocatoria a las urnas debería ser en esta comunidad ... autónoma.
La fecha en la que los andaluces serán llamados a votar es la gran incógnita y la pregunta que comienza a formularse una vez acabado el escrutinio de este domingo en Castilla y León es en qué medida el resultado en esa comunidad condicionará al presidente de la Junta, Juanma Moreno, a la hora de decidir cuándo disuelve el Parlamento y da por terminada la legislatura.
El crecimiento del PP por debajo de las expectativas, la aparición de Vox como principal beneficiado del hundimiento de Ciudadanos y convertido en posible socio de gobierno y el retroceso de la izquierda son las grandes lecturas que se pueden hacer de las elecciones en Castilla y León. La respuesta a la pregunta de en qué medida estas conclusiones son extrapolables a Andalucía determinará las decisiones que de ahora en más vayan a tomarse en el Palacio de San Telmo. Sobre todo, si a luz de estos resultados Vox, como anunció en la misma noche electoral, acaba entrando en el Ejecutivo que con toda probabilidad formará Fernández Mañueco.
En mayo pasado, la victoria arrolladora de Isabel Díaz Ayuso, que destrozó a Ciudadanos, neutralizó a Vox y consiguió formar gobierno en solitario, dio alas al PP, cuya dirección nacional comenzó a presionar a Juanma Moreno para que imitara a la presidenta madrileña y adelantara la cita de los andaluces con las urnas. Casado soñaba con un resultado similar al de Madrid alentado por unas encuestas que en aquel momento señalaban a un PP capaz de someter definitivamente al PSOE en su histórico feudo del sur. Según los cálculos de Génova, una contundente victoria popular en Andalucía debilitaría al presidente del Gobierno de forma decisiva y allanaría el camino a Pablo Casado. La situación que se ha producido en Castilla y León es opuesta. Con su victoria insuficiente, Fernández Mañueco, parece obligado a pactar con el partido de Abascal, que ha manifestado su intención «por derecho y por deber» de entrar en el Gobierno. Ese panorama es visto con inquietud desde Andalucía. La pregunta es si ante esa nueva situación, Juanma Moreno modifica los planes que situaban las elecciones en la antesala del verano y las adelanta para evitar el desgaste que un posible pacto de gobierno del PP y Vox en Castilla y León podría causar a su marca o si, por el contrario, las retrasa para mitigar el impacto .
Aunque por un camino diferente y con un discurso que no encuentra prácticamente ningún punto de contacto con el de Ayuso, Moreno aspira a obtener un resultado similar al de la presidenta madrileña. Su objetivo es conseguir sumar por sí sólo o con el apoyo de Ciudadanos -si es que el partido naranja obtiene representación, aunque sea mínima- más escaños que la suma de toda la izquierda. Es la única manera de garantizarse que podría gobernar sin tener que incorporar a Vox a su gobierno, un escenario que sólo se le presenta en sus peores pesadillas. En primer lugar, porque Vox no encaja en el proyecto moderado, de centro y andalucista con el que aspira a convertir al PP de Andalucía en el gran partido hegemónico de la comunidad más poblada de España en los años venideros, un anhelo político que va mucho más allá de la próxima legislatura. Pero también, porque muchos de los debates políticos que se están produciendo en Andalucía han puesto en evidencia que dentro de lo que podría considerarse el bloque de la derecha existe una grieta más profunda de lo que muchas veces puede apreciarse. Los argumentos extravagantes con lo que Vox se opone a actuaciones de lucha contra la pandemia, contra el cambio climático o contra la violencia machista -por citar sólo algunos- permiten vaticinar una situación de inestabilidad permanente si ambas fuerzas llegaran a compartir gobierno.
Hay un tercer argumento que preocupa en el PP si los electores, tras la experiencia en Castilla y León, perciben como una posibilidad cierta la entrada de Vox en el nuevo gobierno andaluz: la movilización de la izquierda. El propio Juanma Moreno no se cansa de repetir una y otra vez que Andalucía es, sociológicamente, una comunidad de centroizquierda y en el PP no olvidan que el vuelco político de diciembre de 2018 fue posible, entre otras cuestiones, porque cientos de miles de votantes de esa tendencia, en lugar de ir a las urnas, se quedaron en sus casas poco seducidos por un eventual nuevo gobierno de Susana Díaz.
Esos votantes, que pocos meses después sí acudieron a votar a Pedro Sánchez, no parece que estén ahora movilizados, pero existe temor a que frente al aparente letargo en el que los ha sumido el perfil moderado de Juanma Moreno, el aún más moderado del líder socialista, Juan Espadas, y la incorregible división de los grupos a la izquierda del PSOE, la posibilidad de que Vox entre en el gobierno de la Junta acabe actuando como un despertador.
El resultado de las elecciones en Castilla y León, donde la izquierda en su conjunto ha retrocedido con claridad, ahuyenta de momento esa posibilidad, pero queda por ver qué pasará si Vox consigue la vicepresidencia del gobierno castellano y leonés, que anoche ya reclamaba, y además confirma como candidata a Macarena Olona, una dirigente de verbo afilado, exponente aventajada de la radicalidad de su partido y perfil mucho más alto que el de su compañero Juan García-Gallardo.
De momento, la incógnita más urgente es la de la fecha de las elecciones. La hoja de ruta que ha trazado la Junta hasta el verano, cuando concluye el curso político inaugurado esta semana y probablemente también la legislatura, incluye una serie de sesiones itinerantes en las que el Consejo de Gobierno va presentando su balance de gestión y anunciado proyectos de calado provincia por provincia.
La gira se inició el 11 de enero en Almería y ha pasado por Cádiz y Linares (Jaén). Sin contar Sevilla, donde el Consejo de Gobierno se sigue reuniendo en semanas alternas, quedan aún cuatro provincias: Córdoba, Huelva, Málaga y Granada. Para comienzos de abril, en vísperas de Semana Santa, se habrá completado la gira y el presidente aún tendrá margen para llamar a las urnas para que las elecciones puedan celebrarse en junio, como ya ha dejado caer.
El plan parece firmemente trazado pero eso no significa que no pueda torcerse. Y más si Juanma Moreno quiere evitar el desgaste que supondría la firma de un pacto en Castilla y León de difícil encaje en su proyecto político.
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