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Un grupo de jóvenes se reúne en torno a un banco de un parque. ¿Qué tienen en común? Pues que seguramente la mitad de ellos tengan un váper en la mano. Al menos eso es lo que dicen las estadísticas, que hablan de que más de la mitad de los adolescentes andaluces han fumado de estos vapeadores en los últimos meses, una cantidad muy superior a la media de los españoles de la misma edad.
Esa es una de la principales conclusiones a las que se puede llegar tras la publicación del informe anual del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA), cuya función es, precisamente, ofrecer una visión global de la evolución y características del consumo de sustancias psicoactivas (incluyendo alcohol, tabaco, hipnosedantes, analgésicos opioides, drogas ilegales y nuevas sustancias), otros trastornos comportamentales y los problemas asociados a ello en todo el territorio español.
De todo el informe se pueden sacar varias conclusiones, pero el diferencial de los vapeadores entre Andalucía y el resto de comunidades es especialmente llamativo. Mientras que en España el consumo de vápers en los últimos doce meses ha alcanzado al 46 por ciento de los adolescentes de entre 14 y 18 años, en nuestra comunidad autónoma la cifra alcanza el 55,3 por ciento, casi diez puntos más.
¿Y cómo se explican estos datos? José Miguel Alcázar, jefe de servicio de Neumología del Hospital Quirónsalud Málaga sostiene que encontrar un solo motivo es complicado. «No sé si es el clima o el hecho de que nuestros adolescentes suelen estar más en la calle que en otros sitios. Básciamente, porque existe una socialización mayor que en otras zonas, obre todo al aire libre. Unos hábitos distintos que provocan más consumidores de vápers», explica el facultativo.
De lo que sí está seguro el doctor Alcázar es de que el aumento en el consumo entre jóvenes es una evidencia. «Nos llegan muchos casos de padres y madres preocupados porque sus hijos usan los vapeadores. Hemos comentado en el equipo que últimanente nos llama la atención porque está viniendo más gente que nunca a preguntar», reconoce el médico, que un nexo bastante común entre los casos es la historia clínica. «Nosotros se la hacemos a los padres, y le diría que casi en el 100% de los casos los chavales que fuman vápers tienen padres fumadores o exfumadores recientes», avanza.
Eso sí, Alcázar se sale un poco del comentario habitual de que el vapeador lleva irremediablemente al consumo de tabaco. «El 80 por ciento de los vapeadores no van a fumar nunca», sentencia.
Según el citado informe, los datos de uso de cigarrillos electrónicos según comunidad autónoma y sexo de los estudiantes de 14 a 18 años informan de que existe un cambio de tendencia ya que, si en el año 2021 se observó que el consumo de esta sustancia estaba más extendido en los chicos que en las chicas, esta tendencia en la actualidad no está tan clara: a excepción de Aragón, Navarra, La Rioja y Extremadura, el consumo de esta «droga» –así define la OEDA a los vápers– se encuentra más extendido entre las mujeres.
Uno de los primeros elementos relevantes sobre el asunto es la tipología de las «nuevas formas de consumo de tabaco», como la definión hace unos meses en una entrevista a SUR la neumóloga Esperanza Doña. Por un lado están los cigarrillos electrónicos o vápers, que son dispositivos que llevan un líquido precargado. Lo que el consumidor inhala es el aerosol que genera el líquido.
Otra cosa distinta son los cigarrillos sin combustión. Son unos pequeños cigarritos que se meten en un dispositivo que calienta el tabaco, pero no llega a producir la combustión normal. Lo que el paciente inhala es este pequeño dispositivo que tiene su filtro y el tabaco prensado. Y otra cosa aparte son las pipas de agua, las cachimbas.
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Sobre los primeros, que son los que aparecen destacados en el informe del observatorio, la propia doctora Doña especifica que el mayor foco de preocupación es que está creciendo de forma brutal el consumo entre jóvenes y adolescentes, como se corrobora en los datos. A su juicio, éstos se perciben como algo totalmente inocuo sin serlo. «Son sustancias que pueden provocar daños en nuestro aparato respiratorio, entre otros. Y es que está siendo la vía de entrada de niños y adolescentes en el consumo de tabaco; es decir, en la adicción a la nicotina. Es una sustancia altamente adictiva y cuando se empieza a consumir en estas edades, la adicción a la larga es un problema importantísimo. Es ahí donde hay que poner el foco», señalaba la doctora.
Y es que ahí está la segunda variante. Algunos de estos vápers no tienen nicotina, pero otros muchos, sí. Cuando se empieza a consumir en niños y adolescentes empiezan los problemas: alteraciones de la atención, alteraciones en alta dependencia... Eso por un lado. P»or otro, este tipo de aerosoles que llegan al pulmón se venden como sustancias inocuas, hasta los que no llevan nicotina. Sus principales componentes son sobre todo el propilenglicol y la glicerina», recordaba Doña. Pero esto no es lo que llega al pulmón. Llega el aerosol. «Cuando se calienta, estas sustancias se degradan y es ahí cuando producen sustancias tóxicas y potencialmente cancerígenas. Es decir, el que te vende el váper te dice que es una sustancia inocua que lleva productos alimentarios, pero tú no te bebes el líquido».
En esto último ambos doctores coinciden. Alcázar afirma que está demostrado que los vápers tienen los mismos riesgos que el tabaco en cuanto a dolencias bronqueales como el asma o la bronquitis crónica. «En el 95 por ciento de los casos la causa es el tabaco, pero el vapeador también tiene ese riesgo. Con el tema del cáncer y con los accidentes cardiovasculares no está confirmado que haya una relación directa, parece que hay una tendencia pero hace falta más tiempo en estudios porque esto es algo muy reciente», recuerda.
Más allá de los vapeadores, el informe hace referencia al consumo de otras sustancias entre los adolescentes. Por ejemplo, si se observan las prevalencias de consumo de bebidas alcohólicas según la comunidad autónoma y el sexo de los alumnos, las mujeres muestran porcentajes más altos que los hombres, especialmente en el País Vasco. No obstante, cuando se observa el consumo habitual (últimos 30 días) por regiones, se observa que, junto al País Vasco, Baleares es la comunidad con mayor diferencia en el consumo del alcohol por sexos. Respecto a la prevalencia de borracheras según comunidad autónoma, se observa que Navarra es la región que alcanza el máximo nacional para dos de los tres indicadores registrados (58,7% en alguna vez vida, 52,5% en los últimos 12 meses), mientras que Extremadura mantiene la mayor prevalencia de borrachera entre los que la situaron en los últimos 30 días con un 29,6%. En ambos casos, Andalucía está en la media nacional.
Sobre el tabaco, el informe concluye que la horquilla de edades a las que se empieza a consumir el tabaco es relativamente similar en todas las comunidades, ya que sólo hay un desajuste de 0,5 años entre las comunidades con la edad más corta, Cataluña y Canarias con 13,9 años, y la ciudad autónoma con los estudiantes que más tarde comienzan a fumar, que es Melilla con 14,5. Además, en todas las regiones transcurre menos de un año entre el primer consumo y la adquisición del hábito de fumar a diario.
El tabaco es, precisamente, otra de las drogas donde existe un mayor consumo por parte de las mujeres adolescentes, ya que mientras ellas admiten consumirlo en un 36,8%, entre ellos el consumo desciende a un 30,0%. Esta tendencia se ve afianzada si se analizan los consumidores en los últimos 12 meses, ya que mientras que 1 de cada 3 estudiantes mujeres fuman algo menos (30,8%), tan sólo 1 de cada 4 estudiantes hombres consideran que fumaron en ese periodo de tiempo (24,7%).
Por otro lado, el cannabis y la cocaína serían las drogas con un mayor consumo entre hombres que entre mujeres. Esto es especialmente reseñable en la cocaína donde hay el doble de hombres (3,8%) que de mujeres (1,9%) que admiten haberla probado. Este dato aumenta proporcionalmente en el caso de consumidores de los últimos 30 días, ya que llega a ser el triple: mientras que hay un 1,5% de hombres, en mujeres tan sólo es un 0,5%.
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