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Marín se queda a mitad de camino
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El candidato de Ciudadanos marca distancias con el PP tras el acuerdo con Vox en Castilla y León pero deja pasar la oportunidad de oro ofrecida por el consejero de SaludDespués de tres años presumiendo de que la cohesión del Gobierno andaluz impide distinguir a los consejeros del PP de los de Ciudadanos, Juan Marín ha caído en la cuenta de que tanta adherencia es una buena fórmula para dar estabilidad el Ejecutivo pero puede ... convertirse en un camino seguro al desastre electoral.
De todas las frases dignas de recordar con las que la incansable exposición mediática del vicepresidente de la Junta de Andalucía ha obsequiado al respetable, una de las más gráficas y explicativas fue aquella en la que aseguró que si alguien espiara por el ojo de la cerradura un Consejo de Gobierno no sería capaz de diferenciar entre los consejeros del PP y los de Ciudadanos.
Es muy probable que tal afirmación fuese absolutamente sincera, pero el problema para la formación naranja es que quienes miran la acción del Gobierno andaluz, no a través de una cerradura sino mediante las intervenciones públicas de sus miembros, son los votantes. Y si los votantes no pueden diferenciar entre uno y otro, el más grande es que lleva las de ganar.
Durante la mayor parte del tiempo transcurrido desde que se conformó el Gobierno andaluz, Marín se ha vanagloriado de que las consejerías que más importantes transformaciones han impulsado durante estos años -Empleo, Economía, Educación o Regeneración (el vicepresidente suele ser cuidadoso a la hora de excluir de la ecuación a su adversaria interna, la consejera de Igualdad Rocío Ruiz)- son las adjudicadas a su partido en el reparto del Gobierno. Pero al mismo tiempo se ha quejado de que esa labor no se ve reflejada en la intención de voto.
Mientras se albergó la expectativa de alguna fórmula que permitiera coincidir en una misma opción electoral a las dos partes del Gobierno, esta falta de perfil propio no pareció preocupar gran cosa en la dirección de Ciudadanos, aunque supuso el principal punto de fricción entre el sector crítico y el encabezado por Marín. Sin embargo, en los últimos tiempos se aprecia un cierto interés naranja por marcar las diferencias de perfiles con el Partido Popular.
La portavoz parlamentaria, Teresa Pardo, lleva ya varias intervenciones en las sesiones de control en las que se dirige al presidente con la fórmula «ustedes, los conservadores, y nosotros, los liberales», aunque sin acertar todavía a lanzar un ejemplo de la acción de gobierno que permita enseñar al auditorio la diferencia entre una y otra posición política. En su favor debe reconocerse que los ímprobos esfuerzos de Juanma Moreno por acercar al centro su discurso político tampoco se lo ponen fácil. Sobre todo porque no son pocos los miembros del ala popular del Gobierno que no dudan, cada vez que se les presentan la oportunidad, de definir como liberales las políticas de la Junta.
Pese a estas dificultades y después de tres años sin siquiera intentarlo, a Ciudadanos se le ha presentado, ahora que la necesita, la clave para explicar que su oferta electoral y la del Partido Popular son diferentes. Es el pacto con Vox en Castilla y León y su posible réplica en cualquier territorio, incluido Andalucía, en el caso de que al Partido Popular, según apunta la demoscopia, no lo quede otra opción. Por ese motivo, Juan Marín inauguró esta semana con una larga comparecencia pública en la que incidió una y otra vez en que él es un freno para la entrada de Vox en un gobierno.
Aprovechando el inminente relevo en la cúpula nacional del PP, dijo que Feijóo «es inteligente y se ha dado cuenta de que no puede gobernar este país con la extrema derecha». También apeló a la carta continental. «Europa no quiere a la extrema derecha en los gobiernos y sabe las consecuencias de gobernar con la extrema derecha -aseguró-, ponerse en manos de la extrema derecha significa ponerse en contra a Europa».
El vicepresidente lo ha hecho además con su marca personal. En un estilo que posiblemente encuentre inspiración en la última estrategia de Núñez Feijóo y que Juanma Moreno tenía previsto repicar en Andalucía -al menos hasta la caída de Pablo Casado-, Marín también está convencido de que su nombre está por encima de la alicaída marca de su partido. En los últimos días han aparecido folletos y propaganda política en los que el nombre de la marca Ciudadanos no es que aparezca minimizada, sino que directamente no aparece. En su más reciente comparecencia en la sede regional de Ciudadanos, el candidato se presentó parapetado detrás de un atril en el que sólo se leía Andalucía-Juan Marín. El vicepresidente de la Junta no sólo ha parafraseado a Luis XVI -el centro soy yo-, sino que ya comienza a hablar de sí mismo en tercera persona. De momento no se han escuchado críticas en su partido a esta invisibilización de la marca, pero no debe descartarse que ello suceda más temprano que tarde.
Pero si la semana se inició con el líder de Ciudadanos poniendo sobre la mesa cuál va a ser su estrategia para presentar una oferta electoral diferente a la de sus socios de gobierno, ha acabado enseñando los límites de una estrategia planteada desde un desenfadado personalismo.
En Ciudadanos han leído que el pacto en Castilla y León les ofrece la oportunidad de diferenciarse, pero no han aprovechado la oportunidad de hacerlo cuando el ejemplo más cercano de la posible confluencia futura entre PP y Vox, y de la confusión de los respectivos discursos en algunas cuestiones, se presentó ante sus narices. Al igual que a la hora de enseñar la diferencia entre liberalismo y conservadurismo, a los naranjas les cuesta pasar de la teoría al ejemplo práctico.
La frase del consejero de Salud, Jesús Aguirre, haciendo suya la tesis de Vox sobre la violencia de género pudo leerse como expresión de su espontaneidad, pero también puede interpretarse como presentación de su candidatura a seguir en el gobierno si en un futuro cercano el PP se ve impelido en Andalucía a replicar el pacto castellano y leonés.
La intervención no rectificada de Aguirre, aplaudida posteriormente por Vox, abrió una brecha con el discurso oficial de la Junta, pero fue un tren que Marín dejó pasar. Posiblemente ya no haya otros. Aunque la postura de Juanma Moreno sobre este asunto es inequívoca, el presidente no iba a reconvenir públicamente a su consejero. Pero Marín podría haberlo hecho y prefirió no hacerlo.
Sea una u otra la explicación acertada, Ciudadanos tuvo ante sí la posibilidad de desmarcarse claramente del consejero y marcar territorio en un terreno sensible, pero no lo hizo.
Sólo la consejera Ruiz, a quien ya se puede considerar una 'outsider' en su partido, se atrevió a leerle la cartilla al carismático Aguirre , mientras que la portavoz parlamentaria, Teresa Pardo, se limitó a un tuit. Pero quien podría haberlo hecho, el candidato que ha asumido el 100 por cien de la representación y ha convertido su nombre en una marca, prefirió no hacerlo. No resulta fácil de entender.
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