Los acontecimientos de esta semana en el PSOE y en Granada dejaron en un segundo plano un hecho también relevante que tuvo como escenario el espacio a la izquierda de los socialistas y como protagonista principal a la exportavoz de Podemos, Teresa Rodríguez.
Cuando Rodríguez comenzó a trabajar en este proyecto, las dos organizaciones principales de Adelante Andalucía, el nombre con el que Podemos e Izquierda Unida acudieron a las elecciones autonómicas de 2018, decidieron expulsarla del grupo parlamentario, integrado hasta ese momento por 17 diputados y que quedó reducido a seis miembros. Los parlamentarios expulsados del grupo pasaron a ser considerados no adscritos y el grupo de Adelante Andalucía quedó integrado sólo por diputados de Izquierda Unida.
Sin embargo, Teresa Rodríguez se llevó las cuentas y las claves de las redes sociales de Adelante Andalucía, de manera que se creó una situación difícil de comprender para los observadores no avanzados, no digamos ya para los seguramente azorados 584.040 ciudadanos que en las elecciones de 2018 depositaron la papeleta de Adelante Andalucía. Mientras el grupo parlamentario siguió actuando oficialmente como Adelante Andalucía, Anticapitalistas y el resto de diminutas organizaciones que la acompañan en el nuevo proyecto lo hacían con el mismo nombre fuera de la Cámara.
El pasado fin de semana se presentó oficialmente en Granada la nueva formación encabezada por Teresa Rodríguez y ahí se confirmó que utilizará el nombre Adelante Andalucía. Ante lo que considera una usurpación, el grupo parlamentario anunció que cambiaría su nombre oficial a Unidas Podemos por Andalucía. Aunque el asunto va camino de resolverse en los tribunales, el lío al que se enfrentarán los electores cuando llegue el momento puede ser monumental. Cabe preguntarse si esa confusión es consecuencia inevitable de una pugna legítima o forma parte de una estrategia.
Más allá de la disputa por el nombre, lo que más llama la atención es el perfil andalucista elegido por el grupo de Teresa Rodríguez. Aunque el andalucismo es un espacio que está vacío desde que el partido que lo sustentaba optó por desaparecer voluntariamente tras encandenar sucesivos desastres electorales, sorprende que lo aspire a ocupar una fuerza que, como Anticapitalistas, se identifica con una doctrina política centenaria surgida como la quintaesencia del internacionalismo y que ha estado siempre enfrentada radicalmente a cualquier veleidad identitaria.
Se trata de una tradición política reactiva a las alianzas con otras fuerzas de izquierdas y que cuando se ha acercado a una organización de mayor tamaño ha sido para colonizarla desde dentro, partirla y llevarse cuadros y militantes. Esta práctica, denominada entrismo y que no ha gozado precisamente de buena reputación en el resto de las variadas tradiciones de la izquierda en el mundo, parecía haber caído en desuso. Quizás por ello, quien fuera líder de IU en Andalucía, Antonio Maíllo, alguien a quien se le reconoce una sólida formación académica y política, participó con entusiasmo en su día junto a la anticapitalista exlíder de Podemos de la fundación de Adelante Andalucía. El experimento no pudo terminar peor.
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