Las ciudades que acaban de descubrir la industria turística de la mano de Airbnb parecen haberse percatado de que necesitan financiación para abordar los gastos extraordinarios que esa actividad genera. Y han puesto sobre la mesa una medida que ya se aplica en países que ... no tienen al turismo entre sus sectores estratégicos: la mal llamada tasa turística.
La propuesta ha llevado al turismo a la agenda política andaluza, lo que no deja de ser una feliz anomalía habida cuenta de la habitual ausencia de este sector estratégico en los grandes debates políticos de la comunidad, salvo cuando a alguno se le ocurre mentarlo para sacar a pasear sus prejuicios.
La propuesta ha tenido, además, otra virtud, al poner en primer plano no sólo al turismo, sino también a un tema que lleva demasiado tiempo en segundo lugar, opacado por el reclamo de un nuevo modelo de financiación autonómica: la financiación municipal.
Pero junto con esas derivadas positivas, el debate abierto por la tasa turística puede tener también un efecto nocivo: la falsa sensación de que la financiación municipal, y más específicamente de los municipios turísticos, se solucionaría creando una nueva figura fiscal que cobrarían los hoteles, pagarían los turistas y gestionarían los ayuntamientos. Seguramente hay quien cree que la puesta en marcha de esta figura impositiva tendría el efecto mágico de solucionar el problema de fondo. Y nada más lejos de la realidad.
Hasta ahora, la Junta de Andalucía se había mostrado en contra de esta medida, alineada con los empresarios del sector turístico, pero el posicionamiento a favor de algunos alcaldes, entre ellos el presidente de la FAMP y regidor de Córdoba, José María Bellido, ha obligado al Gobierno andaluz a situarse en la posición de mediador.
El turismo y la financiación municipal han encontrado finalmente lugar en el debate público
El debate ya ha adquirido tintes políticos, con lo que también se corre el riesgo de la trivialización acostumbrada. No falta nada para que lleguemos al momento en el que estar a favor de la tasa turística sea progresista y posicionarse en contra, conservador o algo peor.
La realidad es que ni la propuesta de la tasa turística -que no sería una tasa, sino un impuesto- es novedosa, ni son las grandes ciudades que han puesto esta cuestión sobre la mesa las que más necesitadas están de una financiación extraordinaria para evitar que la llegada masiva de visitantes deteriore el nivel de sus servicios públicos. Hace ya un cuarto de siglo que comenzó a hablarse de cobrar un impuesto especial a los turistas, aunque en aquel momento se lo llamó 'ecotasa'. La excusa no eran entonces los servicios públicos. Aquella propuesta, inspirada en cierta turismofobia, apuntaba a restaurar con ese dinero el daño medioambiental que supuestamente genera el turismo. Aquello sólo se implantó en algunos municipios catalanes y baleares y que se sepa ni mejoró la financiación municipal ni modificó el comportamiento desaprensivo de los depredadores, sean estos turistas o nativos.
El turismo arrastra desde hace décadas varios debates pendientes y uno de ellos es la financiación de los municipios que durante algunos meses al año duplican o triplican su población y no reciben más dinero que el que les corresponde por el número de habitantes censados. Con estos recursos tienen que recoger más basura o poner en la calle más policías locales, por citar sólo dos ejemplos.
Es llamativo que no se haya propuesto hasta ahora, por ejemplo, que esos municipios, que no son ni mucho menos los más grandes, reciban una parte del IVA por las compras que realizan los turistas a los que prestan servicios. Claro que ello supondría que alguna administración tuviera que resignar parte de los recursos que ahora administra. Siempre va a resultar más cómodo alentar debates estériles.
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