Perseguir la igualdad sin derecho de admisión
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La campaña lanzada por el PSOE-A por el 8M, con un ataque directo al presidente de la Junta, evidencia una intención extemporánea de patrimonializar el feminismoSecciones
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Mirada periférica ·
La campaña lanzada por el PSOE-A por el 8M, con un ataque directo al presidente de la Junta, evidencia una intención extemporánea de patrimonializar el feminismoNo se puede decir que el debate político transcurra por carriles edificantes. El martes pasado, desde la cuenta oficial del Partido Popular se publicó en la red social antes llamada Twitter un mensaje en relación con la última ocurrencia de Yolanda Díaz en su noble ... cruzada para que nos parezcamos a los países más aburridos de la Tierra. El post en cuestión estaba dirigido a «los corruptos del PSOE», a quienes se aconsejaba que siendo la una de la madrugada y siguiendo los consejos de la vicepresidenta, salieran de las marisquerías, se dirigieran «ordenadamente a sus prostíbulos de confianza» y saludaran al portero, por si éste llegaba a ser consejero de Renfe.
Este mensaje todavía sigue colgado en el perfil oficial del Partido Popular sin que ningún dirigente –ni quienes se reclaman moderados, ni quienes huyen de esa definición- hayan mostrado la más mínima distancia con esa manera de hacer política, tan adaptada a la cloaca de las redes sociales y tan alejada de lo que la sociedad necesita.
Casi simultáneamente, el PSOE de Andalucía, en un ejercicio de falta de mesura a la altura del anterior, lanzó una campaña con motivo del 8 de marzo bajo el lema 'Juanma Moreno, yo no te creo'. Esta frase remite inevitablemente a la popularizada durante la instrucción del caso por la violación múltiple de la manada, cuando frente al intento de la defensa de los agresores de cuestionar la credibilidad de la víctima, el movimiento feminista lanzó el lema 'Hermana, yo sí te creo', que fue asumido rápidamente por una buena parte de la sociedad española. Aquel episodio supuso seguramente un punto de inflexión en cuanto a la forma de encarar esta clase de delitos y a la protección, no sólo jurídica, que es necesario garantizar a las víctimas.
Es verdad que la estrategia de comunicación del Partido Popular de Andalucía, y también la de la Junta, se centra decididamente en la figura de Juanma Moreno, a quien se pone en primer lugar a la hora de referirse a las iniciativas y logros de su gobierno. Rara, por no decir inexistente, es la intervención de los consejeros de la Junta o de los dirigentes del PP-A en la que no haya una referencia a «el gobierno de Juanma Moreno», cuya figura se ha convertido en omnipresente. Así, tendría cierta lógica que una campaña en contra haga también referencia a la figura del presidente, aunque posiblemente el PSOE-A debería hacerse mirar si al centrar la campaña en la persona de Moreno y no en las políticas que su gobierno impulsa no está en realidad reforzando la estrategia de su adversario.
Y ello por no hablar de la desconexión social y el despiste que vuelve a demostrar al acusar de machista a un dirigente que está muy lejos de esa consideración en la percepción social mayoritaria. Estamos por lo tanto ante una campaña que intenta reforzar la convicción de los ya convencidos y que no aspira a sumar nuevas voluntades, lo que permite sacar conclusiones acerca de por dónde discurren los objetivos del otrora ambicioso PSOE de Andalucía.
Sin embargo no es ahí donde más patina la campaña socialista, que también chirría por una acusación directa y personal de machismo a un responsable cuyas políticas en esta materia y en cualquier otra pueden ser cuestionables y objeto de críticas, pero al que nunca se le ha escuchado una sola expresión que pueda ser considerada ni remotamente machista. Si se va a hacer una crítica personal, al menos debería fundamentarse.
El mayor problema de la campaña lanzada por el PSOE de Andalucía se encuentra en algo que inunda toda su política en relación con el feminismo: la atribución en exclusiva de un tema que en su origen estuvo impulsado por los sectores progresistas –aunque las mujeres socialistas también tuvieron que sufrir lo suyo para que su partido hiciera propias sus reivindicaciones- pero que ya ha pasado a ser patrimonio de toda la sociedad.
Al apropiarse de un lema de todos –o de casi todos- para darle un uso partidista, los socialistas no hicieron más que demostrar que siguen considerando al feminismo un territorio propio y exclusivo para el que se reservan el derecho de admisión. A ti te dejo entrar, a ti no.
Y no es sólo que el PSOE debería hacer un trabajo de introspección sobre este asunto, como oportunamente han recordado las impulsoras de un manifiesto interno que pide cambiar el código ético de la formación para expulsar a quienes contraten prostitutas. Es que el anhelo de igualdad ya pertenece al conjunto de la sociedad y si alguien se creyó en algún momento con derecho a repartir carnés de legitimidad o pureza feminista debe entender que ya lo ha perdido. Si el objetivo era impedir una declaración del Parlamento que reflejara esa realidad social, la campaña sí puede considerarse exitosa. Pero tampoco parece ser ese un objetivo ambicioso.
No hay mayor victoria para quien impulsa una idea de cambio que esa aspiración sea asumida por el conjunto de la sociedad. Si una vez que lo has conseguido sigues reclamando esa idea como patrimonio exclusivo, es que no querías transformar la sociedad. Sólo aspirabas a colgarte la medallita.
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