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Juanma Moreno sigue pescando en el centro
Mirada periférica ·
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Mirada periférica ·
Ni las protestas por la situación de la sanidad pública ni el debate sobre la respuesta a los aranceles mueven a la Junta de su estrategia políticaLos dos principales acontecimientos que se han producido en los días previos a la Semana Santa, un periodo en el que la actividad política se ... suele reducir a dejarse ver y fotografiarse delante, detrás o debajo de las imágenes que salen en procesión, han confirmado que la reacción del Partido Popular al llamado 'efecto Montero' consiste en seguir haciendo lo de siempre. La llegada de la vicepresidenta del Gobierno a la política andaluza no ha movido al PP ni un centímetro de la estrategia que lo llevó a la mayoría absoluta en Andalucía hace ya casi tres años.
No era descabellado aventurar en buena lógica que el aterrizaje de la vicepresidenta en la secretaría general del PSOE de Andalucía iba a suponer un movimiento telúrico en la política andaluza, y de hecho durante semanas no se habló de otra cosa, pero pasados los primeros días en la Junta ya valoran que no ha habido efecto Montero, más allá de las repercusiones internas de unidad y movilización en el seno de las filas socialistas.
La vicepresidenta parece convencida de las menciones permanentes a su persona por parte de los miembros del Gobierno andaluz obedecen a que su llegada ha despertado preocupación electoral en las filas del PP. Pero en la Junta aseguran que sus estudios apuntan a todo lo contrario. Consideran que en el PSOE empiezan a ver que recuperar a Montero no fue una buena decisión porque los ciudadanos la relacionan con el pasado, y por lo tanto no la visualizan como solución a los problemas que indudablemente existen, como el de la sanidad. Además la ven continuamente en Madrid y mientras no se descubra la fórmula de la ubicuidad la posibilidad de que pueda ser visualizada como una protagonista real de la política andaluza es mínima.
En la Junta sostienen que la vicepresidenta no tira y que demoscópicamente el efecto Montero no aparece por ningún lado. Aunque el valor que cada uno pueda darle a las encuestas suele depender en público de cómo lo sitúan y, en privado, de tener la honestidad intelectual suficiente para no autoengañarse, la manera en que desde la Junta se han afrontado los dos principales acontecimientos políticos de esta semana demuestran que la vicepresidenta no ha inspirado cambio alguno en la estrategia que dio a Juanma Moreno una mayoría absoluta.
El pasado sábado los sindicatos consiguieron convocar a miles de personas en Sevilla en protesta por la situación de la sanidad pública. Más allá de lo se dice en público en la Junta saben que ahí tienen un problema, aunque su diagnóstico es que no se trata de un problema generalizado, sino localizado en algunas zonas y sectores. Después de una primera reacción en la que se valoró que se trataba de una manifestación politizada, Juanma Moreno dio un pequeño giro, sutil aunque importante, en la última sesión de control. Ahí se refirió a una manifestación legítima que el PSOE y el resto de la izquierda pretendieron politizar. Y a continuación lanzó el dardo de preguntarse qué hacía detrás de una pancarta la exconsejera que más recortes infringió a la sanidad pública andaluza. La tentación de deslegitimar la protesta cedió a una postura más inteligente: deslegitimar al PSOE como portavoz de un reclamo que en el fondo de su conciencia los responsables de la Junta saben fundamentado.
El otro gran tema de la semana son los aranceles de Trump y la repercusión que tendrán sobre los sectores productivos de Andalucía. La Junta ha confrontado en los últimos tiempos con el Gobierno central en casi todos los temas: desde la financiación autonómica hasta el reparto de menores migrantes; desde el retraso en las inversiones estratégicas hasta la política de vivienda. Pero en esta cuestión el Gobierno andaluz entendió que no mantener una unidad que Europa, y también los ciudadanos, reclama sólo podía perjudicarle. Por ese motivo, y posiblemente también por responsabilidad, el mensaje de unidad fue unívoco desde el principio y la consejera de Economía y Hacienda, Carolina España, hasta se permitió presentar matices en el interior del Gobierno situando al ministro de Economía, Carlos Cuerpo, en un supuesto sector dialogante y dejando a la titular de Hacienda, María Jesús Montero, enarbolando la bandera de la intransigencia.
La propia Montero demoró menos de 24 horas en ridiculizar esa lectura, pero todos los mensajes de la Junta, y en especial de Juanma Moreno, parecen dirigirse hacia el mismo objetivo, consolidar el voto más centrista e históricamente ligado al socialismo andaluz que en las últimas elecciones fue capaz de atraer y al que tres años más tarde se niega a renunciar.
Con una actualidad marcada por los aranceles que le permite distanciarse aún más de Vox y de su propuesta antieuropeísta y con ayudas como las del presidente castellanomanchego, Emiliano García-Page, en quien siempre encuentra un aliado a la hora de censurar las cesiones del Gobierno al independentismo, Moreno parece estar en una posición cómoda para alcanzar ese objetivo.
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