Los tres meses que transcurrieron desde que se supo que la salida de Carmen Crespo obligaría a una remodelación del Gobierno andaluz dieron para muchas conjeturas. Como la gestión sanitaria está en el ojo del huracán, durante todo ese tiempo se especuló con el posible ... cese de Catalina García en la Consejería de Salud y quienes descartaban esta posibilidad ponían sobre la mesa argumentos de peso. Uno era técnico: decían que el problema de la sanidad no era consecuencia de una mala gestión por parte de la consejera, sino estructural por la falta de médicos, y que un cambio en la cúpula no contribuiría a solucionar nada. El otro era político: se argumentaba que la permanencia de la consejera era un cortafuego para el presidente, y que si se producía un relevo y la situación de la sanidad no mejoraba, la exigencia de responsabilidades empezaría a dirigirse más arriba, con el consiguiente desgaste para el principal capital político del PP en Andalucía –la figura de Juanma Moreno- ya en la recta final hacia las urnas.
La profunda reestructuración que el presidente ha hecho de su gobierno ha puesto en evidencia varias cosas. La primera es que Moreno, que además de moderación presume de pensarse mucho sus decisiones, no considera que esas cualidades estén reñidas con la audacia. Relevar de una tacada a las titulares de las dos principales consejerías en cualquier comunidad autónoma, nada menos que sanidad y educación, y al portavoz del Gobierno demuestra una dosis de arrojo poco común. Seguramente en la Junta y en el Partido Popular la comparación levantaría ampollas, pero hay que remontarse a julio de 2021, cuando Pedro Sánchez destituyó de una tacada a José Luis Ábalos, Carmen Calvo e Iván Redondo, entre otros estrechos colaboradores, para encontrar un giro de timón tan pronunciado en la política española. La diferencia es que, en contraposición a Sánchez, Juanma Moreno ha demostrado que no deja tirados a quienes han puesto la cara por él.
Juanma Moreno no ha comparecido todavía ante los periodistas para exponer los motivos de estos cambios y es posible que confíe en que el descanso veraniego diluya el interés por conocer sus explicaciones. Ante la falta de estas, las interpretaciones se vuelven inevitables. Resulta evidente que a pesar de que las encuestas siguen exhibiendo la hegemonía de su proyecto político ante una oposición desorientada y ahora en estado de coma por el pacto PSOE-Esquerra que sitúa a Andalucía como una comunidad de segunda, considera que hay cosas que no marchan bien. Y no solamente en el ámbito de la sanidad, donde el reemplazo de García por una especialista en atención primaria demuestra que no hay resignación y que confía en que se pueden encontrar soluciones.
Después de la sanidad, la segunda área que más presupuesto maneja es la de educación. Y aunque todas las interpretaciones que se han hecho sobre la marcha de Patricia del Pozo se dirigen más a la necesidad de que volviera a Cultura –seguramente para calmar a algunos protagonistas del ámbito cultural de Sevilla mediáticamente muy influyentes en esa provincia que estaban de uñas con el consejero malagueño Arturo Bernal-, resulta claro que no se releva a una consejera de Educación que lo está haciendo bien por más experta que sea en el área a la que regresa. Estaría bien una explicación de los motivos de este cambio, porque si la sanidad es importante la educación no debería serlo menos.
En esta carambola de cambios, el turismo ha salido beneficiado. El motor de la economía andaluza tendrá un consejero dedicado en exclusiva al área, emparentada ahora con la proyección exterior de Andalucía, en un momento en el que es necesario defender su papel y hacer frente a la turismofobia que crece estúpidamente alimentada en las redes por el oportunismo irresponsable de políticos y aspirantes a 'influencers' en busca de causas a las que apuntarse.
Resulta significativo que los nombramientos en las dos áreas claves de sanidad y educación hayan recaído en mujeres sin militancia política y expertas en sus respectivas áreas. Moreno parece estar convencido de aquello en lo que tanto insiste de alejar la ideología de la gestión.
El tercer gran cambio es en la portavocía del Gobierno, donde el presidente parece haber buscado un perfil más ajustado a los tiempos políticos que se avecinan, con la financiación y el modelo fiscal en el centro de la polémica y María Jesús Montero –por su doble condición de ministra de Hacienda y eventual relevo de Juan Espadas si Pedro Sánchez así lo decide- en el lugar de principal adversaria.
Carolina España, que ya fue portavoz del Partido Popular para asuntos de esta índole en el Congreso de los Diputados, es el contrapunto ideal. Además, ofrece con un verbo más agresivo que el del anterior portavoz, Ramón Fernández-Pacheco, que se centrará ahora en el tercer gran asunto de la legislatura: el agua y la crisis del campo, que no por pasar a un segundo plano de la actualidad mediática han dejado de ser un foco de grave preocupación.
No obstante, Moreno no parecía dispuesto a que la experiencia acumulada en estos dos años por Fernández-Pacheco como portavoz de la Junta se desperdiciara y posiblemente por eso lo haya situado como vicesecretario general del PP de Andalucía –el número tres por detrás del presidente y del secretario general, Antonio Repullo-, desde donde intentará reforzar el protagonismo del partido en la convulsa etapa política que espera a la vuelta del verano.
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