Dos falsas dicotomías de campaña

En especial, hizo referencia a lo que entonces llamó el voto prestado. Apeló a los votantes más moderados del espectro progresista y en especial a los socialistas defraudados con el sanchismo, el sustantivo que se presenta como la síntesis de todos los males del país y que ha venido a suceder a felipismo y zapaterismo, utilizados en otros tiempos con suerte dispar.

Desde la tribuna, Juanma Moreno, pidió que se le renueve el préstamo de voto progresista que se le hizo el 19 de junio de 2022 con idéntico objetivo, continuar con el proceso de cambio en Andalucía, esta vez poniendo al frente de los ayuntamientos a alcaldes afines. Al no presentarse a estos comicios, es la fórmula elegida para que su poderosa marca tenga peso en la decisión de los electores.

Se trata de unas elecciones que en Andalucía sólo son municipales y que como tales tendrán sus debates específicos en cada municipio Pero igual que sucede en todas las campañas, además de las cuestiones locales han aparecido algunos ejes de discusión comunes. En esta ocasión las principales son la sequía y la vivienda. Dos cuestiones transversales, que atraviesan a todo el país y que lamentablemente la mayor parte de las veces se presentan enfundadas en dicotomías equivocadas.

Posiblemente haya sido la polémica sobre Doñana lo que contribuyó a que la escasez de agua se haya planteado como un antagonismo entre medio ambiente y agricultura. Desde algunas asociaciones de agricultores se reclama que se privilegie esta última y en oposición, colectivos ecologistas propugnan lo contrario. Ambas posiciones encuentran respaldo en formaciones políticas, las más alejadas del centro, y si el debate transcurre por esos cauces será difícil evitar que se entre en un terreno peligroso. Es difícil encontrar una dicotomía más falaz y de potenciales consecuencias más letales. Así como es inviable garantizar el cuidado del medio ambiente en contra de los intereses de la población del entorno, también la actividad agrícola será inviable si el territorio se degrada irreversiblemente. Agricultura y medio ambiente no es que sean antagónicas, es que deben ir juntas.

Algo similar ocurre con la dificultad en el acceso a la vivienda, que se intenta presentar como una consecuencia directa del crecimiento del turismo. Vivienda o turismo es un dilema tan falso como medio ambiente o agricultura. En alguna medida puede ser verdad que la escasez de viviendas en muchas ciudades pueda encontrar uno de sus múltiples motivos en un trasvase de la oferta de alquiler de larga duración a la de pisos turísticos, del mismo modo que fomentar la paranoia de la ocupación tampoco alienta a los propietarios a poner sus viviendas en alquiler. Pero de ahí a culpar al turismo de este problema va un trecho cargado de simplismo y demagogia. Hacerlo en una comunidad donde el turismo es una actividad esencial e irremplazable para la creación de empleo y riqueza es de una irresponsabilidad mayúscula.

Sin medidas fiscales que desalienten ese trasvase y sobre todo, sin que las administraciones cumplan de una vez con su obligación de poner suelo, recursos y decisión política para construir vivienda protegida, señalar al turismo puede servir para cazar a algún votante incauto, pero también para alejarse de la solución a un problema fundamental. El fomento del paro nunca va a facilitar el acceso a la vivienda.