Bendodo es Vinicius
Mirada periférica ·
Los insultos antisemitas contra el dirigente del PP exponen hábitos que ya deberían estar erradicadosSecciones
Servicios
Destacamos
Mirada periférica ·
Los insultos antisemitas contra el dirigente del PP exponen hábitos que ya deberían estar erradicadosComo tenemos fresca la polémica en torno a Vinicius no es necesario volver a explicarlo todo desde el principio. Cuando se agrede a alguien aludiendo a su color de piel, su religión, su orientación sexual, su nacionalidad o su aspecto físico, el destinatario de esa ... agresión no es la persona insultada, sino todos quienes comparten con el agredido color de piel, religión, orientación sexual, nacionalidad o aspecto físico.
Vinicius es un futbolista brasileño, parece que muy bueno, cuyo estilo y comportamiento en ocasiones suele irritar a jugadores y aficionados rivales. Es posible que, como todo el mundo, incurra en conductas que lo hagan merecedor de censura. El problema es que en repetidas ocasiones lo que recibe no son críticas a lo que hace en el campo, sino insultos racistas. Los que lo llaman mono o negro, mientras el resto del estadio consiente con su silencio, nos ponen frente a un problema que no siempre estamos dispuestos a abordar como sociedad.
Elías Bendodo es un político con gran habilidad para la comunicación cuya capacidad lo ha llevado hasta la cúpula del Partido Popular. Hace muy bien su trabajo y por eso está ahí. Sus intervenciones de lengua filosa suelen irritar a dirigentes rivales y como todo político, dice cosas con las que unos pueden estar de acuerdo y otros, no. Y está, por supuesto, expuesto a la crítica.
Seguramente irritada por una intervención de Bendodo, la ya ex presidenta del Partido Socialista de Sevilla, Amparo Rubiales, cruzó esta semana una peligrosa línea roja al aludir a la condición de judío del dirigente malagueño para responder a una crítica que éste había hecho al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a quien Bendodo calificó de mentiroso. «Judío nazi», lo llamó en una construcción tan intrínsecamente contradictoria como moralmente despreciable.
Después de proferir esa descalificación, un insulto no para Bendodo sino para los 40.000 judíos que viven en España, la dirigente socialista aplicó el manual clásico del antisemita. Dijo que no tiene nada contra los judíos, elogió a un judío en concreto –el director de cine Steven Spielberg- y hasta aseguró que tiene amigos judíos. Después dijo que retiraba lo de judío, aunque no borró el tuit original, pero mantenía lo de nazi. La incapacidad para rectificar y pedir disculpas le ha costado acabar su dilatada trayectoria de una manera vergonzosa. La soberbia también tiene un coste.
Es posible que esta polémica quede sepultada más temprano que tarde por una nueva, como sucedió con los insultos racistas al fubolista Vinicius, porque Bendodo no es una persona que se sienta cómoda en el victimismo o que haga de su identidad hebrea una cuestión pública y mucho menos una bandera política. Pero esta cuestión, además de retratar la bajeza moral de Amparo Rubiales y la comodidad cómplice de quienes prefirieron ignorar el asunto o rebajar su importancia -como los que callan en el estadio-, debería servir al menos para poner por un momento sobre la mesa el problema que este país sigue teniendo con algunas minorías, como ya quedó en evidencia en su momento con los incidentes que tuvieron a Vinicius como involuntario protagonista.
Si dejamos de lado la autocomplacencia sobre la modernidad alcanzada por España en los últimos años, deberíamos admitir que hay costumbres que no han conseguido erradicarse y que incluso no se ven como una anomalía. Desde las más groseras, como imitar el chillido de un mono en los estadios cuando interviene un jugador negro rival, hasta las más sutiles y socialmente consentidas, como utilizar las expresiones judiada o perro judío (o gitano para referirse a una persona poca merecedora de confianza).
Este incidente nos puede ayudar a comprender que no estamos ante una cuestión ideológica, sino desgraciadamente transversal. Quienes atribuyen comportamientos reaccionarios a los electores cuando no los votan y se dan golpes de pecho llamándose a sí mismos antifascistas deberían haber sido los primeros en responder ante este incidente. Y no lo hicieron. Se lo deberían hacer mirar.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.