Andalucía ante las elecciones europeas

En un escenario tan complejo como el de los comicios que menos interés despiertan en los ciudadanos, los dos principales partidos parecen afrontar el proceso cubiertos con un manto de prudencia. En el Partido Popular de Andalucía aspiran a completar el exitoso ciclo electoral abierto en las autonómicas de 2022, a las que siguieron las municipales y las generales del año siguiente, y que lo consolidó como el primer partido de Andalucía y en el mayor aportante de votos al PP nacional.

Saben, sin embargo, que se trata de una convocatoria difícil. Nunca en la historia, y ya han pasado 47 años, el PP ganó unas elecciones europeas en Andalucía. El desapego a este tipo de convocatoria y la proliferación de ofertas electorales extravagantes que pueden tentar a quienes se asoman a estos comicios con cierto ánimo frívolo son considerados obstáculos en el objetivo popular de ganar unas cuartas elecciones en Andalucía.

En el PSOE se afronta esta convocatoria con una mezcla de la prudencia a la que invitan los últimos resultados en Andalucía y la euforia que han despertado los resultados de las elecciones catalanas. Los socialistas no se dejan desanimar por las encuestas y cuando comparan los resultados de las tres últimas convocatorias –autonómicas del 22 y municipales y generales del 23- se ven en un ascenso que ahora quieren continuar. Su objetivo es que las vaya mejor que en las generales de 2023.

En el PSOE de Andalucía consideran que la victoria de Illa refuerza a Espadas en dos sentidos: por el alineamiento del socialismo andaluz con las políticas de Sánchez en Cataluña, que consideran avaladas con el resultado electoral, y por la similitud de perfiles que comparten el líder del PSC y Juan Espadas.

En cuanto a la estrategia que seguirán los partidos ante esta campaña, una mirada atenta permite concluir que son absurdamente parecidas. Todos recurren al sistema de la clonación, que consiste en considerar iguales a adversarios para atribuir a uno los defectos del otro.

Parece complejo, pero es bastante sencillo. De los muchos análisis que se han hecho de las elecciones en Cataluña, el más superficial es el que concluye que nada ha cambiado con la victoria de Illa porque en el fondo el PSOE y los nacionalistas son prácticamente lo mismo.

Esta fórmula discursiva de la igualación del adversario, no es patrimonio de un partido o de un espacio político en concreto. Se ha extendido como una mancha de aceite y prácticamente todo el mundo, posiblemente por pereza intelectual, recurre a ella. La política andaluza no ha conseguido escapar a este método y será el que veamos durante campaña de las europeas.

En el último pleno del Parlamento hubo varias expresiones de esta fórmula. El PSOE interpeló al consejero de Cultura, Arturo Bernal, sobre el cumplimiento de la Ley de Memoria Democrática y a pesar de los contundentes datos de exhumaciones, el portavoz socialista, Rafael Recio, se empeñó, inasequible a las cifras y con modos sensiblemente mejorables, a identificar a la Junta con posturas negacionistas y a igualar la política del Gobierno andaluz con la que Vox ha conseguido imponer al PP en los sitios donde gobiernan juntos.

Vox tampoco ha renunciado a la estrategia de la igualación y aprovechó el pleno para lanzar su campaña europea con una moción sobre el cambio climático en la que expuso sus tesis conocidas: la lucha por la preservación del medio ambiente perjudica al campo y populares y socialistas están igualados en Europa por su defensa de la Agenda 2030, el origen de todos males que acechan al agro.

Para completar el triángulo de una estrategia de igualación del adversario, Juanma Moreno sacó a la luz la gran cantidad de veces que PSOE y Vox votaron juntos en esta legislatura para concluir que ambos comparten objetivo: intentar bloquear al PP allí donde gobierna.

En resumen, todos aplican la misma fórmula: Votadme a mí que los otros son todos iguales.