La guerra estalla en Ciudadanos y alcanza la Junta
Andalucía en el Diecinueve ·
La pugna de las familias naranjas por el control del partido en Andalucía debilita a Cs en el bipartitoAndalucía en el Diecinueve ·
La pugna de las familias naranjas por el control del partido en Andalucía debilita a Cs en el bipartitoLa aprobación del Presupuesto de 2020 de la Junta esta semana otorga al Gobierno de Juanma Moreno gran tranquilidad para afrontar el grueso de la legislatura y sobre todo las políticas mollares para que sea realidad el cambio en Andalucía. La tranquilidad festejada por diputados y consejeros de PP y Cs en una foto de familia en el Parlamento solo duró unas horas. La misma tarde del jueves que se votaron las cuentas se conoció el cese de la viceconsejera de Educación, Marta Escrivá. Lo comunicó ella misma a los demás viceconsejeros, aunque no estaba previsto que se hiciera público hasta este próximo martes, cuando se apruebe el relevo en el Consejo de Gobierno. Un cambio más de los muchos que ha acometido el bipartito en sus cortos once meses no tendría más importancia si no fuera por la crisis interna de Cs tras la marcha de Albert Rivera y la pertenencia de Escrivá al núcleo duro de Fran Hervías, exsecretario de Organización y con las mismas funciones en la gestora de transición al congreso extraordinario que debe aupar en marzo a Inés Arrimadas a la presidencia de la formación naranja. El cese de Marta Escrivá cobraba entonces otra dimensión, la de que la guerra interna de Cs había alcanzado al Gobierno de la Junta, ya que era conocida la rivalidad de Hervías con Juan Marín, portavoz de los naranjas en esta comunidad y vicepresidente del bipartito, por el control del poder orgánico en Andalucía. Los desmentidos de Marín de crisis no calman esta percepción ni el malestar interno de una formación con la oportunidad de oro de gobernar uno de los territorios más potentes de España con apenas cinco años de historia en esta comunidad. La crisis debilita a Cs en el bipartito, aunque no erosiona la estabilidad del acuerdo de gobierno con el PP, dado que si hay algo que las diferentes familias naranjas no cuestionan por ahora es la continuidad en la Junta y el liderazgo nacional de Inés Arrimadas.
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La guerra de Cs en Andalucía es cosa de familias políticas en doble sentido. Y no viene de la renuncia de Rivera, sino que es anterior, solo que solapada hasta que el exlíder naranja tiró la toalla tras la debacle del 10N. Los resultados en Andalucía fueron igualmente catastróficos, pasando de 11 a tres diputados, aunque en este territorio sacan pecho porque suponen más de un tercio de los cosechados en el ámbito nacional, diez escaños.
Fran Hervías, granadino, era el número tres de Rivera y el encargado del control férreo de un partido contrario a las baronías territoriales. Fue quien propuso a Juan Marín ser el candidato a la Junta y en colaboración con el cuñado de este, Manuel Buzón, comenzó a construir las bases de Cs en Andalucía. En Cs siempre fueron pocos y mal avenidos. La intervención de Hervías en el plano organizativo de listas fue siempre poderosa, arbitraria y con mano férrea, admiten de un lado y de otro. Pese a que era más visible la presencia de José Antonio Villegas, el número dos, catalán y cunero por Almería, el poder del granadino era mayor. Hervías y Villegas se quedaron sin escaño en las pasadas elecciones.
Las disputas se recrudecieron antes de las municipales y en paralelo a la entrada al poder de la Junta. Coincide con el matrimonio de Hervías con Virginia Millán Salmerón, a quien aúpa como candidata al Ayuntamiento de Sevilla en lugar del que era concejal Javier Millán, del núcleo de Marín y de su cuñado Manuel Buzón. Hervías también prescinde de este como secretario de Organización regional y sitúa a Mar Hormigos. Marín pierde el control de Sevilla, por el que fue candidato, y tampoco tiene ascendiente en parte de Andalucía oriental. Es conocido su distanciamiento de Luis Salvador, alcalde de Granada.
El reparto de cargos en la Junta entra dentro de la guerra interna y familiar. La consejera de Igualdad y Políticas Sociales, Rocío Ruiz, atiende las peticiones de Hervías para puestos en su área, entre ellos al marido de Hormigos; mientras Marín le busca hueco a su cuñado en la Consejería de Turismo, Justicia y Regeneración y a otros familiares de asesores cercanos.
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Como trasfondo de esta pelea de familias naranjas se encuentran las diferencias sobre el modelo territorial de Cs. Hervías se muestra contrario a un movimiento cada vez con más adeptos de autonomía territorial en las decisiones orgánicas, sobre todo en las listas, y en que haya un liderazgo regional real. Aunque a Juan Marín se le considera líder de Cs en Andalucía por haber sido candidato a la Junta, en realidad no es así. Su cargo es el de portavoz y sus decisiones siempre estuvieron sujetas a la dirección nacional. En la etapa de Rivera, Marín formaba parte de esta, pero ahora con la gestora está fuera y su capacidad de influencia ha disminuido. Cuando Hervías dimite como secretario de Organización, se consideró un pequeño triunfo de los afines a Marín, si bien su continuidad en la gestora con el beneplácito de Inés Arrimadas echa más leña al fuego y deja más fuera de juego al vicepresidente.
Marín obtuvo el respaldo del grupo parlamentario y de los consejeros que son militantes, Javier Imbroda y Rocío Ruiz, para que sea quien lidere la posición andaluza cara al congreso de marzo, en el que Andalucía defenderá una descentralización. Arrimadas ha expresado su conformidad a cierta autonomía, pero mantiene la tesis original de Cs en contra de las baronías. La posición de los críticos con Marín es la de transmitir unidad y no arriesgar el Gobierno de la Junta, de ahí el cierre de filas con el vicepresidente. La consigna de los de Hervías a los suyos es evitar abrir el melón ahora del liderazgo regional, que ya vendrá más adelante.
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La pelea andaluza no está en a favor o en contra de Marín, sino en que en la futura dirección nacional esté Fran Hervías o no. Para los adeptos de este, Arrimadas no puede prescindir de quien mejor conoce el partido en toda España. Sus críticos consideran que sería un error por su posición contraria a las baronías y le achacan fama de manipulador. El futuro de Marín como líder regional también estriba en la cuota que obtenga en el nuevo Cs de Arrimadas.
En el fragor de esta guerra intestina de Cs salta el cese de Marta Escrivá. Varias fuentes coinciden que su relevo lleva meses sobre la mesa y es ajeno a las disputas internas. Más bien tiene que ver con la necesidad de un perfil técnico que desatasque una consejería muy compleja. Imbroda comunicó este cambio a la gestora y hubo un acuerdo para recolocar a Escrivá como delegada en Sevilla de Educación e Igualdad. Una solución salomónica. Lo que sorprende es que una vez que estalla la polémica y sale a la luz la incomodidad de los adeptos de Hervías, Marín eche los lobos de la misma a Javier Imbroda, que siempre ha sido cauto, ajeno a las trifulcas, de perfil de gestor más que de político y el primero en alzar la voz para reclamar tras la debacle del 10N que había que estar todos detrás del vicepresidente ante la crisis del partido.
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