
Angélica Cuenca: «Hay un claro declive en las políticas públicas sobre igualdad»
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La experta en género alerta de que la violencia sexual «está disparada» y de que las jóvenes están aprendiendo a erotizar su sumisión por influencia del porno28F ·
La experta en género alerta de que la violencia sexual «está disparada» y de que las jóvenes están aprendiendo a erotizar su sumisión por influencia del pornoAngélica Cuenca irradia la pasión con la que aborda la labor que desarrolla en Málaga prestando su apoyo profesional a las mujeres víctimas de violencia ... de género o de violencia sexual: su obsesión es empoderarlas, capacitarlas para que se puedan enfrentar con solvencia a los duros procesos judiciales, pero también a gestionar si se lo cuentan, o no, a su familia o a sus amigos, y a cómo relacionarse con otros hombres en lo sucesivo. Es consciente de que la calidad de vida de estas personas en el futuro depende de la intervención de profesionales formados como ella, que estudia, estudia y estudia. «Estoy dedicada a esto 24 (horas) 7 (días a la semana)», dice. Porque reivindica que el feminismo es conocimiento y que demanda formación y especialización. Por eso, exige que las administraciones cuenten con personal formado para abordar la violencia de género y la lucha por la igualdad.
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Alerta también de que faltan recursos, de que hay déficit en las políticas públicas de igualdad en Andalucía y que ello coincide con un momento en que la violencia sexual «está disparada». Esta funcionaria de carrera en el Ayuntamiento de Málaga ve imprescindible la creación de un turno de oficio de violencia sexual en la capital, demanda que planteó ya el pasado año en el Colegio de Abogacía y que tuvo muy buena acogida. Se trataría de un grupo de abogados y abogadas especializadas en esta materia, que incluiría todos los tipos de violencias sexuales hacia las mujeres como las violaciones en citas, las violaciones en grupo, la trata, la sumisión química o las que ella ha bautizado como «violaciones por confianza», que son las que se dan en el seno de las parejas.
–Los asesinatos machistas que se producían en Andalucía hace diez años eran el 20% del total del país. Ahora son el 30%. ¿Qué está pasando?
–Aunque nos pueda llamar la atención, con los datos no podemos ser concluyentes. Todo lo que tiene que ver con la violencia contra las mujeres son problemas multifactoriales. Pero seguramente podemos establecer una relación directa con la falta de recursos: no hay recursos educacionales suficientes y de calidad para los varones, que son los que perpetúan y ejercen la violencia contra las mujeres. Tenemos un Pacto de Estado que bajo mi punto de vista se está infrautilizando, porque además de hacer campañas y eso, que está muy bien, y que a los partidos políticos les pueden rentar, no se están realizando contrataciones de calidad de equipos de intervención para mujeres que sufren violencia. Por otro lado, la policía nacional encargada de la protección de las mujeres está saturada, por lo que no pueden hacer un trabajo digno, lo mismo que sucede con la policía local de Málaga.
–Este problema que señala de infrautilización del Pacto de Estado, ¿es de Málaga, de Andalucía o de toda España?
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–Es un problema general. Pero es verdad que la igualdad y el feminismo son política. No es lo mismo hacer políticas de izquierdas que políticas de derechas con respecto a los derechos de las mujeres. Yo soy funcionaria del grupo A1, yo soy técnica y especialista en violencia. No he estudiado otra cosa en mi vida que no sea el tema de la igualdad y la violencia. Pero tenemos en las administraciones públicas a unas personas, los políticos, que entienden que las funcionarias estamos a su servicio, no entienden que estamos al servicio de la administración y de la ciudadanía. Los políticos dictan a las técnicas que somos especialistas en los temas lo que tenemos que hacer. Ya está en cada una como funcionaria plantarse y decir que no.
–Volviendo a los datos sobre la violencia de género en esta comunidad y cómo crece más que en el conjunto de España: Andalucía fue la primera autonomía en la que irrumpió Vox. ¿Tiene algo que ver?
–Un partido como el PP, que pacta con personas que niegan la violencia hacia las mujeres, que dicen que todas las violencias son iguales y que la violencia no tiene género... -aunque, ojo, para los de Vox la violencia no tiene género, pero sí tiene nacionalidad-; un partido que pacta con ese tipo de personas tiene que transigir con una serie de preceptos. Obviamente, en algo tiene que influir; claro que afecta. No es lo mismo dormir con una persona pro derechos humanos que con otra que no piensa en los derechos humanos como algo fundamental y menos los derechos de las mujeres.
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–¿Qué se ha hecho bien y qué se ha hecho mal en Andalucía en cuestiones de género en los últimos años? Hagamos un balance.
–La Ley Integral contra la Violencia se introdujo muy bien y la Ley de Igualdad es incluso mejor que la norma a nivel nacional. Ahora, evidentemente, -nada más hay que mirar los recursos que se destinan a la violencia, las especialidades y lo que hay en cada Ayuntamiento-, hay un claro declive: se cierra el Centro de Información a la Mujer; se renombra y ahora somos violencia doméstica; o la violencia filo-parental es lo mismo que la violencia doméstica y la violencia machista. Empezamos a confundir. Hubo un momento, a partir del año 2004 o 2007, en que se empezó a estudiar y a entender la importancia de lo que es la violencia contra las mujeres, también con el caso de Ana Orantes, que fue un punto de inflexión. Pero todas las compañeras que nos dedicamos a esto estamos viendo ahora que hay un claro deterioro de las políticas públicas sobre igualdad, sobre violencia hacia las mujeres y en cuanto a recursos. Está claro que el discurso es totalmente ambiguo e incluso contrario al combate contra el problema que tenemos realmente de violencia contra las mujeres.
–¿Qué papel juegan el dinero, los discursos de los políticos, la cárcel, la justicia, la policía... en la lucha contra la violencia de género?, ¿en qué hay que poner el acento?, ¿qué es lo imprescindible?
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–Para mí lo imprescindible es la formación, pero no en el ámbito educativo, sino la formación de las personas que nos dedicamos a esto. No puede estar al mando una persona que no tiene absolutamente ninguna formación ni trayectoria en esto. Ni en la Administración municipal, ni en el Instituto Andaluz de la Mujer, ni en la Policía los equipos que están formados deben tener por encima una persona que no tenga ni idea de este tema, porque las directrices que va a dar igual no son en pos del bienestar de las mujeres, sino de los datos, de la noticia o para salir en la foto. Si las personas que estamos formadas en esto tuviéramos poder de decisión sobre cómo se administran los recursos que hay a nivel central o autonómico, los repartiríamos de manera diferente. No podemos permitir que haya contrataciones de psicólogas de cuatro o cinco meses. ¿Qué hacemos con las pacientes? Se abren en canal con el problema tan grande que tienen y después de repente están tres meses sin psicóloga y después les viene otra. Y no puede ser que no haya una abogada especialista en violencia sexual dentro de la administración pública.
–Y la cárcel, la persecución policial, ¿funcionan contra la violencia machista?
–El castigo funciona porque somos animales. Pero sí que es verdad que quien quiere hacerlo lo hace: los hombres que ejercen violencia machista son personas que entienden que tienen el poder y el derecho de someter y hacer su voluntad. Cuando ejercen el poder en forma de violencia del tipo que sea, no piensan en las consecuencias que van a sufrir porque simplemente sienten el derecho de ejercer violencia contra ti para demostrarte quién tiene el poder y seguir manteniendo el 'statu quo' de acuerdo con el que las mujeres estamos abajo y ellos están arriba. Ésta no sólo es una cuestión de educación, recursos, policía, castigo, cárcel y leyes. Es una cuestión de poder y de cómo de manera tan histórica como injusta se ha repartido de manera desigual. Los varones tienen muy interiorizados sus privilegios y no quieren soltarlos. Como siempre digo, no se trata de luchar sólo contra los actos terroristas, sino contra el terrorismo en sí. Podemos poner tiritas, crear una asociación contra el terrorismo, dar ayudas a las víctimas del terrorismo. Genial. Pero hay que luchar contra la raíz, el terrorismo, el machismo.
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–Hace ese paralelismo entre el machismo y el terrorismo. ¿Es la violencia machista terrorismo? Al final, todas las mujeres vivimos con miedo desde siempre.
–Es cierto. Es desde que nacemos, desde que somos pequeñas, hay un aroma a vulnerabilidad que no sólo se nos transmite verbalmente, también en el cine, por ejemplo. Además, nosotras, por pura supervivencia, sabemos que en el ámbito público, en la calle, corremos riesgo y lo tenemos interiorizado. Es un miedo hacia los hombres, porque no tememos que otras mujeres nos violenten de alguna manera, sexualmente, físicamente, psicológicamente. Y no es un terror infundado, es fundado, porque a las mujeres los hombres nos violentan de todo tipo de maneras, desde el acoso sexual en la calle –el mal llamado piropo– hasta la violación el grupo. El 100% de las mujeres de cualquier edad, en cualquier ámbito, de cualquier creencia religiosa, de cualquier etnia, sufrimos violencia sexual, en cualquier país y a lo largo de la historia.
–A las mujeres se nos educa en el «ten cuidado», pero a los hombres no se les educa en el «no les hagas nada a las niñas».
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–No. O en el que, mira, cuando en ciertas situaciones, de noche, si estás andando al lado de una chica, que sepas que se va a poner nerviosa, por eso, intenta adelantarla. Eso no se explica. Ni nada en general. No les educan a los varones a no violentarnos, a no tocarnos sin nuestro consentimiento, a no insistir cuando no queremos tener relaciones sexuales. Aunque seamos sus novias, sus parejas, si decimos que no es que no. No se les explica nada de eso. Tampoco a no llamarnos 'zorras' cuando hacemos lo mismo que ellos. Yo siempre digo que una mujer mala es un hombre normal. Una mujer madre que se va con sus amigas, una mujer que tiene relaciones sexuales con quien le apetece, una mujer que es vehemente en su manera de explicarse es una mujer mala. Y eso en un hombre es lo normal.
–Ahora que hablaba de 'zorra', ¿qué le parece la canción de Eurovisión?
–Yo creo que no se ha hecho con la intención de que sea un himno feminista, porque desde luego no lo es. Resignificar la palabra «zorra» y ahora hacerla guay es un error. Cuando entendemos que zorra es una mujer que es una puta porque tiene relaciones sexuales o hace lo que quiere y un zorro es un tío listo, no podemos ahora de repente resignificar. Por ahí no va el camino. El camino está en que no te señalen por hacer lo mismo que un hombre con otra palabra, con una connotación diferente. Es lo mismo que tratar de resignificar la palabra «maricón» como algo guay: a ti no te tienen que señalar porque te gusten las chicas o los chicos. Si se resignifica «maricón» y se convierte en una palabra guay, ¿eso significa que a un niño con siete años en el cole se va a sentir orgulloso de ese término?
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–¿Cómo ha evolucionado en el tiempo la violencia que sufren las mujeres?, ¿cómo son las experiencias que narran ahora y cómo eran antes?
–Yo trabajo con niñas de 11 a 22 años víctimas de violencia de género por parte de parejas y exparejas y con mujeres de cualquier edad víctimas de cualquier tipo de violencia sexual. Entre las primeras observo una preponderancia absoluta de las redes sociales, cosa que antes no veía. Además, tienen un discurso muy naturalizado sobre la violencia. Antes sí detectaban a lo mejor no la violencia psicológica o la sexual, pero sí la física, y ahora tampoco le dan importancia, lo que es gravísimo: la tienen muy incorporada en su día a día. Si no se habla de esto en los centros educativos o en casa, ellas entienden que el deseo de él está por encima del suyo propio, que las mujeres estamos para agradar, dar placer, que si es mi novio lo tengo que hacer, que su exnovia también lo hacía... La violencia sexual está disparada dentro de la violencia de género en el seno de la pareja. Además, el porno está atravesando la sexualidad de los chicos y de las chicas: proporciona un modelo eminentemente violento y humillante para las mujeres como manera de obtener el placer sexual entre los chicos. Las chicas, por su parte, están aprendiendo a erotizar su propia sumisión. Entre las mujeres víctimas de violencia sexual de cualquier edad veo una prevalencia que me da muchísimo miedo. De dos o tres años a esta parte la violencia sexual está disparada. Es un tema del que se habla menos porque nos sigue generando vergüenza y culpa, que es el sentimiento omnipresente entre las mujeres que han sufrido cualquier tipo de violencia sexual, y está disparada en el ámbito de la pareja y por supuesto cuando hay violencia machista, se manifiesta. Hay muchas violaciones en citas, entre compañeros de piso, en fiestas universitarias, por medio de sumisión química y sobre todo de vulnerabilidad química a través del alcohol. Y también violaciones en grupo.
–Parece que estamos retrocediendo. ¿Por qué?
–Yo creo que lo que más hemos descuidado es la educación hacia los varones. La última encuesta concluía que las políticas de igualdad están perjudicando a los varones. Cuando me relaciono con chicos, rascas un poco, y ahí está el cavernícola, porque le están tocando sus privilegios. Las mujeres no somos conscientes tanto de cómo estamos educadas, de la ley del agrado. Pero los varones sí son muy conscientes de que nosotras estamos educadas para agradarlos y para cuidarlos y cuando nos salimos un poquito del tiesto se incomodan y encima piensan que están perdiendo derechos que no son tales, son privilegios. No entienden que su estatus es impuesto y que es injusto.
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–La ley trans andaluza es del año 2014 y habla de la autodeterminación de género. Pero no provocó tanto revuelo como la estatal del año pasado.
–Ni nadie se leyó la ley andaluza ni nadie se ha leído la ley trans. Entonces, el discurso es muy vacuo. Creo que esto tiene mucho que ver con la ministra Irene Montero, que yo creo que ha sido la persona que más críticas ha recibido, y no ha sido sólo por ser política, sino por ser mujer y por ser feminista. Por eso, la opinión sobre la ley está muy atravesada por quién es ella. A partir de ahí, la autodeterminación de género está muy bien, pero hay que hacer un análisis más profundo. No podemos decir que el sexo no es biológico porque eso no es científico, básicamente. Para mí el feminismo es uno: lo mismo que tiene que ser abolicionista de la prostitución, el sujeto político del feminismo es la mujer biológica y a partir del sexo biológico se derivan una serie de condicionantes construidos en sociedad -el género-. Que se quiere trabajar para crear una sociedad en la que el género no te determine las cosas que puedas hacer o no, o los derechos, eso es otra cosa y a partir de ahí podemos trabajar. Pero no podemos trabajar si negamos el sexo y el género. No podemos funcionar legislativamente como si el sexo y el género no tuvieran importancia, porque la tiene, porque, de lo contrario, dejaremos de visibilizar esa desigualdad que produce el sexo.
–Aunque hay otras discrepancias, la ley trans ha sido uno de los argumentos para la ruptura del feminismo. Pero en Málaga hay una sola manifestación el 25 de noviembre y el 8 de marzo, a diferencia de lo que por ejemplo sucede en Madrid. Me pregunto si en el conjunto de Andalucía el feminismo también está unido.
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–Lo que yo percibo es que sí. Quienes nos dedicamos a esto tenemos un posicionamiento muy claro. Aunque sean mujeres quienes formen parte de ciertos movimientos y ciertas facciones, vuelvo al hecho de que para mí es importante la formación y la lectura y creo que hay personas que se posicionan a golpe de titular. Hay quien piensa que ahora a una niña se la va a empezar a hormonar a los seis años. Igual que hay quien piensa que en cuanto una mujer diga lo que sea a un hombre lo van a meter en la cárcel. Es una barbaridad.
–Parece que hay un problema de fondo: que no se considera que las ciencias sociales y el feminismo sean ciencia.
–Decimos que todas las mujeres hemos sufrido violencia sexual, entendida desde el acoso callejero hasta la violación grupal, y nos dicen que exageramos. Siempre digo, y además hay un libro que se llama así, que 'Los hombres me explican cosas', desde cómo me siento, cómo vivo, cómo lo han vivido mis amigas, cómo me ha atravesado del género en mis circunstancias, en mi trabajo, en mi relación con chicos y con chicas, con mi familia. Te explican hasta cómo te tienes que sentir. Me dicen que lo que digo es mi opinión, cuando yo no me he dedicado a otra cosa que a estudiar el feminismo. Estamos en una sociedad en la que a las mujeres se nos inculca esa inseguridad y ese autolimitarnos nuestras propias opiniones. Nos cortamos. Nos han enseñado que lo que nosotras opinamos y sentimos no es relevante. Y a los hombres se les educa en una innecesaria seguridad.
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–El 'mansplaining' cansa.
–En lo cotidiano es cansado. Pero imagínate cuando se traslada a un juzgado que la credibilidad de las mujeres siempre esté en entredicho. Y que te crean es una estrategia básica de supervivencia. Nos siguen sin creer porque la palabra de un hombre sigue valiendo más que la de una mujer. Los hombres nos siguen explicando cómo nos tenemos que sentir y cómo tenemos que actuar cuando somos víctimas de violencia sexual. Se nos explica cómo tenemos que sentirnos, los miedos que tenemos que tener, si podemos ser exageradas, o no, si somos histéricas o intensas. Nos explican cómo tenemos que ser.
–Volviendo a Andalucía y a las políticas públicas. ¿Qué es necesario hacer ahora mismo para luchar contra la violencia machista?
–Un personal político formado en género, recursos económicos y personales y una intolerancia absoluta hacia la violencia contra las mujeres; que esto lo tuviéramos tan claro como el rechazo a la pedofilia, a la pederastia. España es un país muy tolerante con la violencia hacia las mujeres y tiene muy naturalizadas las desigualdades. No podemos estar gobernados por gente que no sabe, porque entonces corremos el riesgo de que de repente venga Vox y diga que esto no existe y acabe con todos los recursos especializados para las mujeres. No podemos tener más de 30 asesores para el alcalde cobrando 3.000 o 4.000 euros al mes y que sólo haya una psicóloga de violencia sexual que sea funcionaria y las demás sean contratadas. Y son los mismos que dicen que el Pacto de Estado contra la violencia de género no sirve. Dadnos a las personas técnicas y funcionarias el poder que se supone que debemos tener y las cosas funcionarían mejor: habría más casas de acogida, más presupuesto para orientación laboral, más cursos remunerados, materias más concretas en los centros educativos sobre esto... Sigue existiendo el pin parental y es muy difícil que a mí me contraten para dar una formación en un centro educativo, porque las AMPA, la dirección del centro o la jefatura de estudios entienden que pueden tener problemas con las familias, lo que implica que no lo entienden como una educación básica y además como una vacuna para que su hijo no ejerza violencia sexual y las chicas no sean víctimas.
–La ley del sólo sí es sí.
–Es mejorable.
–¿En cuanto a las penas?
–Es un error de confianza en el sentido de creer que la judicatura no es machista. Por supuesto que es machista: la ley se aplica a las mujeres como la sociedad ve a las mujeres. La ley está muy bien redactada, es muy bonita, es muy necesaria, está muy abrochada a la realidad y me parece imprescindible poner en el punto de mira el consentimiento, porque es sobre lo orbita la violencia sexual en un juicio. Entender además que todo el acceso con sentido sexual y no consentido es violencia sexual me parece un acierto. Es verdad que el deseo es algo que no aparece en la ley porque sería un poco raro: para mí, las relaciones sexuales tienen que ser deseadas y consentidas, porque el consentimiento a veces se vicia. La norma también explica lo imprescindible que es formar a los partidos políticos y a la judicatura en este tema. Además, regula cómo se debe tratar a una mujer que ha sufrido violencia sexual, qué tipo de preguntas se tienen que evitar o qué tono, incluso. Me parece una ley muy completa, una ley que hubiera hecho yo.
–Pero hay mujeres que se arrepienten de haber denunciado.
–Yo trabajo con mujeres que han sufrido violencia sexual con y sin denuncia, porque todas las mujeres no están preparadas para esto. Yo hago un trabajo muy artesano. Tengo que ver las capacidades que tiene esa mujer, el nivel de daño, los recursos. El proceso de la violencia de género, de violencia machista en general, es muy duro, pero en el caso de la violencia sexual es muy hostigante y hay que estar muy preparada. Yo, de hecho, me pensaría si denunciar: seguramente lo haría por mi conciencia y por intentar evitar que le pudiera pasar a otra mujer. Pero, ¿cuántas veces hay que repetir el testimonio? Además, no se da credibilidad. Se parte de la base de que la mujer está mintiendo. La propia policía busca el fallo, las incoherencias. Hay un desconocimiento total de lo que es la violencia sexual y de la víctima. Todavía se sigue teniendo el modelo de la víctima perfecta, que es una mujer ama de casa mayor a la que viola un desconocido con un pasamontañas en su casa, con mucha violencia y con penetración. Si ocurre eso, sale condenado, todo lo demás... Yo tengo que trabajar como terapeuta, para cuando una mujer ha denunciado, que no abroche su mejora terapéutica a que él sea condenado. Esto es muy duro.
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