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Enrique Salvo Tierra
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Enrique Salvo Tierra
El profesor Salvo Tierra cree que el pasado de Andalucía como tierra de encuentro y acogida es uno de sus grandes activos para afrontar un ... futuro cargado de incertidumbres.
–La UMA celebra su 50.º aniversario, ¿Cómo cree que ha contribuido al desarrollo de Málaga y de Andalucía?
–Este medio siglo de existencia está sirviendo para poner en valor el importante papel que nuestra Universidad ha jugado para su entorno inmediato y en el contexto regional. En un sistema muy polarizado entre las dos universidades clásicas, Granada y Sevilla, la de Málaga irrumpió desde un primer momento como un vertebrador territorial de primera magnitud. Suponía una nueva concepción más moderna y vanguardista por su vinculación a una ciudad abierta de proyección internacional. A los pocos años ya se colocó como una institución consolidada que se proyectaba hacia las nuevas tecnologías. Sus rectores, desde Gallego Morell hasta Narváez Bueno, pasando por Smith, de la Cruz, Diez de los Ríos, De la Calle, o muy especialmente por Martín Delgado, asumieron en todo momento que la academia universitaria debía gozar de plena independencia. La madurez alcanzada hará que en pocos años su posición en los rankings internacionales se eleve considerablemente al disponer de una joven hornada de extraordinarios investigadores y docentes de primer nivel, que se ven arropados por una ciudad y una provincia, que hasta ahora dudaba de su gran valor y de su proyección colectiva.
–¿Qué papel cree que desempeña Andalucía en el contexto español?
–La posición geoestratégica entre el Atlántico y el Mediterráneo, a la vez que, entre Europa y África, ha servido para cuajar el mayor valor de una idiosincrasia andaluza modelada por decenas de culturas. Desde nuestros antecesores bástulos, junto a tartesios y bastetanos, siempre hemos sido acogedores de lo mejor de cada cultura, que supuestamente nos invadían pero que realmente los seducíamos para un mestizaje enriquecedor. Si el Sur fue percibido en otros momentos como un lastre subsidiado, hoy, como se puede comprobar en Málaga y su conurbación, se observa como un modelo territorial de grandes activos, gracias a una juventud formada y emprendedora. Andalucía es el contrapeso al potente eje Madrid-Barcelona, en buena medida debido a una pujante iniciativa empresarial que aún debe dar grandes sorpresas, a la vez que a la disponibilidad de infraestructuras potentes y modernas que potencian la competitividad interna y externa. En este mismo sentido la tercera modernización dependerá de importantes inversiones en la configuración ferroviaria, como son el tren litoral, el enlace fijo en el Estrecho y el corredor mediterráneo de mercancías. Andalucía debe desembarazarse de tópicos como cuando se quiere aspirar a ser un Silicon Valley europeo. Nuestro modelo debe basarse en nuestra propia personalidad y nuestros recursos humanos y naturales. Tenemos potencialidad para ser líderes en muchas materias tanto a nivel nacional como internacional, nuestra fortaleza está precisamente en esa posición geoestratégica, tan difícil de gestionar como gratificante cuando se cumplen objetivos vinculados a los del Desarrollo Sostenible, desde luchar contra la pobreza hasta ser catalizadores de escenarios de paz.
–Hablando de investigación, ¿en qué posición cree que se encuentran Andalucía a nivel nacional e internacional?
–En apenas cuatro décadas los centros de investigación en Andalucía, tanto de las universidades como de otras instituciones, han tenido un desarrollo espectacular en un amplio abanico de actividades desde las dedicadas a nuestro importante sector agrario hasta las más innovadoras en el ámbito aeroespacial. Si todos estos equipos intensifican su colaboración y aprovechan las sinergias nos asomamos a un magnífico futuro.
–¿En qué sectores económicos debería volcarse la Administración para apoyar iniciativas de futuro?
–Dar respuestas a tan importantes retos como la crisis alimentaria o la climática nos puede dar una enorme fortaleza a nivel internacional. La investigación en materia de nuevas fuentes energéticas, como el hidrógeno verde, o sobre mitigación y adaptación al cambio climático pueden revertir en proyectos empresariales de indudable rentabilidad. En este sentido la colaboración público-privada se hace más necesaria que nunca y para ello ya disponemos de un organismo que está dando importantes pasos en ese sentido como es la CTA (Corporación Tecnológica de Andalucía). Pero sobre todo nuestro mundo natural y rural debe ocupar un papel prioritario, de un lado para que la tecnificación suponga un catalizador que mantenga la población en el interior y no lo contrario, y por otro si consideramos la evolución climática hasta final de siglo se deben buscar alternativas a los cultivos especulativos que se extienden en perjuicio de la necesaria diversificación. Es obvio que la principal amenaza para nuestro desarrollo es el agua y ahí debe estar el objetivo central de cualquier proyecto de investigación en cualquiera de los sectores económicos.
–Andalucía, históricamente, ¿estuvo discriminada?
–Puedo afirmarlo categóricamente porque así lo viví. En efecto, en la década de los años sesenta aun se nos veía como la España de charanga y pandereta y la del señorito de 'Los santos inocentes'. Se nos apreciaba desde fuera como personas dedicadas a la holgazanería y a la taberna. Basándose en ello se nos castigaba frente a otros territorios que se erigían como símbolos de la laboriosidad y el emprendimiento, sin considerar que fueron aquellos emigrantes andaluces los que levantaron con gran esfuerzo y escasa calidad de vida esas industrias y esas ciudades. Afortunadamente esa imagen ha sido superada creo que con un gran esfuerzo colectivo como en pocas otras regiones.
–¿En qué momento político y económico se encuentra, en su opinión, Andalucía?
–Es un momento en el que se consolidan las bases de cuanto hemos venido forjando desde el 28F de 1980. Dicen los taurinos que lo importante para rematar una buena faena es 'parar, templar y mandar'. Estamos en tiempos en donde la templanza debe ser la aliada para configurar los modos de actuar ante un resto de siglo que todas las predicciones apuntan a que será difícil. Creo que nos pilla bien fajados y la mochila cargada de creativas intenciones. Si se logra tener buena proa y que la aventura sea colectiva, arribaremos a buenos puertos.
–Para usted, ¿qué es ser andaluz?
–En nuestro escudo, y en el de España, el genio andaluz está representado por esas dos columnas que señalaban el límite con el más allá. La leyenda de Hércules es tan prodigiosa como nuestro carácter. Separar por amor las dos colosales columnas que taponaban la entrada de agua de la que dependía la vida de su amada Thetys, de nuestro Mediterráneo, es la metáfora de cómo desde la pasión se logra ser fuerte ante la mayor adversidad. Así somos, un pueblo forjado en una naturaleza titánica, cultivado entre la alegría dionisiaca y la belleza apolínea, de la vida bulliciosa en el exterior y con el ingenio creativo de la fuerza mediterránea.
–Recuerda el 28F, ¿cómo vivió aquel referéndum?
–Lo recuerdo vivamente. Unos años antes había estado en un recital de Manifiesto del Sur, en donde recuerdo que primero Juan de Loxa recitó un corto poema que acababa con el grito de 'La bandera se levantará', lo que provocó que se enardeciera el público que reiteraba aquella proclama. Entonces fue el momento en que Carlos Cano entonó su 'Verde, blanca y verde'. Las lágrimas de emoción se contagiaron entre la multitud y entonces comprendí que había un verdadero concepto identitario de Andalucía. Pienso que en aquel acto surgió de verdad la semilla que un año más tarde llevó a las masivas manifestaciones del 4 de diciembre para reclamar que nuestra autonomía fuese reconocida por derechos históricos. Después fue cuajando la idea del referéndum y con ello la inquietud por un incierto resultado a tenor de cómo podían responder algunas provincias. Si bien hoy lo celebramos con alegría, de aquel día en concreto mantengo un recuerdo agridulce por las dudas sembradas.
–¿Tuvo inquietudes políticas en sus años universitarios? ¿Militó en algún partido o sindicato?
–Desde muy joven tuve inquietudes políticas; siempre he pensado que una de las grandezas del ser humano es la participación en la toma de decisiones de su propia colectividad. Así entendí y entiendo la política, algo que nunca debemos despreciar, como tampoco el servicio público que prestan los que la ejercen. La democracia nos dio esa libertad, y la posibilidad de acercarnos a ideologías de partidos que pudieran estar en sintonía con las propias. Milité primero en el Partido Socialista Andaluz convencido de que la independencia podía ser el paso para lograr salir de la pobreza de nuestra tierra. Después me convencí de que cualquier movimiento nacionalista, ya fuera autonómico o nacional, iba contra el progreso de la sociedad. En gran medida eso se lo debí a Don Enrique Tierno Galván, el viejo profesor, al que seguí en su visión de una revolución cultural que se basaba en el derecho mínimo a un salario que permitiese disfrutar además de la cultura. Eran momentos difíciles y apasionantes para un joven idealista.
–¿Cómo ve el futuro de Andalucía?
–Este futuro, al que nos enfrentamos, como todo futuro que se precie, dependerá de lo que hagamos hoy. La superpoblación planetaria, las crisis alimentarias y la climática, obligarán en poco tiempo a un nuevo orden global, por el momento cargado de incertidumbres. Andalucía puede jugar un papel importante como bisagra entre pueblos y territorios, o bien desvanecerse en medio de un mar de conflictos. Dependerá de nosotros ahora. En otros momentos similares de la historia nuestro papel fue el de integrar los valores de las culturas que hasta aquí llegaron, y en aquellos momentos nos hacíamos fuertes sabiendo transformar cada amenaza en una oportunidad, cada necesidad en una virtud. El futuro que veo es muy halagüeño y tenemos una juventud que se lo merece.
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