PATRYCIA CENTENO
Sábado, 21 de marzo 2015, 09:53
El adelanto electoral llegó con un niño bajo el brazo Y así como al principio, Susana Díaz tiró de prendas de abrigo holgadas y oscuras para disimular la incipiente barriguita; tanto para el debate celebrado en Canal Sur como para el de TVE, la presidenta se pintó ojos de gata y se animó a utilizar -por primera y, de momento, dos únicas veces- blusas premamá con lacito corte imperio capaces de hacer aún más hincapié, si cabe, en su estado de buena esperanza.
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Como si por una vez en su vida pretendiera ser discreta, en vez de los vestidos embutidos que también la caracterizaban desde que heredó el cargo, a la futura mamá se le antojó que sus pantalones amorfos iban a ser la opción más cómoda para soportar el agotamiento que supone una campaña y desde el Día de Andalucía que no luce medias -con lo que a ella le gusta un panty Pero por supuesto, a lo que no ha renunciado la socialista en estos últimos quince días es a su magistral (y cansino) dominio del color corporativo: cambio de chaqueta verde andalucista o roja marxista, según si precisa empatizar geográficamente o ideológicamente. Curioso entonces, y nada casual, que cuando se avivó el rumor de que Podemos podría prestarle apoyo en una posible coalición, Díaz llevara una sahariana malva -un morado sutil pero suficiente.
Aventajado en el uso del pantone se ha visto igualmente al candidato popular. Y aunque sus corbatas se tiñeran de verde patrio (guiño previsible, pero efectivo) en sendos enfrentamientos televisivos con dos de sus adversarios y le cueste mantenerse alejado de su parca azul marino (el 23M, por favor, directa a la tintorería), la variedad en la paleta cromática de los jerséis de punto de Juanma Moreno Bonilla persigue el voto de cualquier otro color ideológico -de los poco definidos, claro está. Quizás enterados de esta estratégica causa -hay que convencer a los indecisos y desencantados del otro bando-, viajaron bastante colorados (que no ruborizados) Mariano Rajoy (con lazo) y Soraya Sáenz de Santamaría (blusón) para echarle un capote al diestro.
No obstante, la estética de Moreno, pese a los tonos cálidos que caracterizan al Sur, es sumamente obediente con el dress code carca que dictan desde Génova: a primeras, repeinado formal, pero con unos pelillos sueltos si lo pillas (a traición) por detrás.
Porque aunque presuma de saber estar y protocolo, dejarse el chaleco de plumas negro en un recinto cerrado sobre una camisa blanca y combinarlo con un pantalón beis, parece más propio de un revolucionario bolivariano converso que de un dirigente conservador. Pero que no se preocupe Moreno. Si no gana esta batalla, en las redes sociales ya le han buscado oficio: vocalista de la formación Siempre Así -oye, gesticula igual.
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De la mano de papá o mamá
Por su parte, la pluralidad de IU sigue uniformada. Si bien, nuevas fuerzas progresistas los han empujado a prescindir definitivamente de la corbata -entendida ahora como símbolo capitalista- y a enfundarse unos jeans, sus líderes disimulan tremendo acto de subversión indumentaria vistiendo americana formal. Hasta Julio Anguita aceptó el estilismo impuesto para no dejar en evidencia ni a Antonio Maíllo ni a Alberto Garzón en el histórico mitin del pasado miércoles.
Pero lo cierto es que cualquier imagen de antaño que se recupere del 'Califa Rojo' (incluso con traje y nudo) resulta más moderno que los atavíos que se procuran hoy los niñitos de izquierdas. Casi con idéntica indumentaria se presenta Juan Marín por Ciudadanos. Claro que el peinado Cuéntame cómo pasó -en el que podría esconderse cualquier idea- y las gafas insulsas lo distinguen (o no). Si nofuera porque se dedica a la política, parecería que este joyero más que desear que lo admiren, lo que anhela es desaparecer. Por suerte para él, tanto el desparpajo de Albert Rivera, como la fama de Naranjito lo están ayudando en esta carrera de fondo.
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Compitiendo en esto de la falta de seducción y telegenia, está Martín de la Herrán. Sin duda, lo más atrevido que ha hecho el postulante de UPyD es atarse una corbata fucsia, lucir tejanos y calzar zapatillas; y eso, en comparación con las peripecias de Toni Cantó estos días en las Fallas de Valencia, resulta algo anodino para representar las mismas siglas. En un partido que se emperifolla de magenta, la timidez no tiene lugar. Y a Herrán, el día que lo ataviaron con una bata blanca de médico para recetar vacunas contra la corrupción, estuvo a punto de darle un vahído. Por ello, ha sido indispensable recurrir al efecto placebo de Rosa Díez, pese a que la jefa no se le ocurriera otra cosa que pisar suelo andaluz con zapato de gánster
La madre de Teresa Rodríguez, según confesó la joven, recogió el sentir popular sobre la vestimenta de su hija: "deberías arreglarte más". Y eso no significa que la líder de Podemos en Andalucía dejara de ser fiel a su estilo ni a su electorado. Simplemente bastaba con moderar la saturación de color, el recargue de accesorios y sobrantes de tela para no distraer visualmente y con el objeto de averiguar si su famoso abrigo rojo posee vida propia. Aplicada en el camino hacia el Palacio de San Telmo, Rodríguez ha renunciado a sus camisetas reivindicativas y se ha abstenido de seguir cortándose el flequillo a mordiscos (o "a hachazos", que diría Dani Rovira sobre esta peculiar tendencia en Ocho apellidos vascos). Pues como bien advirtió Salvador Allende, "el camino hacia la revolución precisa de luchadores conscientes, no mal vestidos".
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