Juanma Moreno comenzó la semana con varios frentes abiertos. El primero se lo había planteado Vox, su hasta ahora socio parlamentario en votaciones clave, que tras la crisis desatada por la moción de censura en Murcia y siguiendo instrucciones de Madrid exigió la convocatoria ... inmediata de elecciones en Andalucía. Sin que el cambio de postura haya sido explicado, Abascal se presentó en Sevilla esta semana -con la falsa coartada de una comparecencia de prensa que en realidad fue un mitin y en la que los periodistas fueron utilizados primero como excusa y después insultados por la turba- para explicar que lo suyo no era una exigencia, sino una sugerencia. Es posible que aunque no renuncie a controlar su grupo parlamentario por mando a distancia desde Madrid y abjure de las autonomías haya entendido que la realidad política andaluza tiene sus peculiaridades.

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El segundo frente también tuvo como origen la moción de censura de Murcia, y estuvo centrado en Ciudadanos, su socio de gobierno. Durante algunas horas, hasta que el vicepresidente, Juan Marín, se presentó junto a Moreno en el Parlamento para asegurar que en Andalucía no habría un movimiento similar al de Murcia, las calculadoras echaron humo sumando combinaciones que llegaban a tal absurdo de incluir en una misma ecuación a parlamentarios de Ciudadanos con anticapitalistas. Hay políticos que cuando se ponen nerviosos ven fantasmas en todos los rincones.

El riesgo de la inestabilidad se mantuvo, sin embargo, no por una posible moción de censura producto de una improbable alquimia parlamentaria, sino por las consecuencias que podía tener en Andalucía la OPA lanzada descaradamente por Pablo Casado sobre dirigentes y cargos de Ciudadanos que se materializó primero con el fichaje del ex secretario de Organización de la formación naranja, Fran Hervías, y después por el goteo de deserciones que le siguieron.

Frente a esta amenaza, en la Junta optaron por un movimiento que en otras circunstancias podría resultar no ya redudante, sino ofensivo, como cuando un político ofrece su honestidad no como una obligación que se le presupone sino como una cualidad digna de loas. El Partido Popular y Ciudadanos se comprometieron mutuamente a no traicionarse hasta el final de la legislatura. Podría decirse que una vez firmado, un acuerdo de gobierno lleva implícito el compromiso básico de lealtad mutua, y que para quien está dispuesto a apuñalar a un socio la firma en un papel no va a suponer un freno.

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Sin embargo, posiblemente en este caso el nuevo compromiso estaba justificado. Primero, porque se trataba de un mensaje dirigido al público, no interno. Y en segundo lugar, porque los destinatarios estaban también en el Partido Popular. No en Andalucía, sino en la calle Génova donde Fran Hervías acababa de inaugurar despacho.

Es posible que a los más memoriosos el pase de Hervías al PP les recordara al del ejecutivo español José López de Arriortúa, a quien se conocía como Superlópez, que en 1996 se pasó de General Motors a Volkswagen y fue denunciado por espionaje industrial. El caso acabó con un milmillonario acuerdo extrajudicial entre ambas multinacionales y Superlópez hundido en el desprestigio por su traición.

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Cerrados los dos frentes externos, a Moreno Bonilla le queda el tercero, el más grave y peligroso, el interno. Fortalecidos por el fracaso de la moción de censura en Murcia, Pablo Casado y Teodoro García Egea han apretado el acelerador en su cruzada por controlar el PP de Andalucía. Si había abierto un camino para alcanzar el acuerdo de una lista única para evitar la confrontación en el congreso del PP de Sevilla, éste fue cerrado por la filtración de un audio en el que el candidato morenista se refería con términos ofensivos a sus rivales. Una operación básica cimentada en una imprudencia elemental que sólo se explica en la bisoñez de un dirigente poco ducho en las contiendas internas, donde los navajazos se aplican con sutileza, pero son profundos y definitivos.

Casado y García Egea van a ganar en Sevilla un congreso provincial en el que la última palabra se dirá en los juzgados. Juanma Moreno ya sabe lo que puede esperar en las cuatro provincias que aún no lo han celebrado.

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