Chaves, el regreso
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Mirada periférica ·
La reaparición del ex presidente es un riesgo para el PSOE-A frente a la opinión pública, pero su primer objetivo es interno: rescatar de la depresión a la miltancia socialistaManuel Chaves dio el pasado jueves su primera rueda de prensa en mucho más de una década -antes de comenzar hasta reconoció que estaba nervioso- y no tardaron en aparecer opiniones que vaticinan que el regreso de esta figura del pasado perjudicará a los intereses ... del PSOE en Andalucía mucho más de lo que ya lo están. El riesgo es indiscutible. El expresidente de la Junta está identificado con una etapa política ya superada en Andalucía, por lo que su aportación a un partido necesitado de revitalización y de conectar sobre todo con la población más joven será, en el mejor de los casos, nula.
Después de que el Tribunal Constitucional anulara la sentencia por la que se lo condenó a nueve años de inhabilitación, y a la espera de que la Audiencia de Sevilla dicte una nueva, Chaves regresó para reivindicar su inocencia y la de todos sus compañeros y atribuir todo este procedimiento a una operación política y mediática que consiguió el objetivo de desalojar al PSOE de la Junta de Andalucía. Se resistió a utilizar la expresión 'lawfare', pero a nadie se le escapó que estaba hablando de eso.
Hay pocas dudas de que la versión que ahora comienzan a difundir los socialistas sobre lo que fue el caso de los ERE es muy distinta a la instalada mayoritariamente en la sociedad andaluza, pero sería un error grueso valorar la reaparición del expresidente de forma ligera sin tomar en cuenta el impacto que tendrá puertas adentro de las sedes socialistas.
La reaparición de Chaves, su comparecencia pública en la sede regional del PSOE-A y su advertencia de que la decisión del Tribunal Constitucional es una derrota política del PP y abre una nueva etapa política en Andalucía es, sobre todo, un mensaje para consumo interno.
El socialismo andaluz no solamente sufre una depresión provocada porque hace más de cinco años perdió un feudo que creía inexpugnable, porque lleva ya mucho tiempo encadenando, una tras otra, derrotas que le van suponiendo un goteo permanente de pérdida de poder y de recursos y porque no aparece en el horizonte una perspectiva más o menos creíble de que la situación pueda cambiar en el futuro inmediato. También está abatido porque frente al caso que ha marcado la agenda pública andaluza durante la última década no tiene un relato alternativo al que ha conseguido imponer el Partido Popular. Y ese relato ya asentado como verdad histórica no se impuso después de que la Junta pasara a estar gobernada por Juanma Moreno. Es anterior.
Es posible que si en el Partido Socialista entonces dirigido por Susana Díaz hubiesen podido adivinar que el corolario de este proceso iba a ser la anulación de la sentencia por parte del Tribunal Constitucional no se habría decidido condenar al ostracismo interno a los expresidentes, desentenderse de una herencia de 37 años de gobierno con sus luces y sus sombras y optar por el silencio en ese asunto, claudicando así ante el discurso de que los ERE son el mayor caso de corrupción de la historia y que hubo un robo de 680 millones de euros. Sin embargo, eso fue lo que sucedió. A partir de ahí, cualquier reivindicación por parte del PSOE-A de lo que hizo al frente del Gobierno andaluz durante cuatro décadas se topó durante años con la respuesta de una losa inamovible: la Junta de la corrupción, el partido de los ERE.
La operación de estas semanas, incluidos la sentencia del Tribunal Constitucional, el cuestionamiento de la dimensión del fraude que aparece en la sentencia del Supremo y la reaparición reivindicando su legado de quien fue el más longevo líder del socialismo andaluz y el presidente con más tiempo en el ejercicio del poder en Andalucía, tiene como primer objetivo transmitir que esa losa se ha movido y que lo que está fijado en relación a los ERE, por sentencia pero también por mayoritaria conciencia social, va a ser objeto ahora de un debate político. Pasa a ser un terreno en disputa.
Para afrontar esa tarea, el PSOE necesita en primer lugar convencer a los suyos e inyectarlos con una fuerte dosis de autoestima como la que ya corría el jueves, tan pronto como Chaves concluyó su comparecencia, por los chats internos de los militantes socialistas. Es el primer paso. No está en absoluto garantizado que el PSOE-A pueda ganar esta difícil batalla del relato, pero lo que sí es seguro que habrá una gigantesca movilización interna para activar a sus bases en ese empeño. «Vamos a tomar las riendas del relato», aseguran dirigentes que entienden que en un partido donde las factores emocionales suelen tener gran protagonismo, la recuperación de un líder histórico liquida el sentimiento de orfandad que la militancia padeció durante años.
Todavía es muy temprano para vaticinar si el PSOE-A alcanzará el difícil objetivo, una vez instruida la militancia, de convencer con ese nuevo relato a una mayoría de la sociedad andaluza, pero de momento quienes parecen convencidos son ellos. Saben que sin sacudirse ese peso de encima no tienen ninguna posibilidad de comenzar a revertir la difícil situación por la que atraviesan.
El mismo día en que reapareció Chaves, los socialistas celebraron un Comité Director en el que sucedieron más cosas. Una de ellas fue que el impulso de ánimo insuflado por el Tribunal Constitucional y la reaparición de Chaves no ha sido tan grande como para que se pasaran por alto los resultados de las últimas elecciones celebradas, las europeas, que evidenciaron que el proyecto dirigido por Juan Espadas no consigue levantar cabeza.
En cuanto a la necesidad de impulsar el nuevo relato sobre los ERE no hay discrepancias, pero en el resto de las cuestiones, sí. En la reunión se escucharon posiciones críticas ante lo que muchos consideran ausencia de una estrategia clara, la falta de desarrollo y concreción del proyecto municipalista que Espadas prometió cuando llegó, la falta de 'punch' en el discurso del secretario general, en que éste no cuente con todos los activos del partido y se refugie únicamente en su equipo de confianza y en el error estratégico que algunos dirigentes consideran que se cometió al decidirse que Espadas asumiera la portavocía socialista en el Senado, ya que eso lo obliga a defender públicamente decisiones del Gobierno que no son mayoritariamente comprendidas en Andalucía, especialmente las vinculadas con concesiones al nacionalismo catalán.
Estas críticas, en las que se significaron especialmente referentes susanistas pero también otros dirigentes no encuadrados en ese sector, no fueron mayoritarias pero se escucharon con mayor énfasis que en comités directores celebrados antes de que los socialistas encadenaran cuatro derrotas electorales consecutivas.
La pregunta es si a todas esas posiciones se las puede considerar la expresión de que se está forjando una alternativa a Juan Espadas en el PSOE de Andalucía. De momento la respuesta es no.
En primer lugar, porque no existe un proyecto alternativo, pero sobre todo porque en un partido donde el ejercicio del poder institucional es determinante para la vida interna todo el mundo es consciente de que no habrá cambio de candidato para las elecciones de 2026 salvo que Pedro Sánchez lo decida, del mismo modo que si el presidente del Gobierno y secretario general socialista opta por que la candidatura la encabece María Jesús Montero o cualquier otra persona, Espadas no podrá oponer ninguna resistencia. La decisión no dependerá de que los críticos sean capaces de plantear una alternativa, sino de la opinión que tenga Pedro Sánchez cuando llegue el momento.
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