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El martes pasado se cumplieron dos años y medio de las elecciones que supusieron el fin de casi cuatro décadas de gobiernos socialistas en Andalucía. El domingo próximo, los 45.000 militantes del PSOE de Andalucía, la mayor federación socialista de España, acudirán ... a las urnas para elegir a la persona a la que encomendarán la tarea de recuperar lo que entre 1982 y 2018 consideraron un bastión irreductible. Lo harán sin haber realizado un análisis de las causas que desencandenaron lo que aún viven como una catástrofe política.
El trauma, lejos de superarse, sigue vivo, y también la incapacidad para afrontar una discusión que permita entender por qué medio millón de votantes socialistas, que sólo cuatro meses después acudirían a las urnas para contribuir decisivamente a la victoria de Pedro Sánchez en las elecciones de abril de 2019, se quedaron aquel domingo en sus casas.
Pese a que el PSOE repitió victoria en Andalucía en las elecciones generales de noviembre de ese mismo año, a partir de entonces no ha hecho más que retroceder en las encuestas. El presidente andaluz, Juanma Moreno Bonilla, aparece afianzado en todos los estudios demoscópicos, en los que el PSOE no consigue levantar cabeza. Recuperar la Junta se presenta hoy día para los socialistas casi como una quimera.
Ha sido precisamente esa situación la que llevó a Ferraz a forzar la celebración de las primarias del domingo próximo, en el que el PSOE de Andalucía deberá elegir no a su secretario general, sino a quien encabece la candidatura a unas elecciones que pese a las presiones que ha recibido tanto de sus socios parlamentarios de Vox como de la dirección nacional del Partido Popular, Juanma Moreno no tiene aún la menor intención de convocar. Después de 37 años de gobiernos socialistas, el presidente andaluz considera que necesita completar su mandato para encauzar el cambio político, romper inercias del pasado y acudir a las urnas, cuando llegue el momento, con la recuperación económica en el escenario postpandemia enseñando ya sus primeros frutos.
Aún sin adelanto, los comicios autonómicos andaluces son los primeros que aparecen en el calendario electoral español, con el 27 de noviembre de 2022 como última fecha posible. Los militantes socialistas elegirán dentro de una semana entre la secretaria general, Susana Díaz, y el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, con qué cartel electoral abordarán entonces el difícil empeño de recuperar el poder perdido. Que lo vayan a hacer sin haber analizado los motivos de esa pérdida marca a fuego estas primarias.
Precisamente el reclamo de un balance crítico es uno de los principales argumentos de Espadas, que reprocha que la dirección regional socialista encabezada por Díaz no haya propiciado un análisis en profundidad. ¿Por qué se perdieron unas elecciones que hasta unos días antes de su celebración se presentaban como un mero trámite?
Aunque no hay conclusiones oficiales, la campaña para las primarias ha enseñado que el alcalde de Sevilla ha llegado a las suyas. Parte de su camino a las urnas consiste en reunirse con colectivos como los trabajadores de sanidad y de la educación públicas, colectivos que, en su opinión, «se sintieron abandonados en 2018».
Se trata de un debate que por su propia naturaleza afecta de lleno al discurso de la secretaria general, que gira en torno a dos ideas fuerza: que las elecciones no se perdieron -ya que el PSOE fue la fuerza más votada a la que no se podría haber desalojado del poder si el PP y Ciudadanos no hubiesen recurrido al apoyo parlamentario de la extrema derecha al que hasta el día de hoy siguen subordinados-, y que por ese motivo Susana Díaz tiene el derecho ganado a repetir como candidata.
La secretaria general fue esta semana lejos en el recurso a este argumento cuando se preguntó en voz alta en un mitin si uno de los motivos por los que Ferraz no la quiere dejar seguir es por su condición de mujer.
Desde la candidatura de Espadas se considera que haber sacado la carta feminista de esta manera ha sido un error estratégico de la secretaria general. En primer lugar, porque no es creíble en una persona que desde su más tierna juventud viene ocupando cargos orgánicos y de representación en el PSOE de Andalucía sin que hasta ahora haya aparecido, al menos de manera pública, ningún episodio de discriminación. Pero sobre todo, porque ha disparado sobre la línea de flotación de una de las banderas más preciadas por los socialistas, que consideran a su partido como el que más ha hecho por la igualdad en la historia de la democracia española. Ha sido, según quienes apoyan a Espadas, un regalo de munición a los adversarios del PSOE.
Hay otra cuestión que enfrenta a ambas candidaturas y que se aborda con idéntica acritud, aunque de momento ambos candidatos se han preocupado en cuidar las formas. Los dos se atribuyen la condición de 'outsiders'. En las primarias no votan los electores, sino los militantes, y en un partido como el PSOE andaluz, donde se suele decir con razón que la miltancia no sólo está a la izquierda de sus votantes sino también de sus dirigentes, entregar al rival la bandera de la rebeldía sería una equivocación que nadie quiere cometer.
Es conocido que desde que Susana Díaz participó activamente en el Comité Federal socialista del 1 de octubre de 2016, que obligó a Pedro Sánchez a abandonar la secretaría general, la cabeza de la dirigente andaluza es una pieza que el presidente del Gobierno se quiere cobrar. Sin embargo, Espadas se niega a ser considerado el candidato oficial de Ferraz y mucho menos el arma elegida para ejecutar esa venganza política. Relacionar su candidatura con una operación diseñada por Pedro Sánchez, asegura, sería un error de bulto.
El alcalde de Sevilla da por superado aquel episodio, en el que él también quedó en el mismo bando de quien por entonces era su jefa de filas en el PSOE de Andalucía. La suya, asegura, es una candidatura de unidad. Los miembros de las juventudes socialistas que al comienzo del proceso presentaron sus avales, llegaron a la sede regional del PSOE vistiendo camisetas en las que se leían diferentes leyendas: 'Yo voté a Pedro', 'Yo voté a Susana', 'Yo voté a Patxi'. Más allá de la operación de marketing, la iniciativa refleja una realidad. En torno a Espadas se han agrupado tanto sanchistas como antiguos susanistas con cuentas pendientes con su ex jefa. En la tercera candidatura, encabezada por Luis Ángel Hierro, se encolumnan quienes se consideran el ala más a la izquierda del partido. Se le atribuyen apoyos de entre el 5 y el 8 por ciento.
Espadas resalta que quien cuenta con todo el poder del aparato del partido es Susana Díaz, quien lleva varios meses recorriendo pueblos y ciudades uno a uno y que sólo hace unas semanas suspendió su condición de secretaria general para garantizar una supuesta neutralidad de la organización en el proceso.
Pero Díaz no abdica del relato insumiso. Incluso antes de que jugara la carta feminista se presentaba como una garante de la autonomía de los socialistas andaluces frente a las imposiciones de Ferraz. Esa semana, coincidiendo con una reunión en Sevilla de Juan Espadas con la ministra María Jesús Montero, se mostró «orgullosa de ser una más de un equipazo de gente que no tiene cargos ni son ministros».
Sin embargo, la manera en la que se está desarrollando el camino hacia las primarias parece decantar el relato de la rebeldía en favor de Espadas. Lo artesanal de su campaña contrasta con la gestión aparentemente más profesional y cuidadosamente elaborada desde el punto del marketing político del equipo de Díaz. Las camisetas que la candidata estrena cada día con leyendas en inglés parecen salidas del laboratorio de un gurú de la mercadotecnia: 'The future is female' (El futuro es femenino), 'Choose empathy' (Elige empatía) , 'It's on' (Está encendido), 'Positive energy' (Energía positiva).
Aunque las ideas están cayendo a cuentagotas, las intervenciones de ambos candidatos demuestran opciones opuestas sobre cuál debe ser la estrategia del PSOE en la oposición al gobierno de Moreno Bonilla. Tras los últimos embates de Vox, Espadas ha reclamado al presidente que se someta a una moción de confianza, aunque al mismo tiempo se ha mostrado proclive a pactar algunas cuestiones si el presidente se queda en minoría. Susana Díaz se opone frontalmente a esta posibilidad. «No vamos a pactar con la derecha», advierte.
¿Qué puede pasar el domingo? En ambas candidaturas coinciden en darse por seguros ganadores. Con la convicción, además, de que deberán obtener una victoria en primera vuelta (para ello es necesario alcanzar el 50 por ciento de los votos) que impida la formación de un sector crítico y que además dé al ganador el impulso necesario para afrontar la difícil tarea de destronar a Moreno Bonilla. La eventual segunda vuelta se celebraría el 20 de junio.
Si Díaz gana tendrá la oportunidad de ir a por la revancha. Si lo hace Espadas, los socialistas andaluces se enfrentarán a una situación de bicefalia hasta la celebración de su congreso, previsto para finales de año. Ya ha adelantado que si gana habrá que realizar cambios en el grupo parlamentario, del que Susana Díaz es presidenta.
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