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Francisco José Sánchez Heras, director de Cáritas Diocesana en Málaga y Melilla, suele recurrir a un potente símil cuando se le pregunta por el escenario social que ha dejado la crisis económica: «Yo siempre hablo de un terremoto. Es verdad que ahora estamos en ... la reconstrucción, pero aún hay gente bajo los escombros». Gente que aún gestiona la ruina y que tiene nombres y apellidos a pesar de que la fría estadística los catalogue en el grupo de los 'excluidos'. «En Andalucía los niveles de pobreza siguen siendo muy elevados», lamenta. Lo hace con conocimiento de causa y tras años en la primera línea de un desastre que cada vez ensancha más el margen entre la llamada 'sociedad de las oportunidades' y la que se considera 'sociedad insegura'. O lo que es lo mismo, personas que viven situaciones de aparente integración pero que se mantienen «en el permanente filo de la navaja». Sumen a este último grupo el de los excluidos, «los que no cuentan».
Esa abultada realidad encuentra cifras incontestables en informes como el de Foessa, un documento impulsado por Cáritas que además de todos los indicadores convencionales (datos del paro, INE, CIS), suma una encuesta definitiva: la de puerta a puerta. Y en este escenario, hay cifras que invitan a la reflexión en el caso de Andalucía y que la convierten en la segunda región española (sólo por delante de Extremadura) con mayor índice de pobreza: más de un millón y medio de personas (el 18,6% de la población) están en exclusión social; y de ellas más de 760.000 están en la pobreza casi absoluta.
Con estos datos en la mano, es lógico que Sánchez Heras fije como uno de los principales retos de futuro en la región el de la lucha contra esa desigualdad. «Porque además –resalta el responsable de Cáritas–, en Andalucía existe una condición específica cuando se habla de pobreza, y es que se hereda (...). Si ahora asistimos a los hijos, antes lo hacíamos con los padres, y antes con los abuelos». Esa necesidad de romper el círculo de la exclusión está en la base de la política de Cáritas «y también tendría que convertirse en el motor de las políticas públicas».
Aunque no son los únicos retos. Los problemas de cohesión van más allá, y entre sus principales desencadenantes, Sánchez Heras avanza algunos otros como la falta de equilibrio demográfico y la conversión de la sociedad en una «sociedad de cuidados». «Es un reto ver cómo logramos conjugar esa asistencia que ya es necesaria en uno de cada tres hogares andaluces con el de la maternidad y el crecimiento de la población», sostiene el director de Cáritas antes de fijarse en uno de los efectos más nocivos de este fenómeno: el de la soledad de las personas mayores.
Aunque si se habla de la base de la pirámide de la desigualdad, el empleo y la vivienda siguen siendo los resortes básicos sobre los que (re)construir desde los escombros. «Esos siguen siendo los retos medulares», zanja Sánchez Heras, que termina su radiografía de la exclusión con una petición especial de atención y asistencia a los migrantes.
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