Desde mayo del año pasado, Antonio Maíllo es coordinador federal de Izquierda Unida, lo que lo obliga a moverse por todo el país. No obstante, ... no ha cambiado su domicilio, que sigue estando en Sevilla. En la capital andaluza atiende a este periódico un día después de una celebración del 28-F marcada por la polémica de la financiación autonómica.
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-¿Cuál es su opinión sobre la quita de la deuda a las comunidades?
-Nosotros entendemos la quita de la deuda como el prólogo de un libro. El libro es el modelo de financiación. No tiene sentido una quita si no hay después no se abre ese debate. En lugar de negarte a la quita, lo que hay que hacer es empujar a un acuerdo para a partir de ahí, armonizar un nuevo modelo.
-¿Cómo debe ser ese modelo?
-El marco debe ser financiar servicios, no territorios. Y ahí Moreno Bonilla incurre en el mismo error que los independentistas o los nacionalistas periféricos, que es el frentismo territorial. Hay que anteponer la defensa de servicios públicos y la vinculación de los gobiernos a un mayor grado de financiación para su garantía y para evitar el agujero fiscal. Sobre esos dos elementos no quiere pivotar Moreno Bonilla porque son sus grandes agujeros negros. Esto tiene que ir acompañado por el modelo de financiación local, que es la gran pagana de todo el proceso.
-Todos coinciden en que hay que hacer un nuevo modelo...
-Nosotros, en Izquierda Unida, lo venimos diciendo desde que caducó.
-En lo que no hay acuerdo es cómo iniciar el proceso.
-El proceso tiene que empezar con una propuesta del Gobierno central, indudablemente, y llevarlo al Consejo de Política Fiscal y Financiera. Después, cada organización política tendrá que establecer una posición. El problema está en que el Partido Popular tiene una debilidad, las contradicciones entre sus propios gobiernos. Ahora estamos en las mejores condiciones históricas para hacerlo, porque es un momento de expansión y solamente se puede abordar un modelo de financiación si hay más dinero para repartir. Como perdamos la oportunidad de afrontarla, se va a producir un déficit estructural en la financiación que va a generar nuevos conflictos.
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-¿Se trata sólo de cambiar el sistema o de dotarlo de más medios?
-Se trata de poner precio al coste de los servicios, ajustar ese precio al criterio de población ajustada y, sobre ese coste, establecer una reforma fiscal que garantice esos ingresos ¿Quién financia esto? Volvemos a lo de siempre, que es la reforma fiscal. Y sobre esos principios, nosotros desde Izquierda Unida no estamos de acuerdo con el principio de ordinalidad. Con lo que estamos de acuerdo es con garantizar unos ingresos que garanticen los servicios públicos. Cuando uno tiene una enfermedad grave da igual dónde viva.
-En el congreso del PSOE-A María Jesús Montero lanzó una oferta a toda la izquierda para que se sumen a su proyecto. El espacio a la izquierda del PSOE tiene poca presencia en un escenario muy polarizado.
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-Si María Jesús Montero ha dicho eso se contradice con lo que nos ha transmitido a quienes hemos hablado con ella y se equivocaría si tiene la tentación hegemonista porque sabe perfectamente que hay un porcentaje de población que nunca se va a identificar con el PSOE, y menos en Andalucía. Nos vendría bien que cada uno gestionara su carril sin choque. Este movimiento que ha hecho el Partido Socialista en Andalucía obliga a acelerar los tiempos en nuestro espacio. El proceso político se tiene que abrir aquí y volcarse en el protagonismo de gente no organizada. Se necesita una aceleración de los tiempos.
-¿Está hablando de una nueva coalición electoral?
-Estamos hablando del inicio de un proceso en el que las organizaciones políticas ofrezcan a la gente de izquierdas un espacio donde trabajar y por tanto, que se incorpore mucha gente que no está organizada. Cuanto antes hay que dar una pista a la gente que está expectante ante ese fenómeno.
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-¿Y este proceso que se inicia en Andalucía va a ser, digamos, ejemplo en el resto de España?
-A mí me me genera mucha esperanza Andalucía porque creo que está habiendo condiciones para hacerlo muy bien. Y si ese buen hacer se traduce en una mejora del resultado electoral, el camino queda expedito en el resto del país.
-El electorado de ese espacio debe estar despistado por el continuo cambio de enfoques, de nombres, de propuestas, de candidatos...
-Claro, lo que pasa que es un síntoma de la reorganización de espacio que se está produciendo. Yo soy partidario de que la política tiene que simplificar los mensajes y las formas, totalmente de acuerdo. Pero también le digo que después, en términos electorales, la gente es muy inteligente a la hora de saber cuál es su propuesta política. Es verdad que hay que dejar de estresar al electorado, se lo concedo. Hay una consolidación de una marca como es Por Andalucía, en la que todo el mundo se puede sentir cómodo. Esa marca no es objeto de discusión como sí lo es Sumar a nivel general.
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-¿Cómo ve la decisión del PSOE de colocar a la vicepresidenta de un gobierno del que su fuerza política forma parte como jefa de la oposición en Andalucía?
-A mí me ha sorprendido la estrategia. Diana Morant en el País Valenciá, Óscar López en Madrid, María Jesús Montero en Andalucía, Pilar Alegría en Aragón. Esto se diseña desde una estrategia que el Partido Socialista sabrá y yo no voy a valorar. Se ha producido un cambio del estado de ánimo de la militancia del PSOE, eso no hay que desmerecerlo. Lo que no veo es que haya cambiado el estado de ánimo en la sociedad.
-¿Del punto de vista ético le parece bien hacer oposición desde el Consejo de Ministros?
-Yo es que no introduciría una categoría en clave ética en una decisión política. ¿Cuál es la incompatibilidad desde el punto de vista formal? También se hace oposición desde el Palacio de San Telmo al Gobierno de España y no por eso es desleal al país.
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-Se puede pensar que la posición con El Algarrobico o que la propuesta de quita de la deuda pueden estar diseñadas para hacer oposición a la Junta.
-Yo lo que pienso es que hay una debilidad cuando un partido solamente tiene un sostén institucional para hacer oposición a un Gobierno. La incapacidad de hacer oposición desde el tejido social y desde el arraigo territorial es lo que refleja la necesidad de agarrarse a la percha institucional. A mí eso me parece una debilidad. Pero oye, cada partido resuelve la estrategia como considere.
-Ustedes forman parte del Gobierno y su estrategia no es necesariamente la misma.
-No sólo no lo es, sino que no la consideramos la más idónea. Es decir, no se nos ocurriría nombrar a un ministro candidato a unas elecciones. Nuestra participación en el Gobierno tiene que ver con una clave de intervención política, de influencia social, de debate, incluso dentro del Gobierno, de una normalización de la cultura de la coalición y nuestros procesos políticos. Tienen que ver como se está haciendo Andalucía con un tejido de alianzas sociales. Es ahí donde nosotros tenemos espacio político, no desde desde la percha institucional.
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-En el PP sostienen que gobiernan Andalucía porque la sociedad ha cambiado, pero en el último congreso del PSOE-A se dijo varias veces que esto no es más que un paréntesis.
-Nunca un gobierno democrático es una anomalía y quien considere que esto es un paréntesis tiene un sentido patrimonial que criticamos a la derecha. Es evidente que la llegada del PP a Andalucía ha derechizado el marco de debate, sobre todo impulsado por una derecha como Vox, que facilita la centralidad de Moreno Bonilla, pero en la que en cultura democrática no es irreversible. Lo que me preocupa es que Andalucía se convierta en la reserva espiritual del conservadurismo español. Tomemos conciencia de que hay un riesgo en España de que haya un sur que se convierta en el guardián de las esencias frente a un norte que pueda defender una idea plurinacional. Y para eso hay que ponerse las pilas en el sentido de construir un proyecto alternativo que vuelva a hacer de Andalucía una vanguardia en la federalización. Históricamente, las mejores alianzas desde el siglo XIX se han dado cuando en Cataluña y en Andalucía ha habido sincronía. En la apuesta federalista, en la apuesta de izquierda. Y yo creo que en ese desajuste que hay en estos momentos, recuperar esa línea de conexión es clave para recuperar amplias cotas de de de conquista en términos progresistas de izquierda en España.
-Las demandas que está haciendo Cataluña no parece que apunten a una mejora del conjunto
-Usted lo dice por la financiación singular. Yo creo que que uno no tiene que alarmarse sobre las propuestas de cada cual, las propuestas son legítimas. Lo importante es que a partir de determinadas propuestas ver a dónde se va a llegar. Al final de la negociación hay unas posiciones de partida. Y hay aspectos que son que son absolutamente asumibles con otros que no compartimos la cuestión y la clave va a ser a dónde vamos a llegar. Y yo creo que en Andalucía la pregunta que nos hacemos desde la izquierda es si aprovechamos esta apertura de debate para profundizar en una mayor federalización de España o creamos frentismo territorial que nunca nos lleva a buen puerto. Nosotros estamos en contra del frentismo territorial, que es lo que quiere el Partido Popular. Lo importante es aprovechar el debate abierto en Cataluña para profundizar la federalización. Me parece que es un buen marco de de diálogo.
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-¿Cómo afectan a su espacio político el 'caso Errejón' o el más reciente de Monedero?
-Pues yo lo veo muy claramente. La revolución feminista es un proceso de cambio y de transformación en la sociedad que hace que el marco de valores atraviese todos los ámbitos de la sociedad y también las contradicciones. Es indudable que eso nos interpela a todos. Quien crea que es inmune está absolutamente equivocado.
-¿Esa tensión entre el machismo que no se quiere ir y el feminismo que reclama su espacio también existe en su organización?
-Claro, sin lugar a dudas. Lo importante en esto no es ser consciente de que eso también nos puede afectar y de que tú tienes que tener unos mecanismos para resolverlo.
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-¿Europa vuelve a ser el jamón del bocadillo entre el Este y el Oeste, como en la Guerra Fría?
-Puede haber una guerra fría, pero no es la guerra fría del siglo XX. La clave no es Rusia, es China. El trumpismo es una respuesta de Estados Unidos, una respuesta desesperada de la pérdida de hegemonía mundial. Y sobre eso pivota una acción política que es más previsible de lo que parece. El objetivo es quebrar la alianza Rusia-China. Es la tesis de de de Kissinger a la inversa. Kissinger teorizó que había aliarse con China para aislar a la Unión Soviética. Trump teoriza que hay que aliarse con Rusia para aislar a China. Europa hace tres años tuvo la oportunidad de plantearse la mediación y la intervención de la ONU en una negociación sobre la guerra en Ucrania. Y la perdió. Se hizo subalterna a los intereses de la OTAN. Y ahora el resultado es el ninguneo que hacen sobre quién renunció a tener un papel activo y adoptó uno vinculante a lo que dijera Estados Unidos. Ahora llegan tarde. El problema de Zelensky no es que haya sido maltratado por Trump, es que Estados Unidos lleva maltratando así, por ejemplo, a los países de Latinoamérica durante un siglo. Y aquí no pasa nada. La Unión Europea está atascada en su propia autoesterilidad. Los resultados ahora son producto de la inoperancia geoestratégica que lleva Europa desde hace mucho.
-¿Europa puede ser un actor creíble internacionalmente, si no gasta en defensa?
-Fuera de Europa el desprestigio de la Unión Europea es total. De pronto se dice que la única forma de defender Europa es aumentando los gastos de defensa. Y estamos otra vez asumiendo la subalternidad de Estados Unidos, porque los gastos de defensa es una de las exigencias de los Estados Unidos para alimentar. su complejo industrial militar, que es el único que le puede proveer a Europa de un Ejército sofisticado y a la altura. Se están creando las condiciones para que la opinión pública asuma la suma del coste de defensa, que es la pérdida de la defensa de un modelo europeo vinculado al Bienestar Social. Eso es un error.
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