Recuperación y retos del mercado de trabajo

Más allá de un ejercicio de responsabilidad, que esa fuera de las primeras acciones emprendidas, junto con las relativas a la organización de la atención sanitaria, pone de manifiesto la importancia del empleo en el desarrollo y el bienestar de cualquier sociedad y el papel protagonista que en él ejercen las empresas como principales fuentes de su generación.

El fuerte impacto de la pandemia en el tejido productivo, ha dejado huella a través de una pérdida de un 5% de empresas en Andalucía y unas 1.500 aún por recuperar en nuestra provincia.

El reflejo en el mercado laboral de esta circunstancia y el horizonte financiero complejo en el que se combina el alza de precios de materias primas y suministros energéticos, la finalización de la moratoria para la devolución de los créditos ICO, el incremento del salario mínimo (más del 30% acumulado en los últimos tres años) y el posible aumento de las cotizaciones de autónomos, nos lleva a un proceso lento de recuperación de la tasa de desempleo que en Andalucía alcanza el 20,18%.

A nivel macroeconómico, se prevé que 2022 continúe con la recuperación iniciada en 2021, pero no se espera que el PIB alcance los niveles previos a la crisis probablemente hasta 2023. Las cifras esperadas de crecimiento en el presente año para Andalucía y España son muy parecidas, 5,5% y 5,4% respectivamente. Y se confía en que los Fondos que provengan de la Unión Europea (los de Recuperación y los del marco financiero plurianual) jueguen un papel protagonista en este proceso.

En este contexto, a nuestro juicio, las claves para el desarrollo de la economía española medio plazo son: la definición de un plan para la corrección de los desequilibrios de las finanzas públicas, un uso apropiado y eficaz de los fondos de recuperación y llevar a cabo las reformas estructurales necesarias para mejorar el potencial de crecimiento de nuestra economía, así como impulsar la productividad, cuyos niveles en España son sensiblemente inferiores a los de los principales países de nuestro entorno.

Prácticamente en correlación, se trata de mejorar nuestro potencial de crecimiento, impulsar la productividad, aumentar la tasa de empleo, corregir los desequilibrios y reducir las vulnerabilidades de nuestra economía. Y para conseguirlo, es fundamental crear un clima de certidumbre y confianza que favorezca, y no entorpezca, el desarrollo de la actividad empresarial. De esta forma, se fortalecería la estructura productiva de España, que ha sufrido duramente las consecuencias de esta crisis, cuando aún estaba recuperándose de la crisis financiera anterior.

Y todo esto en un momento en el que hablamos de recuperación, resiliencia pero sobre todo, hemos de ser conscientes de la necesidad de operar un proceso de transformación necesaria para adaptarnos a un presente muy distinto al de hace unos meses. El virus ha actuado como un acelerador de procesos vinculados al desarrollo de cuestiones tales como la digitalización y la transformación digital, la transición ecológica o la búsqueda de cohesión social. Todos ellos ejes sobre los que muchas organizaciones están pivotando sus planes estratégicos. Y en todos han de estar concernidos el ámbito público y el privado, con las empresas al frente, poniendo en el centro a las personas.

De algo podemos estar seguros: Nuestra economía en los próximos años será la resultante del esfuerzo inversor y de las mejoras de eficiencia y competitividad alcanzadas por nuestras empresas.

Es por ello que a día de hoy han de ver facilitada su labor y el mercado de trabajo debe ser más dinámico y superar sus retos pendientes: alta tasa de desempleo, dualidad, desajuste entre las demandas de las empresas y los perfiles que el actual modelo educativo-formativo está produciendo, inasumibles tasas de desempleo juvenil (42% en Andalucía) y de parados de larga duración y la falta de políticas activas de empleo y de incentivos a la contratación.

Nuevas fuerzas están transformando el mundo del trabajo. Desde la perspectiva netamente social se presentan oportunidades para mejorar la calidad de vida de los trabajadores, ampliar las opciones disponibles, cerrar desequilibrios, pero nada ocurrirá por sí solo. Los avances tecnológicos darán lugar a nuevos puestos de trabajo y cambiarán la forma de trabajar; las competencias de hoy no se ajustarán a los perfiles de mañana y las nuevas adquiridas pueden quedar desfasadas rápidamente; la aplicación de criterios de sostenibilidad medioambiental en la economía generará nuevos empleos y se perderán otros asociados a industrias basadas en energías fósiles o en uso intensivo de recursos; la propia evolución demográfica será generadora de actividades en torno a los cuidados y la inclusión.

Son muchos los desafíos e importante su trascendencia. E implican a administraciones, empresas y trabajadores por igual. En este entorno complejo en lo político, social y económico, la paz social adquiere de nuevo mayor relevancia. Y los agentes económicos y sociales estamos llamados a realizar ese papel connatural con nuestra esencia, propiciando el diálogo, aportando ideas, buscando consensos y trabajando para su materialización. Parafraseando a la OIT, tenemos ante nosotros la oportunidad de aprovechar las posibilidades que nos brindan estas transformaciones profundas para crear un futuro prometedor, que nos ofrezca consolidación económica y un desarrollo integrador que refuerce nuestro tejido social.