Nubes y claros de la Cultura
TECLA LUMBRERAS KRAUEL
Domingo, 27 de febrero 2022, 23:25
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TECLA LUMBRERAS KRAUEL
Domingo, 27 de febrero 2022, 23:25
Suena el teléfono, es Regina Sotorrío periodista cultural del diario SUR. Me pide que escriba sobre la realidad de la cultura en Andalucía y las perspectivas de futuro. Sin complejos, esta comunidad pasó del folklore a la vanguardia en la mitad de los años 50, ... nutrida y seducida por las nuevas corrientes de la cultura contemporánea que nos traía el turismo internacional. Y ahí, la Costa del Sol, Málaga, fue y es epicentro y punta de lanza de una explosión cultural inédita y que se mantiene viva.
No, no se trata de hablar de las cofradías, aunque me vienen a la cabeza cuando leo este titular en el periódico: 'La Invisible se resiste al desalojo con una batería de actividades culturales'. La noticia me recuerda que en nuestra ciudad se han cedido edificios y presupuestos públicos a las hermandades y, por qué no decirlo, a equipamientos culturales como el Centro de Arte Contemporáneo (CAC Málaga) y al CAC Málaga La Coracha, de gestión privada. ¡Vaya, empiezo bien!
Como afirma el escritor chileno Luis Sepúlveda, hay que «conocer el pasado para comprender el presente e imaginar el futuro», así que para no irme muy lejos en el tiempo consulto en Internet el Primer Plan Estratégico de Málaga (1992-1996), en el que se determinaba que la ciudad debía aspirar a posicionarse como una capital turística y de ocio europea, con la actividad turística como sector más estratégico y una oferta cultural de calidad y con proyección exterior. Al mismo tiempo, se consideraba la educación y la formación como piezas fundamentales en el desarrollo de la ciudad para avanzar en valores como la cultura, la ética, la solidaridad, la comodidad, etc. Los siguientes planes estratégicos han buscado reforzar estas concepciones, considerando el desarrollo del tejido cultural como factor de dinamización económica y social y como proyección de la ciudad hacia el exterior. Pero el desarrollo de este tejido cultural exigía también el desarrollo práctico de infraestructuras y equipamientos que lo soportaran, así como la formación de un personal cualificado que dotara de contenido a los mismos.
El año 2003 pasará sin duda alguna a la historia de Málaga con la inauguración del Museo Picasso y la apertura del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga. Y tras ellos, el Museo Carmen Thyssen, Centro Pompidou, Museo Ruso San Petersburgo, Museo de Málaga…, hasta sumar alrededor de 40 museos, la mayoría de ellos situados en el Centro Histórico. La ciudad ha pasado de ser conocida como la Costa del Sol a la Ciudad de los Museos. Esta nueva situación, obliga a una reordenación de los espacios expositivos existentes y a un replanteamiento de los programas culturales de las instituciones públicas. Léase Fundación Picasso-Museo Casa Natal, Museo del Patrimonio, Salas de la Coracha, Salas del Archivo Municipal, Salas de Exposiciones del Palacio del Obispo, Salas del Centro Cultural María Victoria Atencia, La Térmica, Salas del Rectorado, Sala Italcable… El tejido artístico se confecciona con hilos nuevos, viejos y de todos los colores. Del rebalaje a los montes se respira la felicidad museística con gracia andaluza pero también con cierto recelo por miedo a que todo lo que suba, tenga que bajar. Miedo a morir de éxito. Miedo al estilo imperio.
En esta estrategia de la 'cultura del bestseller', como la denomina el gestor cultural Santiago Eraso en una magnífica entrevista realizada en 2015 por la periodista María Eugenia Merelo, ¿dónde se sitúan los/las creadoras locales, de corto, mediano y largo recorrido, que han visto cómo sus espacios expositivos han quedado reducidos a unas pocas salas públicas y a algunas galerías privadas que, debido al encarecimiento de los locales, han echado el cierre o subsisten a duras penas? Ante esta situación de precariedad que viene sufriendo todo el ecosistema artístico (autores, gestores culturales, comisarios, historiadores del arte, periodistas culturales), surgen con mayor o menor aguante algunas iniciativas privadas de carácter multidisciplinar en casas particulares (Casa Sostoa o Villa Puchero Factory); o bien en locales autogestionados por los/las propias artistas, desde el histórico Taller Gravura hasta La Casa Amarilla, Los Interventores, Espaciotres, Apertura, El Círculo Breaking, La Matraca o Estudio Almaro, sin olvidar a La Polivalente o La Cochera Cabaret. O en espacios sociales de cultura libre, como La Invisible o La Nave, a los que deseo una larga vida.
Asimismo brotan otras iniciativas de carácter anual como el Festival de Poesía Irreconciliables, Flama Festival de música electrónica experimental protagonizado por mujeres o el Moments Festival de Arte y Cultura popular independiente. A estas propuestas se añade la reivindicación llevada a cabo por varios colectivos de creadores y creadoras para recuperar la antigua Prisión Provincial de Málaga como un centro de creación artística. Un lugar que cuente con estudios para artistas, talleres de creación, sala de exposiciones y un aula teórica donde organizar debates sobre pensamiento y arte contemporáneo. Una petición a la que actualmente se ha sumado el teatro local para convertir el Convento de la Trinidad en un centro de Creación Escénica y Audiovisual, tras la reconversión del Teatro Cánovas en un espacio especializado en público infantil y juvenil, el cierre de la Sala B del Teatro y de la sala Gades con la pandemia.
Y aquí entra el Covid-19. Tras el maldito virus, la sociedad se ha digitalizado de manera vertiginosa y la cultura ha ayudado a ello con acciones solidarias y de entretenimiento en balcones y pantallas, bien en directo o pregrabadas. La virtualidad y lo viral se han convertido en las palabras de moda. Primero fue el confinamiento y el consiguiente cierre de los equipamientos culturales, luego vinieron las sucesivas desescaladas y la reducción de aforos como pasitos de un baile diabólico. Y aquí viene la paradoja: mientras el consumo cultural online crecía con los conciertos y actuaciones teatrales virtuales; visitas grabadas en museos y exposiciones; piezas audiovisuales en redes y plataformas; talleres por 'streaming' y videoconferencias, las pymes y los profesionales de la cultura (de artistas a técnicos) continuaban su descenso a los infiernos con las cancelaciones y el parón cultural.
Todo esto está muy bien para el nativo digital, es su siglo, pero ¿qué pasa con ese sector de la población que no quiere o no dispone de las herramientas ni los conocimientos para asumir la brecha digital, -'soy mayor, pero no idiota'-, que exige un trato personalizado no sólo en los bancos sino también en otros ámbitos de la vida cotidiana? Es evidente que en un mundo cada vez más virtual y por tanto, más individualista, no podemos ni debemos olvidar que todo el acervo cultural y social de la expresión artística, es decir, la presencialidad, la comunicación tú a tú, los abrazos, las miradas, el intercambio de ideas constituyen una parte esencial del ser humano.
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