Maria Dolores Tortosa
Domingo, 28 de mayo 2017, 00:34
«Ya sabéis que no me gusta perder ni al parchís, pero he perdido». Susana Díaz repite esta frase en los últimos días para hacer ver que sí ha asumido su derrota frente a Pedro Sánchez. Y que, en la nueva etapa del PSOE, ella se centrará en Andalucía con el compromiso de no inmiscuirse en las decisiones del secretario general, de no volver a una guerra como la mantenida tres años hasta el desenlace del 21 de mayo. Siempre, eso sí, que haya reciprocidad. Sánchez ya le ha contestado que no alentará una candidatura en su contra que desestabilice al principal gobierno del PSOE en España. Estos han sido los últimos mensajes cruzados de una semana de shock emocional para la presidenta de Andalucía y sus estrechos colaboradores, embarcados todos en un buque de la victoria que se hundió la noche del domingo.
Publicidad
¿Y ahora qué? Como Scarlett OHara en el final de Lo que el viento se llevó, Susana Díaz se aferra a Tara (Andalucía), su hogar, para recuperarse de una pérdida difícil de remontar en política, según admiten dentro y fuera de su partido. Díaz vio claro que su refugio para recomponer la imagen de perdedora es el fortín socialista en Andalucía, la comunidad de 8,4 millones de habitantes que ella gobierna con un presupuesto de 31.000 millones de euros.
Es la única comunidad en la que ganó las primarias, además con bastante margen, un 63% frente a un 31,6% de votos de Sánchez y un 5,1% de Patxi López. Son datos que no sólo le sirven de colchón en la caída. Demuestran que la militancia le sigue apoyando en su territorio y a esto se agarra para trazar una nueva hoja de ruta. En las 48 horas posteriores a su derrota convoca a la ejecutiva regional para adelantar el congreso andaluz a julio (tiene de plazo hasta septiembre) y afianza el apoyo de Ciudadanos, su aliado, en una entrevista con Juan Marín, el hombre de Albert Rivera en Andalucía. Deja claro que le urge amarrar el control del PSOE andaluz y garantizar estabilidad en la Junta, que gobierna en minoría. Recomponer su imagen de perdedora volviendo a ganar en las urnas del partido y en las de la comunidad. En realidad tarda varios días en aceptar este destino, anotan adversarios. Su primer impulso es seguir la guerra e infligir a Pedro Sánchez una segunda derrota en Andalucía en la elección de delegados este sábado para el congreso federal de junio. Andalucía aporta 255 de los 1.093 compromisarios. Así lo deja ver en las primera horas, cuando se niega a negociar con los aliados de Sánchez listas consensuadas según el resultado de las primarias, pese a afirmar que va «arrimar el hombro» y que a partir de ahora «no más bandos, todos detrás de Pedro».
Modera su actitud
A lo largo de la semana Díaz modera su actitud. Llueven análisis y voces que advierten de la fractura norte-sur, de la pérdida de influencia de la federación andaluza en el PSOE. Ella ya no es la incontestable líder de los últimos cuatro años en Andalucía. La pelea con Sánchez ha aflorado un sector crítico de más de un 36%, que no va a quedarse quieto y que incluso no descarta una candidatura alternativa. Ella ganó el congreso que le aupó a la secretaría general del PSOE andaluz en 2013 con el 98% de delegados. El jueves lanza un pacto de no agresión a Pedro Sánchez con una actitud insólita. El PSOE andaluz por primera vez no exigirá cuota en la futura ejecutiva federal. «Voy a votar a Pedro, lo que él decida me parecerá bien». A cambio reclama lo mismo si gana las primarias andaluzas.
Los aliados de Sánchez exigen hechos, no sólo palabras, la prueba del algodón en la lista de delegados a Sevilla encabezados por Susana Díaz. No se fían porque piensan que pueda tratarse otra vez del «abrazo del oso». Claudica y ordena negociar para que en la lista que ella va a encabezar se incluyan a los sanchistas, entre ellos dos viejos enemigos, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis y el alcalde de Dos Hermanas, Quico Toscano, quien empujó a Sánchez en enero a tirarse a la piscina de las primarias. «Hay agua», le dijo. Y acertó.
Publicidad
«A ella le cuesta aprender de sus errores», afirma un veterano socialista. En su entorno insisten en que ha enterrado el hacha de guerra y que su «única prioridad» es volver a ganar las andaluzas. Piensa agotar la legislatura, ha expresado en privado. Pero hay factores en su contra en la nueva hoja de ruta. Cuando sean las elecciones, en 2019, el PSOE llevará gobernando 37 años en Andalucía. Sí Díaz gana, lo llevaría a 40 años. Un régimen, según la oposición.
Díaz cogió al PSOE como partido perdedor desde 2011 en Andalucía frente al PP en todas las elecciones. Con ella volvió a ser primera fuerza, pero los sanchistas no reconocen esto, sino que no pudo frenar la sangría de votos: de 2,1 millones de votos con Manuel Chaves en las autonómicas de 2008, el PSOE pasó a 1.523.465 sufragios en 2012 con Griñán y a 1.409.042 con Susana Díaz en 2015. Mantuvo el Gobierno a una distancia de diez puntos del PP, pero con el peor resultado. El PP volvió a ganar unas elecciones en Andalucía en junio de 2016. Otro asunto nada baladí: A finales de este año o principios de 2018 comenzará el juicio a los expresidentes Chaves y Griñán y otros 22 excargos socialistas de la Junta por el caso ERE. A todo esto se enfrenta Díaz.
Publicidad
El runrún de la crisis de gobierno
La oposición aguardó a Susana Díaz tras el domingo a puerta gayola con un mensaje que puede ser tan efectivo como el No es no a Rajoy de los sanchistas. «Vuelve a rastras porque su partido no la quiere». «Andalucía no puede ser su segundo plato», le espetó el líder del PP andaluz, Juanma Moreno. La presión es igual de dura desde Podemos e IU, que la culpan de sacrificar los intereses andaluces por ambición política. Para contrarrestar, Díaz busca un revulsivo en su Gobierno y una mayor presencia suya en la calle. Achaca que sus consejeros tengan poca proyección a que su foco es enorme, pero no descarta cambios. El runrún de la crisis de Gobierno sustituye al de la sucesión.
La cuestión es si este irse a los cuarteles de invierno de Andalucía implica su retirada definitiva de la política nacional o rearmarse para volver. Susana Díaz es consciente que ha salido muy mal parada, aunque achaca su derrota a circunstancias ajenas a su estrategia y capacidad, entre ellas el traje floclórico y españolista que le han cosido en Cataluña. «Defiendo lo que creo y volvería a defender la abstención porque no podíamos ir a terceras elecciones, pero cada vez que había un detenido en el caso Lezo, perdía mil votos», lamenta en su círculo.
Publicidad
El varapalo no ha restado energías a su vigor político. Se esfuerza en parecer fuerte y animosa. «No es mi primera derrota. Ya me mandaron al Congreso cuando perdí frente a Sánchez Monteseirín (exalcalde de Sevilla). Me llamaban madame Botellón», dice para recordar que tampoco es la primera vez que tiene que recomponer su imagen. El mote se debe a que defendió los botellones como concejala de Sevilla. Incluso da ánimos a su equipo desmoralizado. «Soy muy joven, tengo 42 años». Sería como añadir: «mañana será otro día», la memorable frase de fe en la recuperación de lo perdido de Vivien Leigh.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Pillado en la A-1 drogado, con un arma y con más de 39.000 euros
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.