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Lalia González
Jueves, 11 de junio 2015, 19:31
La sesión de investidura ha ido como el tiempo: un poco de calor bochornoso, rachas de frío, ambiente nublado, presagio de tormentas que se anuncian o se disipan. La cuarta votación, la definitiva, ha despejado ya por fin la ecuación y Susana Díaz es la presidenta de la Junta de Andalucía. La X Legislatura ha comenzado.
En poco más de diez minutos se ha resuelto el trámite, para el que han sido precisos 80 días de incertidumbre. Después de que el presidente de la Cámara, Juan Pablo Durán, proclamara el resultado, diera la enhorabuena a la nueva presidenta y disolviera la sesión, Susana Díaz se ha vuelto en su escaño y ha abrazado con efusión a Mario Jiménez, portavoz parlamentario socialista, uno de los dos negociadores a pie de obra, junto con Juan Cornejo. Desde las filas de enfrente se acercaba, muy sonriente y atento, Juanma Moreno, líder de la oposición del PP-A, y la presidenta, tras recibir su felicitación, se apresuró a dirigirse hacia Juan Marín, el líder de Ciudadanos, a quien destinó un efusivo saludo. Era la escenificación clara de su agradecimiento hacia la formación naranja, que le ha permitido ser presidenta, no sin haberse dejado algunas plumas por el camino, pero presidenta al fin.
El recorrido por el hemiciclo continuó hacia Antonio Maíllo, el ex socio de IU, que, aunque siempre ha sido correcto, parece haber disipado un poco su malestar por el desalojo del Gobierno. Un apretón de manos y dos besos, como a los tres líderes anteriores. Por último, Susana Díaz se acercó al centro del hemiciclo, donde ocupa su escaño Teresa Rodríguez, la lideresa de Podemos, que le extendió la mano en un apretón lánguido y rápido, y no hubo más, ni un segundo de mirada de cortesía. La formación morada mantiene las espadas en alto y las frialdad entre las dos mujeres fuertes de la Cámara cortaba el aire.
Entre los invitados, entre tanto, sorprendió el aluvión de abrazos hacia José María Moriche, el marido de Susana Díaz, que siguió la sesión desde un discreto segundo plano.
Después siguió el ritual: turnos de palabras en la escalera de entrada al salón de plenos, algunas previsibles frases, lugares comunes, citas intuiciones de que el 'tiempo nuevo' va a ir como el día. Inestable.
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